(Extracto, con actualizaciones, de mi libro “¡No le llame negro, llámele subsahariano!. Guía para evitar lo políticamente correcto”)
Este simposio tuvo tanto éxito que el joven Weil pensó en levantar un
edificio y un presupuesto económico para una institución de ideas
permanente, similar al Instituto Marx-Engels de Moscú. Sería lo que hoy
llamaríamos un “Think Tank”. Su primera idea fue denominarle “Instituto
Marxista”, pero cambió por un nombre más suavizado y que ocultase sus
verdaderos propósitos: “Instituto de Estudios Sociales”, según su
traducción del alemán. Como curiosidad, uno de los alumnos que participó
en este seminario, citado más arriba con su mujer, fue Richard Sorge,
el conocido espía soviético y que había sido ayudante de Kurt Albert
Gerlach, hombre de temperamento difícil, que fue la primera opción para
dirigir la escuela y que además pertenecía a la Universidad de
Frankfurt, requisito imprescindible para que la nueva escuela tuviese un
lugar bajo la famosa universidad.
Pero Gerlach murió sorpresivamente en
Octubre de 1922 por diabetes a los 36 años. Ante el abatimiento de
Felix Weil, sus amigos le recomendaron al marxista Karl Grünenberg, como
posible director de la nueva escuela. Weil tenía algunas dudas sobre
esta propuesta, pero en Enero de 1923, Grünenberg fue nombrado consejero
del departamento de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad de
Frankfurt, convirtiéndose al mismo tiempo en el director de la “Escuela
de Frankfurt”.
Una vez en marcha la idea y los fondos económicos, la Universidad de
Frankfurt dio cobijo a esta escuela de pensamiento y a sus miembros, que
a lo largo de la historia han sido, entre otros: Walter Benjamín, Bruno
Bettelheim, Ernst Block, Julian Gumperz, Karl Grünenberg, Franz
Neumann, Nathan Ackerman, Theodor Adorno, Erich Fromm, Max Horkheimer,
Otto Kirchheimer, Friedrich Pollock, Ernst Schachtel, Adries Sternheim,
Leo Lowenthal, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, etc.
La “Escuela de Frankfurt” se inauguró oficialmente el 3 de Febrero de
1923 con un decreto del Ministerio de Educación, aunque no fue hasta el
22 de Junio de 1924 cuando abrió sus puertas operativamente en la
Victoria-Allee, bajo la égida de su director arriba citado, el
economista marxista nacido en Austria, Karl Grünenberg. Grünenberg dejó
claro que se trataba de un instituto de naturaleza marxista. Uno
de sus objetivos añadidos, pero muy importantes era “introducir la
razón en el mundo” y como meta la “Abolición de la Cultura” (‘Aufhebung
der Kultur’, según palabras de Lukács y entiéndase siempre la cultura
occidental). Grünenberg y sus colaboradores trabajaron en esa primera
fase sobre temas relacionados con el movimiento obrero y cuestiones
económicas, que eran temas marxistas convencionales, con un éxito
relativo.
Tras sufrir un ataque de corazón que superó en 1927, Grünenberg pasó
la dirección administrativa de la escuela a su asistente Friedrich
Pollock, hasta que se retiró definitivamente en 1929. Tras un impasse
con Pollock, el 24 de Enero de 1931, un joven intelectual marxista con
ideas muy diferentes llamado Max Horkheimer fue nombrado director de la
Escuela de Frankfurt. Se le puede considerar como un marxista renegado,
amigo de Weil y Pollock y especializado en Filosofía, estando en la
cátedra de esta especialidad en la Universidad de Frankfurt. Éste
comenzó a utilizar la escuela para desarrollar un nuevo marxismo muy
diferente del de la Unión Soviética y buscar un sustituto revolucionario
de la llamada “clase obrera”, que se encontró a partir de los 60 y que
ya veremos más adelante. Mientras tanto, Horkheimer recuperó las ideas
del húngaro Lukács y centró el trabajo del instituto en la cultura y no
en la economía, donde eran superados ampliamente por el capitalismo.
Sobre esa base, se introdujeron las ideas freudianas para argumentar,
como primer gran desarrollo, que en la cultura occidental los individuos
vivían bajo una constante presión psicológica y sexual.
De hecho, el denominado “padre del psicoanálisis” Sigmund Freud ha
sido impuesto como el paradigma que explica los traumas humanos basados
en la sexualidad y la aplicación de la educación sexual, donde hay mucho
de sexual y poco de educación. Los seguidores de Freud presentan como
verdades indiscutibles que si alguien piensa o sueña en objetos afilados
o alargados, uno está pensando en símbolos fálicos. La sexualidad para
él está basada únicamente en la libido. Cualquier idea sobre algo
redondo o cavernoso, es un símbolo vaginal y si una persona desea meter
un gol en la portería contraria, indica una represión ya que en realidad
desea fornicar con su madre por un complejo de Edipo. La “Escuela de
Frankfurt” utilizó el marxismo y todas las teorias de Freud mezcladas
para su trabajo de destrucción. Personalmente opino que Freud ya tenía
bastantes problemas con la cocaína y la sumisión perruna a su madre.
La aparición del crítico musical Theodor Adorno y del psicoanalista
Erich Fromm en ese momento en la “Escuela de Frankfurt” fue muy
importante. Algunos dicen que fueron los miembros más brillantes y
decisivos de la escuela. Fromm era conocido por su Psicología Marxista
Radical. Fue el pionero de los conceptos Liberación Sexual y Política de
Género. Según
afirmaba, su visión de la masculinidad y feminidad no eran reflejos de
unas diferencias sexuales esenciales, sino que derivaban de las
diferencias en las funciones durante la vida y que en buena parte había
establecido la sociedad y no la naturaleza. Por
lo tanto eran diferencias artificiales. Se puede apreciar aquí una de
las primeras piezas de la futura “Corrección Política”. Son importantes
en este campo y su aplicación los trabajos de Bruno Bettelheim
especialista en psiquiatría infantil y Leo Lowenthal especialista en
estudios de medios masivos.
Junto con Adorno hubo otro pensador llamado Walter Benjamín muy amigo
de Bertoldt Brecht y del cabalista Gershom Scholem, cuyos análisis
representan una buena base de la teoría que forma la base de la
“Corrección Política”, que ahora inunda nuestras universidades, política
y medios de comunicación. El“Postestructuralismo”
de Roland Barhes, Michel Foucault y Jacques Derrida, la “Semiótica” de
Humberto Eco, el “Deconstruccionismo” de Paul DeMan, todos ellos citan
abiertamente a Walter Benjamín. Incluso en 1991, el Washington Post
definía a Benjamín como “el más afinado teórico literario alemán”.
Herbert Marcuse se unió a la “Escuela de Frankfurt” en 1932, como
asistente de Horkheimer en el trabajo filosófico y seguramente fue su
miembro más importante o más conocido, acabando de afinar los principios
de Benjamin. Entre Fromm y Marcuse fue introducido el elemento central
de la ‘Corrección Política’, que es el elemento sexual. Fue el primer
teórico de la Nueva Izquierda. Durante los años 50 y 60, Marcuse
completó la traducción social del marxismo en términos culturales y lo
inyectó en la nueva izquierda americana, ya que la “Escuela de
Frankfurt” había huido de la Alemania nacionalsocialista hacia los
Estados Unidos en 1933, tras pasar por Ginebra y París. Casi todos sus
miembros eran judíos.
Hitler
no detuvo a los miembros de la escuela, pero debido a su radicalidad
izquierdista, no les permitió dar conferencias ni clases. Sólo Theodor
W. Adorno permaneció en Alemania varios años, hasta que se fue a Oxford.
Es curioso, pero en Ginebra, donde recalaron al principio, cambiaron el
nombre de la escuela del alemán al francés. En ese país y en contacto
con varios países de Europa, Horkheimer y Fromm analizaron las
consecuencias del desempleo en las familias y la ruptura del sistema
patriarcal por uno matriarcal. Vemos aquí la base de su famoso análisis
sobre la “Personalidad Autoritaria”. Pero tras un tiempo en Suiza,
tuvieron claro que era algo provisional, viajaron hasta París y de allí a
los Estados Unidos, lejos de los “tentáculos fascistas”, como ellos
decían.
En los Estados Unidos continuaron con sus trabajos siendo acogidos
sin problemas en la Universidad de Columbia en Nueva York, con la ayuda
del presidente de esa institución Nicholas Murray Butler. La llegada a
esta universidad se debió a las gestiones de Julian Gumperz un activo
comunista y colaborador de Willi Muenzenberg, el infame espía
bolchevique y especialista en “agit-prop”. Casi toda la élite
universitaria en los Estados Unidos tenía simpatía por los comunistas y
sus teorías. Criticaban abiertamente a la cultura burguesa, la sociedad
occidental, sus creencias y sus valores, pero guardaban un repetable
silencio ante las purgas, “juicios”, deportaciones masivas, “gulags” y
crímenes de los bolcheviques y troskystas. Gumperz y Muenzenberg sabían
que la introducción de la Escuela de Frankfurt en norteamérica, era
inyectar un “Caballo de Troya” destructivo en la educación y en la
sociedad occidental. También estuvieron en las universidades de
Princeton, Brandeis y Berkeley.
Desde 1940 y ya en Estados Unidos, comenzaron a aparecer cambios
sutiles en la descripción de los trabajos que desarrollaba la ‘Escuela
de Frankfurt’. Por ejemplo, el ‘revolucionario’ ya no era lo opuesto a
la ‘personalidad autoritaria’ como había sido en sus estudios previos en
Europa. En los Estados Unidos era ahora el ‘demócrata’ quien se oponía a
la ‘personalidad autoritaria’. Por ello, su lenguaje encajaba más en el
liberal ‘New Deal, que el marxista o radical’. ‘Educación’ por
‘Tolerancia’, en vez de la praxis para el ‘cambio revolucionario’ se
convirtieron en sus objetivos bajo un nombre diferente y más digerible.
De forma astuta, fueron iniciando y mezclando su lenguaje con el de la
nueva corriente izquierdista en los Estados Unidos, mientras mantenían
sus objetivos ‘culturales marxistas’. La tolerancia nunca fue un
objetivo en sí misma para la ‘Escuela de Frankfurt’ y la ‘personalidad
no autoritaria’ como fue definida, era alguien que se postulaba como no
dogmático en su tolerancia con la diversidad. Este pensamiento es
dominante en la actualidad en la sociedad occidental.
Estas ideas y otras teorías importantes aparecieron, como la llamada
“Estudios sobre los Prejuicios”, que se desarrolló en el decisivo libro
de Theodor Adorno “La Personalidad Autoritaria” (1950), ayudado por tres
psicólogos de la Universidad de Berkeley. Las ideas anteriormente
expuestas quedaban reflejadas y ampliadas en el libro. La influencia de
esta obra fue enorme. En el mismo, el autor dice que “la gente en
Estados Unidos tiene rasgos fascistas y que cualquiera que defienda la
cultura americana, es decir occidental, está desequilibrado
psicológicamente”. No es casualidad que los progresistas y comunistas
etiqueten a sus opositores como “fascistas”, sugiriendo implícitamente
que necesitan tratamiento psicológico a través de un “Entrenamiento en
Sensibilización”. El libro de Adorno abrió la veda en la búsqueda de
culpables. Uno de sus primeros estudios y de más éxito fue la teoría que
explicaba la aceptación del fascismo por parte de los trabajadores.
Decía que el sistema capitalista desarrollaba y sostenía un tipo de
estructura familiar: la estructura patriarcal familiar, que como
consecuencia generaba niños con una particular estructura del carácter.
Este principio remataba la idea de Adorno. La gente que tenía esa
personalidad aceptaba, ayudaba y promocionaba el fascismo. El fascismo
fue definido por la “Escuela de Frankfurt” como la manifestación del
nacionalismo, el etnocentrismo y el racismo desarrollado hasta el punto
de una expresión política. Desde la perspectiva Freudiana-Marxista, la
gente con “Personalidad Autoritaria”, eran enfermos mentales.
Necesitaban terapia. Calcularon que el 10% de la población americana
sufría este supuesto mal mental y era obvio que se necesitaba una
terapia de masas para solucionarlo. La aplicación de esta terapia se
llevaría a cabo a través de la educación pública y los grandes medios de
comunicación. Ya lo dice el conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi, en su
“Praktischer Idealismus” de 1925:
“La escuela y la prensa son los dos
puntos de partida desde los que el mundo se deja renovar y refinar sin
sangre ni violencia. La escuela alimenta o envenena el alma del niño, la
prensa alimenta o envenena el alma del adulto. Ambas se encuentran en
manos de una inteligencia no espiritual y devolverlos a las manos del
espíritu sería la máxima tarea de cualquier política idealista, de
cualquier revolución idealista”.
Prueba de esto último y en el caso de un gran medio en aquel momento
como era la radio en Estados Unidos, la Fundación Rockefeller, a partir
de 1937, comenzó a inyectar dinero en la investigación de los efectos
sociales de los medios de comunicación. En ese año citado, habían en los
Estados Unidos casi treinta millones de aparatos de radio y nadie había
hecho una investigación seria sobre ese medio y su influencia. La
Fundación Rockefeller solicitó la participación de varias universidades y
montó su cuartel general en la Escuela de Asuntos Públicos e
Internacionales de la Universidad de Princenton, bajo el nombre de
Oficina de Investigación de la Radio, pero conocido popularmente como el
“Proyecto Radio”.
El director del proyecto fue Paul Lazersfeld, el
hijo adoptivo de un economista marxista austriaco llamado Rudolph
Hilferding, y colaborador de la “Escuela de Frankfurt” desde hacía
tiempo. A las órdenes de Lazersfeld estaba Frank Stanton, reciente
doctor en Psicología Industrial por la Universidad de Ohio y que acababa
de ser nombrado director de investigación de la Columbia Broadcasting
System, gran título pero con poca entidad. Tras la II Guerra Mundial,
Stanton fue presidente de la CBS, consejero de la Rand Corporation y
también trabajó en el gabinete personal del presidente Lyndon B.
Johnson. Entre otros investigadores del “Proyecto Radio” estaba Herta
Herzog, que se casó con Lazersfeld y que acabó siendo la primera
directora de la emisora propagandística “Voice of America”. Theodor
Adorno fue nombrado responsable de la sección musical del proyecto. Las
actividades del “Proyecto Radio” dejaron claro que buscaban comprobar
empíricamente las tesis de Adorno y Benjamín, sobre la capacidad del
medio en el popularmente conocido “lavado de cerebro”.
De esa comprobación surgieron seriales en radio y las llamadas
“soap-operas” que conectaban perfectamente con las amas de casa de nivel
social inferior, con vidas grises, y que las trasladaban a parajes
exóticos y situaciones románticas para escapar del tedio diario. Un
estudio realizado por dos psicólogos de la Universidad de Chicago,
llamado “The Radio Day-Time Serial: Symbol Analysis”, afirmaban la
bondad de esos programas, la adicción que creaban en las oyentes y la
capacidad de credibilidad que tenían. El “Proyecto Radio” analizó en
profundidad el efecto que produjo el programa de Orson Welles de 1938
“La Guerra de los Mundos” y la histeria que provocó en la sociedad
americana.
Un dato curioso que descubrieron los analistas del “Proyecto
Radio” fue que la gente no creyó que los marcianos invadían el país,
sino los ¡alemanes!. La explicación era que los oyentes americanos
habían sido psicológicamente pre-condicionados por las noticias
radiofónicas sobre la crisis de Munich del año anterior. Esta crisis se
presentó en un formato novedoso de boletín o de noticia corta y que
rompía sin avisar el programa que hubiese en antena en ese momento, y
que se incrementó en los momento álgidos de la crisis citada. Eso creó
ansiedad y rumorología entre la sociedad, sobre la inminencia de la
guerra y la invasión. Orson Welles utilizó este sistema de boletines
sorpresa en su programa.
Con ello empezó la manipulación de los medios para introducir los
cambios que consideraban necesarios en la sociedad y sobre todo como
“creadores de opinión”. En la actualidad este formato de serial ha
pasado a televisión hacia los niños y los jóvenes donde aparece siempre
una representación fija de razas, orientación sexual, mujeres fuertes,
hombres estúpidos y débiles, etc. Ejemplos de series que han seguido ese
formato han sido M.A.S.H, Dinastía, Dallas, Falcon Crest, Little Annie,
etc. Por ejemplo, la CBS dispone de una estructura técnica para
analizar los programas tanto en Hollywood como en Nueva York, al igual
que otras grandes emisoras. Este tipo de análisis que llevan a cabo
estos colosos audiovisuales, son los responsables de la sensación de que
cuando ves una escena en una nueva película o programa, tienes la
sensación de haberla visto previamente. Si un analizador de programas
indica que la audiencia ha vibrado o ha vivido intensamente una escena
determinada de un drama de la II Guerra Mundial, o se ha emocionado
cuando un actor cualquiera besa a una actriz cualquiera, el formato de
esa escena se repetirá en docenas de obras, y será llevada a la edad
media, al espacio o a la situación que convenga.
Dentro de la manipulación de las personas y la “creación de opinión”,
es interesante reseñar que las técnicas para la aplicación del
“Entrenamiento en Sensibilización” utilizados en las escuelas públicas
americanas durante los últimos 40 años y que se utilizan en este momento
en la formación militar de los soldados para educarles, ya se
desarrollaron durante la II Guerra Mundial por Kurt Lewin y su equipo.
Unos de ellos, Abraham Maslow, era miembro de la “Escuela de Frankfurt” y
autor del libro “El Arte de la Facilitación”, que es el manual
utilizado durante ese entrenamiento de “sensibilización”.
En
él se adoctrinaba a los profesores no a enseñar, sino a “facilitar”. Se
convertían en “facilitadores”. Este manual describía las técnicas
desarrolladas por Kurt Lewin para cambiar la percepción que podía tener
una persona del mundo, a través de “dinámicas de grupo”. Los profesores
se convirtieron en terapistas de grupo aficionados. El aula se convirtió
en el centro de un auto-análisis y círculo terapéutico, donde los niños
y más tarde los militares, hablaban de sus propios sentimientos
subjetivos. Esta técnica fue diseñada para convencer a los niños de que
ellos eran la única autoridad en sus propias vidas. Era una forma de
alejarles de la familia y de la autoridad que emanaba de los padres y
avanzar en el nuevo modelo social marxista.
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