De nuevo os traigo un artículo externo muy interesante sobre Karl
Marx (el personaje me puede por su desfachatez), que apareció en
LIbertad Digital el pasado año, 29/4/2010, escrito por Fernando Díaz
Villanueva (de nuevo y excelente). Espero que también sea una sorpresa y
nos muestre un Karl Marx que los medios de comunicación nos quieren
ocultar y que explica muy bien el régimen totalitario y despiadado que
sus ideas ayudaron a construir para pesadilla de la humanidad. ¡A
disfrutar!
MARX, INVERSOR A CORTO
Marx fue un implacable especulador en Bolsa
Lo último que los seguidores de Marx, entre los que se encuentra Jaume Roures, se esperaban es que su admirado revolucionario fuese un despiadado especulador de los que invierten a corto y se aprovechan de las alzas repentinas. Y no es una invención, lo confiesa por carta.
Lo último que los seguidores de Marx, entre los que se encuentra Jaume Roures, se esperaban es que su admirado revolucionario fuese un despiadado especulador de los que invierten a corto y se aprovechan de las alzas repentinas. Y no es una invención, lo confiesa por carta.
Marx, retrato de un burgués
2010-04-29
Libertad Digital
FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA
Libertad Digital
FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA
Se sabe que grandes estadistas del pasado fueron aficionados a
invertir en Bolsa. Algunos con muy mala fortuna como Benjamin Disraeli,
primer ministro de la reina Victoria, que se arruinó durante sus años
mozos cuando invirtió demasiado dinero en la burbuja de la minería de
1825. Otros, en lugar de fiarse del siempre traicionero instinto, se
dejaron asesorar por especialistas. Delano Roosevelt, Wilson o Churchill
tuvieron a su lado a Bernard Baruch, uno de los especuladores más
famosos del siglo XX.
Pero que los presidentes de EEUU o el Reino Unido invirtiesen en
Bolsa no es ninguna sorpresa. En los países anglosajones la cultura
bursátil está muy consolidada desde hace siglos y no es ninguna mancha
dedicar un dinerillo a las acciones. Lo que sí que es una sorpresa es
saber que el padre del socialismo, el mismísimo Karl Marx, hizo sus
pinitos especulativos en la Bolsa de Londres allá por la década de 1860.
Y no, no es una patraña inventada por sus enemigos, sino una confesión
de parte realizada en una carta que el propio Marx escribió a su
patrocinador Friedrich Engels en junio de 1864.
“Vuelven a presentarse oportunidades, con ingenio y muy poco dinero es posible hacer dinero en Londres”.
Sí, es el autor de El Capital y no un desalmado tiburón de Wall
Street obsesionado con hacer dinero rápido. Según parece la idea de
invertir en Bolsa se la proporcionó a Marx otro socialista, su
compatriota Ferdinand Lassalle, que sólo dos meses después de la
correspondencia entre Marx y Engels murió tras un duelo a pistola contra
un conde rumano en Ginebra por un asunto de faldas.
Pero Engels no era el único partícipe de las cuitas bursátiles de
Karl Marx. En una carta a su tío Lion Phillips ese mismo verano reconoce
que ha “estado especulando, parte en fondos americanos, pero más en
acciones inglesas, que están surgiendo como hongos este año (cumpliendo
todo lo imaginable e inimaginable de la empresa bursátil) suben hasta un
nivel poco razonable y luego, en su mayor parte, colapsan. De este modo
he hecho más de 400 libras, ahora que la complejidad de la situación
política invita a un mayor desafío, empezaré de nuevo. Es un tipo de
operación que requiere tiempo y merece la pena asumir ciertos riesgos
para aliviar al enemigo de su dinero”.
Así que lo que de verdad le gustaba al entonces cuarentón Marx era
“aliviar al enemigo de su dinero” e invertir a corto aprovechándose de
los títulos que suben y luego colapsan. Si, en lugar de ser un perezoso,
hubiese tenido éxito en sus incursiones bursátiles quizá el mundo se
hubiese librado de El Capital y, especialmente, de su subproducto más
perdurable: el marxismo.
La afición de la revolucionaria pareja por las cosas de la Bolsa no
era nueva. En 1852, doce años antes del verano de las 400 libras fáciles
en el parqué londinense, Engels envió una carta a Marx dándole unas
cuantas lecciones de cómo funcionan los mercados financieros:
“El pánico en el mercado del dinero parece haber terminado, los bonos
británicos y las acciones ferroviarias están subiendo alegremente otra
vez, el dinero está más fácil, la especulación está aún muy repartida en
el maíz, los barcos de vapor, las minas… etc. El algodón se ha
convertido en una opción muy arriesgada; a pesar de que hay una cosecha
muy prometedora, los precios suben continuamente, producto de un consumo
alto y de la posibilidad de una breve escasez de algodón antes de que
lleguen las nuevas importaciones. De cualquier modo, no creo que esta
vez la crisis venga precedida por un la clásica ola especuladora; si las
circunstancias son favorables en otros aspectos, unos correos que traen
malas noticias de la India, un pánico en Nueva York… pronto se podrá
demostrar que muchos virtuosos ciudadanos han estado realizando todo
tipo de prácticas desleales en silencio. Las malas noticias sobre los
mercados copados deberían llegar pronto. Envíos
masivos por barco siguen saliendo de China y la India, sin embargo los
avisos no son nada fuera de lo normal. Calcuta está decididamente
saturada y por aquí y por allá los vendedores nativos están quebrando.
No creo que esta prosperidad se prolongue más allá de octubre o
noviembre, incluso Peter Ermen se está preocupando”.
Peter Ermen era un socio de los Engels en el negocio textil que ambos
compartían en Manchester. Como no podía ser de otro modo, Engels le
despreciaba, refiriéndose a él en las cartas con el apodo “little
bullfrog” (ranita toro), para su hermano, Godfrey Ermen, reservaba un
interminable rosario de motes como “El cerdo”, “El perro” o “El
pantalones cagados”. La animadversión personal no impedía que, al menos
en el negocio bursátil, Peter Ermen (sin mote) se preocupase.
Marx no perseveró en la sanísima afición a invertir en Bolsa,
probablemente porque carecía de olfato y prefería gastarse los fondos
que le enviaban los amigos en cerveza. Pero no deja de ser chocante como
el hombre que declaró la guerra al capitalismo inventándose un nuevo
sistema que, según decía, habría de superarle por no se sabe bien qué
inexorables leyes históricas, participase y tratase de sacar provecho de
la Bolsa de Comercio, una de las instituciones que definen al
capitalismo, y que sus seguidores prohibirían por ley en cuanto se
hicieron con el poder. Choca aún más que, en lugar de invertir en valor,
apostando por una empresa o formando una cartera estable que le
reportase dividendos, se dejó llevar por la inversión a corto,
quintaesencia del capitalismo piratesco que los marxistas de ayer, hoy y
siempre aborrecen, o dicen aborrecer.
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