miércoles, 6 de julio de 2022

 

EL OTRO CHURCHILL

Winston Churchill es admirado por doquier, su imagen es utilizada como si hubiese sido un líder indiscutible, nada de lo que hizo a lo largo de su vida se contempla de forma crítica, etc, etc… Sin embargo, la lectura que yo hago de la persona y el personaje no contempla todas esas alharacas públicas bien pagadas. Fue alguien destructivo para Inglaterra, desde Galipolli, hasta la pérdida del Imperio Británico y el sometimiento perruno a los USA.

 

Tras ver todos estos panegíricos la pregunta es ¿quién pagaba a Churchill los puros, los buenos vinos, excelentes coñacs o whiskies, más allá del bolsillo de los ingleses de entonces? Y sus tropelías, ¡claro! Vamos a entrar en este asunto poco conocido y siempre ninguneado por los medios. En 1940, cuando Inglaterra estaba contra las cuerdas ante los alemanes, el gasto de alcohol de su residencia, era el doble del aprobado por el gobierno. ¿La solución? El alcohol se listó como ‘gastos de entretenimiento’. Para Churchill, flamante nuevo primer ministro, que vio como Alemania invadía Bélgica, Holanda y Francia, era un buen negocio.

 

Sin embargo, el precio del alcohol no era el mayor de los problemas de Churchill. Pasó, durante su vida, de la casi miseria a la riqueza. Este dato es algo que la gente de su alrededor comenzó a explicar hace ya un tiempo y que va más allá de lo que han escrito sus biógrafos, generalmente mercenarios a la carta. El hombre que pasó de admirar a Hitler a avisar del peligro que parecía representar para él, acumuló deudas enormes y contó con millonarios que le ayudaron a pagarlas.

 

A Churchill le encantaba jugar en casinos, perdió una gran cantidad de dinero en la bolsa e hizo todo lo posible para evitar pagar impuestos, incluso cuando fue canciller del exchequer, es decir, máximo responsable del tesoro de su majestad. A pesar de que, compulsivamente, pagaba tarde sus deudas, nunca se planteó llevar una vida más frugal. Siempre supo que alguien ‘le salvaría el día’.

 

Adquirió puros muy caros y vinos excelentes, incluso cuando no podía pagarlos. No podía hacer frente a los gastos de su casa de su bolsillo, pero no le preocupaba ya que estaba bien cubierto. Le encantaba la compañía y el dinero de millonarios. Uno de ellos era Sir Henry Strakosch, nacido en Austria, que le rescató en dos de sus grandes crisis. Una de ellas el 18 de Junio de 1940, un día después de que 4.000 soldados británicos, marineros y civiles que murieron cuando los alemanes hundieron el RMS Lancastria, Strakosch le dio un talón por 5.000 libras esterlinas (hoy serían 250.000 libras al cambio…).

 

El millonario no le pidió nada a cambio, aparentemente, y lo mantuvo en secreto. Para no dar pistas del dinero, Strakosch, le hizo el talón a nombre de uno de los hombres de confianza de Churchill. El nuevo primer ministro pudo entonces pagar a relojeros, distribuidores de vino y sastres que esperaban pacientemente el dinero de la deuda. Como he comentado, no fue la primera vez que recibió ayuda económica. Cuando los alemanes entraron en Austria en el llamado ‘Anchluss’ dos años antes, Strakosch abrió su cartera de nuevo. El millonario recibió una carta de agradecimiento de Churchill que decía ‘Sólo es para decirle que Hitler le ha dicho a Mussolini recientemente, que “nunca olvidaré este servicio inestimable”.

 

Churchill fue un gorrón desde sus primeros días en política. En 1906, cuando era subsecretario de estado para las colonias, tardaba mucho en pagar sus deudas. Decía de sus acreedores que “Ya que han esperado tanto, también deberán esperar un poco más. No quiero pagarles salvo que sea forzado a ello, en cuyo caso puedo disponer de dinero”.

 

Este fue el caso de la deuda con su proveedor J. Grunebaum & Sons, que le suministraban una docena de puros al día durante cinco años y jamás vieron un penique. También fue el caso de los pendientes de perlas y diamantes que le dio a su esposa Clementine en la Navidad de 1909. Pagó a los tres años… Para otros artículos, como el champagne Perrier-Jouet, vermut y coñac, se aseguraba de pagar a tiempo.

 

Muchos dicen que Churchill no era un alcohólico, yo tengo mis dudas razonables. Por ejemplo, entre Abril y Mayo de 1949 en un informe de gastos, refleja que se compraron más de 1.000 botellas de alcohol para su residencia, incluyendo jerez, whisky y coñac. Recordemos que en ese momento ya no era primer ministro, sólo un líder de la oposición.

 

Otro millonario que le ayudó fue Sir Ernest Cassel, un viejo amigo de la familia. Con ‘regalos’ de dinero, ayudó al entonces joven Winston. Al principio de la carrera pública de Churchill, Cassel pagó la librería de su nueva casa. Tras la I Guerra Mundial, el banquero le envió un talón de 2.300 libras esterlinas para el pago del crédito del número 2 de Hyde Park Street. Desde luego, no está claro que Churchill devolviese ese dinero a Cassel. No hay registro de ello.

 

La evidencia de donaciones personales por parte de esos millonarios y otros, da la sensación de que algo debieron obtener como retorno. Nadie da dinero a cambio de nada. Pero no sólo millonarios pagaron el hedonismo de Churchill, periódicos y revistas, también tuvieron su parte en el pastel. La revista Life o el Daily Telegraph, llegaron a pagarle vacaciones en lugares exóticos. Daniel Longwell de la revista Life, lo explicó “A pesar de que es algo privado, fueron viajes muy pródigos. Siempre iba con él personas de su familia, amigos. Comía la mejor comida y se alojaba en los mejores hoteles. En un viaje a Marrakech le pagamos todo eso a él y a varias personas que le acompañaban y la factura ascendió, créame, bastante. Sin embargo, creo que fue una buena inversión”. Sin comentarios.

 

La fama y gloria de Churchill construida por los medios, le ayudó a exonerar su imagen de deudas incluso tras la guerra también. Ese fue el caso una noche en un tren en Francia en 1949. Cuando se le pidió el billete, que no llevaba, consideraron que fue un honor y le hicieron firmar en un libro de pasajeros ilustres. 

 

Churchill entró en la II Guerra Mundial en casi bancarrota y salió de ella multimillonario. No sólo lideró el esfuerzo de guerra, escribió sus memorias y negoció la venta de los derechos. Parece que no le preocupó el hecho de utilizar archivos secretos del gobierno e informes, para escribirlo. Y que perder el Imperio Británico fue algo anecdótico.