OPINIONES CONTRA LA CORRIENTE OFICIAL
Hoy quería comentar un libro, que ya tiene algunos años, pero que es de rabiosa actualidad, y que se titula “Human Smoke. The Beginnings of World War II, the End of Civilization”, del autor Nicholson Baker y de la editorial Simon & Schuster. Muchos han tildado el libro como “libro mendaz” y fue perseguido incluso por los neoconservadores. Cualquiera puede pensar que el amigo Baker ha escrito en su libro una defensa del III Reich y su Führer. Sin embargo es exactamente al contrario: cualquiera que lo lea verá que Baker no tiene simpatía alguna por Hitler.
¿Entonces, dónde está el pecado del autor? Pues que en vez de escribir un libro histórico estándar, presenta en cada página un hecho por separado, generalmente tomado de periódicos y medios de aquel momento histórico. Un gran número de estos hechos muestran a Churchill y Roosevelt bajo una luz desfavorable y en el caso concreto de Churchill, queda claro que las verdades inconvenientes tenía de ocultarse para que continuase la veneración a ese personaje devastador.
De todas formas y de forma razonable uno puede pensar que la causa aliada en la II GM seguía criterios de moralidad, los ataques a no combatientes estaban estrictamente prohibidos. Sin embargo, la política seguida por Churchill no podía estar más lejos de este principio. Como Primer Lord del Almirantazgo en la I GM, supervisó el bloqueo del hambre para acabar con la población alemana y con ello quería minar la máquina de guerra germana desde dentro. “El bloqueo británico” escribió Churchill “trata a Alemania como si fuese una fortaleza y trata de matar de hambre a la población hombres, mujeres, ancianos y heridos hasta la insumisión”. El Armisticio de Noviembre de 1918, no trajo el fin del bloqueo.
Churchill siguió con él hasta que los alemanes firmaron el Tratado de Versalles en 1919. Churchill dijo el 3 de Marzo de 1919 “Mantenemos el bloqueo con rigor… Es repugnante para Inglaterra el uso de esta arma de hambre, que recae mayoritariamente en mujeres y niños y también a ancianos, débiles y pobres hasta que toda lucha haya terminado, y no más allá de lo necesario para asegurar los términos justos por lo que henos luchado”. Esta inhumanidad no ha sido ni la excusa de una necesidad militar. Si los alemanes hubiesen rechazado la firma, hubiesen estado sin esperanza alguna ante un intento británico y francés de acabar con ellos.
Baker no lo menciona, pero la joven generación que creció bajo esas condiciones terribles tuvo una afinidad sin fisuras con el movimiento Socialista-Nacional. El historiador de la Universidad de California, Peter Loewenberg, en su artículo "Psychohistorical Origins of the Nazi Youth Cohort” (ver: American Historical Review, Diciembre 1971, pag. 1457-1502), ha documentado perfectamente este fenómeno. La política de Churchill hizo que surgiera el fenómeno de Hitler y que luego Churchill mismo lo quisiera destruir. Baker puntualiza que en el libro del líder británico “The Aftermath”, publicado en 1929, dice que si Alemania no hubiese capitulado en 1918, una campaña masiva contra el pueblo alemán se hubiese llevado al final de la guerra.
Pero lo que pasó no era nada comparado con lo que hubiese pasado si los alemanes hubiesen seguido luchando hasta 1919, nos dice Churchill. Gases “muy malignos”, hubiesen acabado con toda resistencia. “Miles de aviones hubiesen aplastado sus ciudades”.
No es ninguna sorpresa que cuando se inició la II GM en Septiembre 1939, y que hizo volver a Churchill al gabinete, éste trajo de nuevo el bloqueo del hambre contra Alemania. Herbert Hoover, ex presidente USA, protestó de forma enérgica: ¿era una táctica de guerra aceptable el matar de hambre a mujeres y niños? Churchill no hizo caso de la protesta y siguió con su bloqueo.
Hemos de reconocer que Churchill fue capaz de aumentar su reputación de ferocidad. En la I GM los bombarderos no se habían utilizado en campañas de terror contra la población. Los teóricos militares tras la guerra, como Giulio Douhet ya dijo que la siguiente contienda se caracterizaría por los bombardeos masivos. Churchill fue un ardiente defensor de ello y cuando llegó a ser Primer Ministro durante la guerra, instituyó la política del bombardeo contra civiles. Baker cita en su libro que el oficial del ministerio del Aire británico James Spaight, reconoció que fue Inglaterra y no Alemania quien empezó con esa política inmoral y condenada durante la guerra por el valiente obispo George Bell.
Fue durante la segunda noche como Primer Ministro que James Spaight escribió… “Hemos empezado a bombardear objetivos tierra adentro en Alemania antes de que los alemanes bombardeen objetivos dentro de Inglaterra”. La última entrada en el libro de Baker es del 31 de Diciembre de 1941, cuando la campaña de bombardeos había alcanzado los salvajes ataques sobre Hamburgo y Dresden, pero la esencia de la política siguió. Pero Churchill no era el único que abogaba por los bombardeos masivos: es política tenía una gran aceptación popular. Baker lo conecta con los comentarios sedientos de sangre del izquierdista e hispanista Gerald Brenan, que escribió “Cualquier mujer o niño alemán muerto es una contribución a la seguridad y felicidad futura de Europa”.
Roosevelt también se pasaba las leyes de la guerra por el Arco del Triunfo. Mucho antes del ataque japonés a Pearl Harbor, ese “Día de la Infamia” 7 de Diciembre de 1941, Roosevelt esperaba que los chinos bombardeasen las ciudades más grandes de Japón. Debido a la construcción de las casas en madera y muy juntas, las ciudades japonesas podían quedar arrasadas. Los bombardeos americanos sobre Tokio y otras ciudades niponas, demostraron que Roosevelt sabía de lo que hablaba
Baker demuestra en su libro que Roosevelt estaba ansioso por enfrentase a los japoneses. La flota del Pacífico en Pearl Harbor estaba allí para provocar y su almirante en jefe, James O. Richardson, protestó por ello en varias ocasiones. Roosevelt le contestó relevándole de su puesto…
Todo ello nos lleva en el libro de Baker a que las ofensas morales no sólo se quedaban en las violaciones a las leyes de guerra por parte de Churchill y Roosevelt. Desde el momento en que Hitler subió democráticamente al poder en Enero de 1933, estaba claro que veía a los judíos como su peor enemigo. Hitler deseaba expulsarlos de Alemania, y a los que deseaban emigrar se les animó a hacerlo. Los que se quedaron vieron que su situación era cada vez más precaria. Roosevelt no hizo nada por ayudarles. Rechazó el aplicar presión para relajar las cuotas rígidas de inmigración a los USA, para poder permitir refugio a los judíos que lo buscaban desde Alemania.
Debo decir en su defensa que el sistema nacional de cuotas en su origen fue muy popular, y si Roosevelt lo hubiese querido cambiar hubiese sido su suicidio político. Pero también es cierto que no buscó alternativas temporales para acoger a los judíos, en vista a concederles la ciudadanía USA con el tiempo. No hizo ningún esfuerzo por acoger e instalar a esa población en algún lugar. Churchill, a pesar de haber expresado sus simpatías por los judíos y el sionismo, tampoco fue mucho mejor que Roosevelt.
Las cosas empeoraron tras la “Noche de los Cristales Rotos” en Noviembre de 1938. Hitler dejó claro en su discurso ante el Reichstag en Enero de 1939, de que si la guerra estallaba contemplaba una drástica acción contra los judíos. Evidentemente, estas palabras pueden interpretarse de muchas maneras. Con todas estas circunstancias ¿no era un imperativo moral evitar la guerra para asegurar la evacuación de los judíos desde partes de Europa que podían caer en manos alemanas? Y más allá, una vez iniciada la guerra ¿no era imperativo acabar la guerra lo antes posible?
Churchill rechazó todos los esfuerzos para lograr una paz acordada y con términos aceptables para todos, así como tampoco trabajó en la búsqueda de un lugar de asentamiento judío. Continuó con el bloqueo del hambre, una acción que sólo podría exacerbar las políticas alemanas más extremas. Una vez más Herbert Hoover, protestó señalando que el bloqueo dejaba a los niños de Varsovia en peligro de muerte por hambre. En Varsovia, Hoover dijo, la tasa de mortandad entre los niños era diez veces superior a la tasa de nacimientos, y los cuerpos son abandonados en las calles… “”¿Ha avanzado la causa aliada hoy como consecuencia de la hambruna entre los niños?” preguntó Hoover.
Churchill, por supuesto, hizo oídos sordos a Hoover y a las protestas: ninguna consideración humanitaria le apartaría de la lucha a muerte con Alemania. Defensores de Churchill como Lukacs, argumentaron que no tenía otra opción. Evidentemente, esto no es verdad y menos viniendo de un miembro de la Escuela de Frankfurt…
Dicen que Hitler buscaba dominar Europa y si no se hubiese declarado la guerra en 1939, o si se hubiesen aceptado las ofertas de paz, Inglaterra pronto hubiese tenido que combatir desde una posición débil o aceptar la supremacía alemana. El amigo Baker a pesar de que no comenta las intenciones del Führer, deja claras sus simpatías por pacifistas como Rufus Jones y Jeanette Rankin.