El
análisis de Mosier también habla de las otras formas de artillería móvil
alemana, que muchas veces no se considera como “blindados”, ya que su cañón
sólo puede ser elevado o bajado y sin torreta móvil. Los cañones de asalto,
artillería autopropulsada, antiaéreos móviles, caza-carros y otras nuevas armas
se produjeron en gran cantidad y puestas al servicio como unidades de apoyo a
la infantería o como complemento a las divisiones panzer. Fueron muchas veces
rechazadas, por ejemplo por Guderian y otros como una innovación no bien
recibida. Sin embargo tuvieron un éxito indiscutible en la destrucción de miles
de carros enemigos soviéticos, incrementando los ratios que he comentado más
arriba.
El
autor demuestra que las tropas alemanas y sus oficiales estaban muy bien
preparados y entrenados, mejorando sus tácticas y estrategias a medida que la
guerra avanzaba. Sin embargo sus oponentes soviéticos, oficiales y tropa, se
mantenían pobremente preparados y muy mal dirigidos. Mosier presenta de forma
franca a los militares soviéticos como generalmente incompetentes, manteniendo
las altísimas bajas y fracasos a su nivel hasta el final de la guerra. También
pone en duda la alta reputación “oficial” de los mariscales soviéticos Zukov,
Koniev y otros, mostrándolos como superados por las circunstancias y
deshonestos en sus memorias sobre la guerra. Por ello, se pregunta lógicamente
¿cómo pudieron ganar la guerra los soviéticos? Mosier muestra el cómo.
Primero,
la URSS recibió una cantidad enorme de ayudas dentro del programa americano
“Lend & Lease” y otras formas de colaboración desde los USA e Inglaterra.
Camiones, aviones, tanques, gasolina, comida y todo en gran cantidad fue
suministrado a los soviéticos y les salvó de la destrucción en manos alemanas.
Esto es algo que derriba el mito estalinista de que la ayuda fue insignificante
y que jugó un papel mínimo o ninguno en la victoria soviética. Segundo, a pesar
de las repetidas solicitudes de Stalin de que los aliados abriesen un segundo
frente para rebajar la presión sobre la Unión Soviética, de hecho ya habían
dichos frentes en marcha que consumían recursos de Alemania. Por ejemplo, un
segundo frente era el bombardeo continuado sobre Alemania, un tercer frente en
el Atlántico, un cuarto en el norte de África y luego Sicilia e Italia y todo
ello antes de abrir el quinto frente en Normandía en Junio de 1944.
El
autor presenta de forma concluyente que lo que dio a los soviéticos la victoria
fue el hacer que las mejores unidades alemanas se trasladasen a otros frentes
en el oeste y el sur, a los Balcanes, a Francia, a Italia y en cualquier otro
lugar donde fuesen requeridas de forma urgente. Entre ellas se encontraban las
unidades de élite de las Waffen SS o la división “Grossdeutschland”. A la
Wehrmacht se le quitó parte de su capacidad de fuego y armamentos que
necesitaba en el este y por lo tanto su papel se convirtió en defensivo. El
mito de la solidez pétrea del Ejército Rojo que de forma victoriosa empujó a
los alemanes hasta Berlín, cae ante el análisis de Mosier.
También
Mosier analiza algún error alemán como el no haber tenido un bombardero
estratégico en producción masiva, pero esto se debía a que Hitler no quería una
guerra mundial y su ejército estaba diseñado para operaciones de poco alcance
geográfico, como mucho hasta Ucrania, tal como ya señala en su libro “Mein
Kampf” y el “Lebensraum” que el Führer quería. Esta falta de un bombardero de
largo alcance limitó el bombardear las fábricas más allá de los Urales. Sin
embargo y a pesar de ello dice que Alemania estuvo muy cerca de aniquilar
totalmente al Ejército Rojo ya en 1941, y sólo se debió a la generosa y vital
ayuda americana e inglesa que la URSS pudo sobrevivir. Por lo tanto, aunque sin
ese bombardero estratégico, Alemania casi acabó con los soviéticos.También dice
que en la guerra contra los partisanos en Rusia, Ucrania y Bielorusia, no fue
más que una pequeña molestia para los alemanes y nunca fue una amenaza mayor.
A
este respecto, señala que la mayoría de las víctimas civiles soviéticas durante
la guerra fueron el resultado directo de las órdenes de Stalin y no de las
acciones alemanas, ya que mandaba ataques y retiradas en cualquier lugar tras
las líneas, y que la mayoría de las mismas fueron machacadas por los alemanes
con un gran costo de vidas rusas y pocas bajas alemanas. Mosier sostiene que
las enormes pérdidas humanas sufridas y la destrucción física (ciudades,
edificios, fábricas, presas, etc.), llevaron al colapso de la URSS unas décadas
después. Si esto es así, Hitler fue la persona que lo consiguió.
Pero, sobre
todo, protegió a Europa de ser arrollada por Stalin en 1941, algo que nadie es
capaz de admitir a día de hoy.
Mosier
observa con atención la naturaleza de la “verdad” y “realidad” soviética
mezclada con el estilo de liderazgo de Stalin y eso, dice, es muy revelador.
Stalin podía hacer un pronunciamiento político sobre la guerra, la economía o
la producción, etc., y se esperaba que sus subordinados produjesen informes,
estadísticas, por ejemplo “hechos” que confirmasen la “realidad” de Stalin.
esta información tamizada, según Mosier, es la que fue usada por los
historiadores oficiales, periodistas y otros buscando cifras y estadísticas,
incluso cuando creían que ese material era dudoso en su veracidad, lo usaron
igualmente pensando que así perpetuaban los mitos de Stalin.
Su
sucesor Krushev perpetuó selectivamente esos mitos si eran útiles a sus
propósitos. Por ello, cuando Krushev en sus famosos discursos donde denunciaba
los crímenes de Stalin en los Gulags y las purgas del “Gran Terror”, no lo
extendía sus denuncias a los mitos que rodeaban a la “Gran Guerra Patriótica”,
que siguieron y siguen en pie hasta hoy. también hay mitos similares en el lado
aliado...El mismo Stalin no aceptaba ninguna contradicción y fue famoso por castigar
a esos que le daban malas noticias. En una ocasión fue un líder de la aviación
soviética que le indicó a Stalin que los aviones de la Flota Aérea Roja,
estaban pobremente diseñados y fabricados, averiándose continuamente. Fue
arrestado, torturado y ejecutado y fue un ejemplo para los demás... La visión
marxista-leninista de la naturaleza de la verdad misma, revela que es una
construcción política, cuyo objetivo político es siempre más importante que los
meros hechos o la realidad.
A
diferencia del modelo occidental, el marxismo dicta que “todo es político” como
la verdad, la literatura, etc., de hecho cualquier cosa debe servir para
conseguir los objetivos del marxismo-leninismo. La naturaleza de la verdad
misma es entonces definida, desde su punto de vista, como que el marxismo no
está técnicamente “mintiendo” cuando fabrica los mitos y literatura sobre la II
Guerra Mundial o como la URSS ganó la guerra.
Añadiría
que el trabajo de Mosier es refrescante y placentero y en particular para los
que defienden una lectura revisionista de la historia oficial. ¡Muy
recomendable!
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