Hoy me gustaría hablar sobre uno de los grandes directores de
orquesta que han existido, de más sólida formación musical y compositor
de éxito: Wilhelm Furtwängler. Fue un director de orquesta ya reconocido
en vida y sobre todo después de su muerte acaecida en el año 1954. Su
etapa el frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín que dirigió desde
1922 hasta 1945 y retomada de nuevo a partir de 1950, opino que no ha
sido superada.
Como muestra de su grandiosidad al frente de la orquesta, tenemos
varias biografías escritas e incluso una exitosa obra teatral en
Broadway, titulada “Taking Sides”(1966), que nos muestra su purgatorio
de “desnazificación”. También la creciente ventas de sus grabaciones en
CD muestran el interés intemporal por este gran músico. Podemos
encontrar las llamadas “Sociedades Furtwängler” en varios países como
Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, etc. Sin embargo en el
caso norteamericano, todavía su reputación es motivo de polémica.
La historia nos indica que cuando Hitler logró el poder
democráticamente en Alemania en el año 1933, muchos músicos judíos
abandonaron el país, entre ellos Arnold Schönberg, Bruno Walter, Otto
Kemplerer, entre otros. Sin embargo, la mayoría de los músicos se
quedaron y entre ellos muchos con grandes cualidades, incluso
incrementando sus capacidades. Creo que además de Richard Strauss, fue
Furtwängler el músico de mayor proyección que se quedó y colaboró con el
nuevo gobierno. Por ello, cuando se habla de él, incluso hoy, se
discute su papel y el de su arte bajo Hitler y sobre todo, de la
relación del arte y la política. Es un dato saber que Furtwängler nunca
fue miembro del partido nacionalsocialista, como sí fue su rival Herbert
von Karajan.
Creo que en todo este asunto, yo definiría a Furtwängler del que conozco su obra, como un profundo nacionalista, alejado de la política, que se nutrió de la sólida inspiración popular de su patria y de la música alemana como consecuencia. Por ello, la simple idea de irse de Alemania cuando Hitler llegó al poder, era algo que estaba fuera de lugar en la mente del director. Podríamos considerarlo como alguien de la “vieja Alemania” y creo también que celebró como sus compatriotas, el final del infame régimen democrático llamado República de Weimar, que abarcó desde 1918 hasta 1933. Es muy clarificador que Furtwängler fuese el director elegido para dirigir la orquesta el llamado “Día de Potsdam”, en el que Hindenburg pasó el poder al recién llegado Hitler, el 21 de Marzo de 1933 en la Garnisonkirche (intacta y destruida tras la guerra por los vencedores…). Ese día Furtwängler dirigió la obra de Richard Wagner “Los Maestros Cantores de Nuremberg”. Debió ser muy emocionante.
Es interesante conocer que Furtwängler tuvo un serio conflicto con el
Ministro de Propaganda Joseph Goebbels sobre la dirección artística e
independencia de su orquesta de la Opera Estatal de Berlín, hasta el
punto que Furtwängler dimitió de sus cargos en 1934. De todas formas,
rápidamente se logró un acuerdo y se le permitió independencia en su
trabajo. Desde entonces y hasta el final de la guerra, continuó la
dirección de la orquesta con gran éxito interna y externamente de
Alemania. Eso incluyó un exitoso tour por Inglaterra en 1935. También
fue director invitado de la Filarmónica de Viena en 1939 y 1940 y del
Festival Wagneriano de Bayreuth. Dirigió muchos conciertos de soporte al
esfuerzo de guerra alemán y fue vice-presidente de la “Cámara Musical
del Reich”, la asociación alemana de músicos. La influencia en la vida
musical europea de Furtwängler no disminuyó jamás e incluso se
incrementó durante el III Reich.
Es curioso que para los norteamericanos, un pueblo (como tantos
otros) absolutamente condicionado a pensar y creer que no se pudo lograr
ningún mérito artístico o cultural durante ese periodo de Alemania,
decir la frase “Arte Nazi” es como un contrasentido. Sin embargo, parece
que algo va cambiando en la historia y aunque de forma lenta, se van
aceptando avances en esos campos en ese período histórico. Muchas
revistas culturales y de arte empiezan a dar un relieve y a poner en su
sitio las obras de artista alemanes de todos los campos que siguieron en
Alemania y continuaron con su trabajo sin problemas. Para ver esto,
recomiendo dos obras/estudios que tratan de forma exhaustiva sobre
Furtwängler y otros artistas defendiendo su postura: “Trial of Strenght”
de Fred K. Prieberg y “The Devil’s Music Master” de Sam Shirakawa.
Ambas obras son del máximo interés para entender que fue la vida
cultural en el III Reich y el lugar de los artistas en el mismo.
Los artistas que huyeron de Alemania dijeron, creo que con una soberbia fuera de lugar, que sin ellos la vida cultural alemana se derrumbaría. Creían que el régimen de Hitler sería un ardiente y autoritario estado, sin vida cultural de ningún tipo. Se consideraban no sólo irremplazables, sino que su marcha llevaría a Alemania al colapso y el régimen se extinguiría rápidamente sin ellos. El tiempo demostró que no fue así.
Y si bien al principio fue una sorpresa la partida de esos
artistas, también es cierto que la vida cultural y musical en particular
siguió con Richard Strauss, Carl Orff, Karl Böhm, Hans Pfitzner,
Wilhelm Kempff, Elizabeth Schwarzkopf, Herbert von Karajan, Anton
Webern, y Furtwängler, que siguieron produciendo con unos estándares
altísimos. Me atrevo a decir que la vida cultural floreció como nunca en
Alemania.
No hay comentarios:
Publicar un comentario