Todos hemos oído hablar del desplante que Hitler le hizo al atleta
negro Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín del año 1936, tras
ganar la medalla de oro de atletismo en 100 metros, frente a sus rivales
alemanes y de otras nacionalidades. Según se dice Hitler, muy enfadado,
abandonó precipitadamente el estadio para no tener que felicitar a
Jesse Owens. Podemos estar de acuerdo en que esa reacción podría haber
sido factible en el Führer, pero no sucedió.
Quien explica la historia de ese momento es William J. Baker, el
biógrafo de Owens. Éste nos indica que fue una invención de los medios
norteamericanos. El mismo Owens insistió en que no era verdad, pero con
el tiempo y aburrido por la insistencia de los mismos medios, dijo que
sí, que había sucedido. Sin embargo, J. Baker nos dice que el hecho fue
muy simple: Hitler no felicitó a Owens y ese mismo día no felicitó a
ningún atleta más, ni siquiera a los ganadores alemanes. El Führer no
felicitó a nadie más tras el primer día de pruebas olímpicas ya que
recibió una queja de los miembros del Comité Olímpico. Se le indicó a
Hitler que los Juegos Olímpicos debían mantener la neutralidad política y
por ello o felicitaba a todos los atletas o a ninguno. Hitler escogió
el no felicitar a nadie a partir de ese momento.
En esos mismos Juegos Olímpicos también hubo otros comentarios erróneos. No sólo Owens no fue rechazado por Hitler, sino que el público en el estadio, 110.000 personas, le dedicó una extensa ovación por su triunfo. Más tarde le pedían autógrafos por las calles de Berlín. Y curiosamente, Owens había sido preparado en los USA para recibir en Berlín una bienvenida hostil, así se lo había indicado su entrenador. Por ello, no debía “enfadarse con el público” e “ignorar los insultos”. Pero más tarde Owens reconoció que había recibido la ovación más grande de su carrera deportiva en Berlín 1936.
Según el periodista deportivo Jeremy Schaap en su libro “Triumph: The
Untold Story of Jesse Owens and Hitler’s Olimpics”, los reporteros que
estaban allí pudieron ver el intercambio de saludos entre Hitler y Owens
tras ganar éste la prueba de 100 metros. Evidentemente y como se ha
explicado más arriba, Hitler no felicitó a Owens de forma particular.
Sin duda Owens fue la estrella de esos juegos y esa medalla de oro fue
la primera de un total de cuatro. El mismo Owens lo dice en el libro
“The Jesse Owens Story” de la siguiente manera “Cuando pasé, el Führer
se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví el saludo. Pienso que
los periodistas tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en
Alemania”.
Owens se hospedó en los mismos hoteles que los blancos, sin rechazo alguno. Esto era una ironía ya que los negros en USA no tenían los mismos derechos que los blancos. A su regreso y tras visitar la bolsa de Nueva York en una recepción en su honor, Jesse Owens volvió a su trabajo de botones en el Waldorf Astoria. Así lo indica en el libro arriba diciendo “Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al Presidente”. Owens comentó más tarde que fue Roosevelt quien le trató con brusquedad.
Otra creencia errónea es que los juegos marcaron un momento
humillante para los nazis, ya que unos pocos atletas negros consiguieron
muchas medallas y Hitler había pronosticado que los nórdicos serían los
grandes triunfadores, como prueba de la superioridad de la raza blanca.
En realidad los juegos de Berlín 1936 fueron cualquier cosa menos una
humillación a los atletas alemanes y a la propia Alemania. No sólo
fueron espectaculares y se emitieron por primera vez por televisión,
sino que siempre se olvida que Alemania ganó más medallas que todos los
demás países juntos y para Hitler fue un resultado satisfactorio.
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