lunes, 8 de diciembre de 2014

DIE GLOCKE-LA CAMPANA 2/2 (Editado originalmente el 27/11/2011)

Tal como indicaba en el artículo anterior sobre “La Campana” y basado en las investigaciones independientes del periodista militar polaco Igor Witkowski y el británico Nick Cook, el impulso final para el arma definitiva y por exigencias de la guerra, se aceleró a partir de Enero de 1942 y bajo el nombre en clave de ‘Tor’ (puerta), que fue efectivo hasta Agosto de 1943. A partir de ese momento, ‘Tor’ fue dividido en dos sub-proyectos: ‘Kronos’ y ‘Laternenträger’. Como es lógico, ambos se referían a la máquina base “La Campana”, pero sobre dos áreas de interés: una era física y la otra médico-biológica. Los nombres eran tremendamente sugerentes. ‘Tor’ y ‘Kronos’ podían traducirse como ‘Puerta’ y ‘Tiempo’ y ‘Laternträger’ como ‘quien porta la luz’. Ya se podía observar que tras estos nombres había un interés en ‘monitorizar el tiempo’ o una ‘ingeniería del tiempo’. Por ello, se podía afirmar que los alemanes habían abandonado cualquier investigación sobre la teoría de la relatividad, con su ‘espacio plano’ y habían entrado de lleno en una hiper-relatividad donde se conjugaba la ingeniería de la curvatura espacio-tiempo y las consecuencias prácticas de esa ingeniería, con el objetivo de dominarlas.

Por ello, el significado de esos nombres codificados apunta a una física totalmente diferente, radical y exótica para los estándares habitualmente aceptados entonces y ahora. En aquel momento y con el desarrollo alcanzado, “La Campana” tenía dos funciones operativas militares y científicas: por un lado la posibilidad real de viajar en el tiempo que posiblemente se llevó a cabo y por otra el desarrollo de una nave anti-gravitacional, que permitiese vuelos espaciales sin restricciones de ningún tipo aplicando la ‘Energía de Gravedad  Cero’.

Si bien “La Campana” a primera vista podía parecer un máquina simple, los resultados de su funcionamiento contradecían esta primera impresión. La máquina y su forma recordaban evidentemente a una campana con la base cerrada y sobre un pedestal, cuya altura era de unos 3 metros por 2 de diámetro en su parte baja más ancha. “La Campana” siempre requería para su funcionamiento, una fuente de suministro eléctrico muy potente en las proximidades.

La parte central y principal del ingenio, eran dos cilindros de metal plateado ubicados uno sobre el otro, de aproximadamente 1 metro de diámetro cada uno, que durante el funcionamiento giraban en sentido opuesto el uno del otro a altísima velocidad sobre un mismo eje. Dicho eje estaba hecho de un metal especial de alta densidad y con un diámetro de unos 20 centímetros. El eje estaba fijado al pedestal donde descansaba la máquina y que era de un metal pesado. Antes de cada prueba, un contenedor de cerámica cubría la máquina y era rodeado a su vez por una pared de plomo de un espesor de 3 centímetros. Tenía una longitud de 1,5 metros y se rellenaba de una sustancia extraña y metálica de un color violaceo-dorado que obligaba a que la zona donde se operaba con la máquina se mantuviese a una temperatura constante. Esa temperatura específica impedía que la sustancia que estaba ligeramente coagulada, no se coagulase totalmente. La sustancia recibía la denominación codificada de ‘IRR XERUM-525’ y contenía entre otros elementos óxido de torio y óxido de berilio, denominados ‘Leichtmetall’. Era fácil adivinar que este material ayudaba en la investigación sobre las propiedades de la inercia y el vórtice del material radioactivo, cuando se le sometía a una rotación a muy altas velocidades y los consiguientes efectos sobre los campos de torsión. El IRR XERUM-525, también contenía mercurio y probablemente varios isótopos pesados. Dentro de los cilindros rotatorios había mercurio muy puro.

Antes de iniciar cada prueba experimental y para que durase más en su uso, el mercurio era refrigerado a muy bajas temperaturas. Se usaba gas líquido del tipo nitrógeno y oxigeno. Cuando estaba a punto para la prueba, se cubría todo con la pieza superior en forma de campana, que tenía en su parte superior un gancho para poder izarla y desplazarla con una pequeña grúa. En los primeros experimentos en Ludwigsdorf sólo participaba personal científico y militar. En aquel lugar, los experimentos se llevaban a cabo en una especie de cámara o piscina sin agua, preparada al efecto y bajo tierra. Dicha cámara era recubierta totalmente de azulejos de cerámica y el suelo, además, con una plancha o alfombra de goma muy gruesa y pesada. Tras cada prueba, la alfombra de goma quedaba inservible y los azulejos se limpiaban con un líquido rosado que parecía brea. Como medida de seguridad, durante los experimentos que se llevaron a cabo en minas subterráneas inactivas, la cámara donde se efectuaba la prueba era siempre destruida con explosivos tras dos o tres experimentos.

Se colocaban cámaras de cine y todo tipo de aparatos de medición en un soporte al efecto, en la misma zona donde se desarrollaba el experimento. Dirigidas por técnicos y científicos, las primeras pruebas se efectuaron colocando objetos y muestras de todo tipo cerca de la ‘Campana’ y se comprobaron los efectos de la energía emitida sobre los mismos.  Se hicieron pruebas sobre organismos vivos como ratas, caracoles, lagartos, ranas, insectos y seres humanos, que provenían del campo de internamiento cercano de Gross-Rosen. También se probaron los efectos sobre  plantas de diversos tipos y sobre una serie de sustancias de origen orgánico como huevos, sangre, leche, carne y grasas líquidas. Antes del cada experimento, todo el personal técnico involucrado en la prueba, se situaba a unos 200 metros de “La Campana” debidamente protegidos con trajes de goma gruesa y cascos con visores rojos. El sonido de la máquina en funcionamiento recordaba al de un enjambre de abejas dentro de un recipiente. La limpieza tras cada prueba fue asignada a un grupo de unos 100 prisioneros del campo de internamiento de Gross-Rosen.

Los efectos analizados en los objetos y organismos vivos eran muy claros en el momento en que la máquina era desconectada. Por ejemplo, la instalación de 220V sufría una sobretensión que hacía explotar las bombillas. “La Campana” emitía una luz azulada fosforescente, que era el resultado obvio de una radiación ionizada, y también un campo magnético muy potente. Los participantes en los experimentos y a pesar de las protecciones, sufrían en estos primeras pruebas problemas en su sistema nervioso, espasmos musculares, dolores de cabeza y un regusto metálico en la boca. También se habían observado con el paso del tiempo, que las personas sufrían falta de sueño, problemas de equilibrio, memoria, dolores musculares y llagas en diversas partes del cuerpo. Estos problemas ya habían sido solucionados en pruebas posteriores.

Pero según las pruebas efectuadas entre Mayo y Junio de 1944, los efectos sobre las muestras orgánicas eran muy peculiares, pero sobre todo mortales. Las plantas, animales y prisioneros que fueron sometidos a su campo de radiación sufrieron diversos tipos de daños, siendo el principal la destrucción de los tejidos de la dermis y la transformación en gelatina y estratificación de los líquidos, entre ellos la sangre. Durante la primera fase, a las cinco horas de finalizada la prueba, las plantas perdían color o se volvían grises en su totalidad, lo que indicaba una descomposición química o una desaparición de la clorofila. Sorprendentemente y a pesar de ello, la planta seguía viva de forma aparentemente normal durante una semana más. Seguidamente, aparecía un declive muy rápido, entre 8 y 12 horas, que acababa descomponiéndola en una sustancia grasienta, como grasa rancia.
Estos efectos colaterales también los sufrieron los científicos en estas pruebas preliminares. De un equipo de siete, cinco murieron y dos enfermaron muy gravemente. Debido a esta trágica situación, este primer grupo de investigadores fue disuelto por el General SS Hans Kammler, ordenando que la máxima prioridad del proyecto fuese limitar estos daños. Los científicos llegaron a determinar que había habido un problema en la comprensión del vórtice, que había afectado a la separación de los campos magnéticos del experimento.

La Dra. Elizabeth Adler, fue de la máxima ayuda en este punto de la investigación ya que realizó matemáticamente una simulación de las vibraciones hacia el centro de objetos esféricos y cilíndricos, con el objetivo de lograr la solución del problema, que finalmente logró. Se determinó que la rápida decaída del material orgánico, así como las sensaciones físicas de los involucrados en las pruebas tenía que ver con ondas escalares de muy alta frecuencia. Más adelante, estos resultados de la Dra. Adler fueron ampliados y aplicados también en la investigación de la Materia Absorbente para Radar hacia finales de 1944, cuando los científicos alemanes descubrieron que las ondas de radar sobre materia no lineal, producían una gran onda de presión longitudinal y superluminal. En esa investigación particular, los científicos germanos nuevamente rompieron los paradigmas de la física mucho más allá de la física lineal convencional, que había sido estudiada de forma muy básica y primitiva en los laboratorios aliados, durante el desarrollo del llamado Proyecto Manhattan y su infructuosa y lenta búsqueda de la bomba atómica…

¿Qué fue de “La Campana”? hay varias teorías, pero según los investigadores Cook y Witkowski “La Campana” fue ajustada en su funcionamiento hasta obtener resultados operativos. En qué se aplicó exactamente todavía se discute, aunque pueden haber pruebas de viajes en el tiempo, que ya comentaré en otro artículo más adelante. Por ahora, ¿qué se sabe de esa máquina? Los datos de los investigadores surgen de la declaración que hizo el SS Gruppenführer Jakob Sporrenberg que desde el 28 de Julio de 1944 estuvo al cargo del sistema de seguridad del proyecto, ante un tribunal polaco que lo ajustició el 6 de Diciembre de 1952. Sporrenberg fue capturado por los ingleses, que lo entregaron a los polacos. Desde luego, los ingleses nunca sospecharon hasta más tarde el nivel del capturado y su presencia dentro del Kammlerstab. Estoy convencido que si lo hubiesen sabido a tiempo, jamás lo hubiesen entregado tan rápidamente.

Sporrenberg dirigió la vía de escape de todo el material científico en Abril de 1945, ante la llegada del Ejército Rojo. También hizo fusilar a 62 trabajadores en Ludwigsdorf, que participan en el proyecto para que no cayesen en manos comunistas. A pesar de la brutalidad del sistema, queda claro la importancia de “La Campana” y su salvación a cualquier coste ante el enemigo. La vía de escape fue hacia el norte en un avión Junkers Ju390 de 6 motores, pintado con los colores de la neutral Suecia y que pertenecía al KG200. El avión voló hasta Opeln (hoy Opole, en Polonia), cargó todo el material, luego voló hasta Bodo en Noruega. Tras esta parada y tras su despegue, el general Kammler, otros científicos y las más de 10 toneladas de material desaparecieron…

A la vista de todo ello, surgen algunas preguntas incómodas:
¿Por qué la testificación de Sporrenberg sigue clasificada 70 años después?
¿Qué pudo decir ante el tribunal polaco que hoy puede ser peligroso, sorprendente o improcedente?
¿Qué tipo de tecnología conoció Sporrenberg que no puede ser explicada a los medios hoy?
¿Hasta dónde llegó esa tecnología exótica para nuestros criterios científicos actuales?
¿Pueden cambiar principios de la historia tal como está escrita oficialmente?
¿Qué sabía Sporrenberg del destino del general Kammler y “La Campana”?
¿Por qué Patton cambió su ruta sobre Alemania y se dirigió a toda marcha hacia Checoeslovaquia?
¿Qué debía capturar antes de que cayese en manos soviéticas?
¿Por qué Patton murio en un extraño y oportuno accidente de coche a finales de 1945?
Y ¿usted qué opina de todo esto…?

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