Tan pronto como el ejército alemán cruzó la frontera, los soviéticos
pusieron en marcha su “Plan Económico de Movilización”. Este plan contemplaba
la posibilidad de que el enemigo tuviese éxito en la ocupación de grandes áreas
del país. Por este motivo, se detallaban planes muy precisos que mostraban la
ubicación a la cual deberían ser trasladadas las fábricas desmanteladas y los
pasos necesarios para su ejecución. Se tuvo en cuenta la relación individual de
cada fábrica con las demás. Este plan tan elaborado y ejecutado incluía el
desmantelamiento y la evacuación del equipo y personas entre 8 y 10 días antes
de la retirada del Ejército Rojo, seguida de 24 horas de destrucción masiva
llevada a cabo por los equipos de demolición justo antes de retirarse. Si
hubiese sido necesario, las tropas soviéticas hubiesen defendido esos puntos
hasta la muerte para que los equipos de demolición llevasen a cabo su trabajo.
Los destinos que se encontraron los sorprendidos alemanes apuntaban sin dudar
hacia la región de los Urales, sobre todo en la zona comprendida entre
Sverdlovsk, Molotov, Ufa, Chkalov y Magnitogorsk. Esta fue la región donde ya
se habían construido las fábricas y producían armamento antes de la guerra y
donde se reconstruyeron las fábricas desmontadas del oeste de la Unión
Soviética. Justo en los tres primeros meses de la entrada alemana en la Unión
Soviética, más de 1.360 grandes industrias y fábricas fueron transplantadas y
todo el equipo trasladable de miles de granjas colectivas se llevaron hacia el
lejano interior. Los deportados tuvieron que adaptarse en un tiempo
increíblemente corto a su nueva ubicación. En sólo 3 a 4 semanas se habían
montado de nuevo las fábricas y las empresas. Los trabajadores tenían horarios
de 12 a 14 horas diarias, 7 días a la semana. En 4 a 5 meses la producción
soviética había alcanzado los niveles previos a la guerra.
Se dice que la debacle soviética fue sólo posible porque millones de
trabajadores cualificados, directivos, ingenieros y especialistas fueron
llevados a esa zonas juntos a sus fábricas. Tan pronto como Febrero de 1940, la
inteligencia alemana había señalado la sistemática deportación de los polacos,
ucranianos y judíos del oeste de Ucrania. En Junio de 1940, hasta un millón de
judíos refugiados de la Polonia ocupada por los alemanes junto a muchos cientos
de miles de polacos, fueron deportados a Siberia. Luego, unas semanas antes del
22 de Junio de 1941 se deportaron en masa a los civiles que vivían a lo largo
de la frontera con Alemania, Hungría y Rumania. Los soviéticos informados por
sus propios espías, la inteligencia aliada y alemanes traidores, no perdieron
el tiempo en llevarse a los civiles que eran imprescindibles en las fábricas de
armamentos en los Urales.
Los historiadores soviéticos admitieron años atrás que la Unión Soviética
tenía planes mucho antes de la guerra para poner todo el sistema ferroviario en
pie de guerra rápidamente. El objetivo era prevenir que los alemanes pudiesen
capturar todo el material estratégico ferroviario. El éxito en este punto fue
total. A pesar del gran número de locomotoras, vagones y equipo de transporte
en las zonas fronterizas y el despliegue de tropas y material de guerra del
gigantesco Ejército Rojo preparado para atacar a Europa, la gran mayoría del
material ferroviario se salvó a tiempo antes del preventivo ataque relámpago
alemán del 22 de Junio. Durante las primeras 5 semanas, cuando el ejército
alemán avanzó cientos de kilómetros hacia el interior de la Unión Soviética,
sólo 577 locomotoras, 270 vagones de pasajeros y 21.947 vagones de transporte
fueron capturados. En términos relativos estas cifras absolutas representaban
el 2,8%, 0,8% y 2.5% respectivamente del total soviético...
Durante los primeros meses de la guerra (1939/1940), un millón de vagones
cargados con equipo industrial, materias primas y personas salió desde la zona
fronteriza. Podemos imaginarnos la escala de deportaciones forzadas, pero
pensemos que antes de la guerra hasta 90 millones de personas vivían las zonas
conquistadas por Alemania en la II Guerra Mundial.
Los soviéticos deportaron entre 25 y 30 millones de personas. Concentraron
sus esfuerzos de deportación en grupos concretos. Frente a la población
hostil a los comunistas, preferían los habitantes de las ciudades a los
campesinos, los preparados a los analfabetos, minorías educadas (judíos y rusos
de Ucrania, La Rusia Blanca y los países Bálticos). Ya que habían iniciado su
programa de deportaciones mucho antes del inicio de la guerra y debido a que
las zonas fronterizas no eran zonas muy habitadas, las ciudades soviéticas que
cayeron en manos alemanas al principio estaban muy despobladas, en algunos
casos hasta el 90%, siendo el promedio sobre el 50%. Las ciudades mostraban
porcentajes más altos de deportados si estaban en Ucrania o la Rusia Blanca más
que en las Repúblicas Bálticas. Si estaban situadas cerca de la frontera
occidental más que en las del este y si tenían minorías educadas también.
En resumen, la política de “tierra quemada” fue muy bien hecha por los soviéticos
y de acuerdo a sus objetivos. Un enorme programa de armamentos iniciado 13 años
antes de 1941 y mucho antes de que Hitler fuese visto como un candidato al
liderazgo de Alemania. Se hicieron inversiones enormes en zonas casi
despobladas para desarrollar el transporte, centrales eléctricas, redes de
suministro e industria pesada. Lo que no hicieron fue una infraestructura
social como casas, hospitales, etc, para acomodar los muchos millones de
civiles deportados entre 1940 y 1941. Como resultado entre 15 y 20 millones de
civiles murieron víctimas de epidemias, hambre, trabajo esclavo, falta de
hogar, falta de ropa y el brutal invierno siberiano.
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