lunes, 8 de diciembre de 2014

DOS IDEAS POLÍTICAS FRENTE A FRENTE (Editado originalmente el 9/8/2014)


Creo que puede ser interesante comentar acerca de lo que era cada movimiento político, nacionalsocialismo y comunismo (este último aún existe), que representaron lo más convulso del siglo XX. También creo que mi comentario ha de ser, hasta donde sea posible, alejado de convencionalismos, romanticismos, emociones, amores u odios por uno u otro. Es complicado, pero es necesario hasta donde sea posible.
 
Por ejemplo, el nacionalsocialismo ha sido habitualmente presentado como una ideología de extrema derecha, mientras que el comunismo lo ha sido de la extrema izquierda del espectro socio-político. 

Esta es la imagen o idea tradicional que la gran mayoría de personas suscribirían sin dudar.  Incluso podemos encontrar personas que nos dirán en la actualidad que el odio obsesivo de Hitler contra el comunismo era falso porque el nacionalsocialismo alemán no era, esencialmente, diferente del comunismo. Yo no lo creo, veo claramente el comunismo como un régimen totalitario mientras que el nacionalsocialismo fue un régimen autoritario. Esto es importante y hablo de ambos regímenes en tiempos de paz, no de guerra. La guerra cambia las cosas por motivos de fuerza mayor. Por lo tanto me ceñiré a los tiempos de paz de ambos sistemas.
 
Por ejemplo, en Alemania había iniciativa privada, la gente podía viajar fuera de Alemania sin problemas, los negocios florecían y la sociedad avanzó de forma muy notable en bienestar social y trabajo para todos. Es cierto que no existía apertura política ni habían otros partidos además del nacionalsocialista, y desde luego no se podía abiertamente ir en contra del mismo bajo pena de cárcel según los casos. En la Unión Soviética por el contrario no había iniciativa privada, no se podía viajar al extranjero, todo estaba controlado por el estado de forma férrea y los disidentes eran enviados a campos en Siberia o eliminados directamente.
 
De todas formas el ver el comunismo o el nacionalsocialismo en términos de “izquierda” o “derecha”, creo que es insuficiente para describir ambos sistemas políticos. Como he comentado antes, el nacionalsocialismo apoyaba el concepto de propiedad privada y economía de mercado, mientras que el comunismo abolió ambas y el estado controlaba la economía a través de una “planificación centralizada”. Bajo el nacionalsocialismo el sistema de producción estaba mayoritariamente en manos privadas y la propiedad privada se respetaba y alentaba. Bajo el comunismo toda la propiedad privada incluyendo granjas, producción fabril e incluso las casas eran propiedad del estado. La única similitud entre los dos sistemas es que ambos fueron considerados como totalitarios en su naturaleza aunque de entre los dos, el nacionalsocialismo era considerablemente más benigno para sus habitantes y eso, para mi, lo convierte en un régimen autoritario. Y esto lo digo por la inexistencia de otras fuerzas políticas al mismo tiempo.
 
El mismo Hitler explicó lo que significaba el “socialismo” para Alemania en un artículo que apareció en Inglaterra en el “Guardian, Sunday Express” del 28 de Diciembre de 1938 “Socialista yo lo defino desde la palabra “social” y quiere decir “igualdad social”. Un socialista es aquel que sirve al bien común sin perder su personalidad o individualidad o el producto de su eficacia personal. Nuestro término socialista no tiene nada que ver con el socialismo marxista. Marxismo es anti-propiedad, el verdadero socialismo no. El marxismo no le da valor al individuo o al esfuerzo o eficacia individual. 

El verdadero socialismo valora al individuo y le alienta en su eficacia individual, al mismo tiempo mantiene que su interés como individuo debe estar en consonancia con los de la comunidad. Todos los grandes inventos, descubrimientos, logros fueron al principio el producto de un cerebro individual. Se me acusa de que estoy en contra de la propiedad, de que soy ateo. Ambas acusaciones son falsas”
 
Los dos sistemas fueron también diferentes en sus objetivos. El nacionalsocialismo bajo Hitler fue un movimiento revolucionario en defensa de la civilización cristiana occidental, mientras que el comunismo fue un movimiento revolucionario dedicado a su destrucción. Harold Cox, miembro del parlamento británico entonces y un estudioso clásico liberal escribió “Lo que los socialistas (comunistas) quieren no es el progreso del mundo como lo conocemos, sino su destrucción de ese mundo como el preludio de la creación de un nuevo mundo a su imagen... Su visión ética es la antítesis de lo que ha inspirado a las grandes religiones del mundo... y hacen una llamada deliberada a las pasiones como la envidia, el odio y la malicia”.
 
Los judíos comunistas que llevaron a cabo la revolución bolchevique en 1917 y tomaron el control absoluto de Rusia, hicieron todo lo posible para destruir la cultura tradicional cristiana de Rusia y mataron a millones de la mejor parte de la población rusa en su camino. Se ha dicho que el nivel de inteligencia (IQ) del país bajó varios puntos por esta matanza de “inteligencia” y personas preparadas que desaparecieron asesinadas. A través de la Internacional Comunista o Komintern, intentaron hacer lo mismo en el resto de Europa. El objetivo a largo plazo del comunismo que se estableció en Rusia, era el destruir los sistemas políticos de toda Europa y reemplazarlos por repúblicas soviéticas según el modelo ruso. Una vez en el poder, trataron de arrasar a las “clases propietarias”, es decir asesinarlas como había hecho en Rusia. Europa tenía toda la razón para horrorizarse ante la posibilidad de que los comunistas llegasen al poder.
 
El nacionalsocialismo, se desarrolló a partir de 1918 como un contra-movimiento a las revolución bolchevique y en menor medida contra el sistema parlamentario democrático de la República de Weimar. En un artículo en el periódico del partido nacionalsocialista “Völkischer Beobachter” (El Observador Popular) del 11 de Mayo de 1933 poco después de ser nombrado canciller, Hitler dice "Durante catorce o quince años he proclamado continuamente a la nación alemana, que mi tarea para la posteridad el destruir el marxismo, y esto no es un a frase vacía sino un juramento solemne que cumpliré mientras viva. He hecho esta confesión de fe, la confesión de fe de un solo hombre, de una organización poderosa (Nacionalsocialismo). Sé ahora que si el destino me quiere sacar de este puesto, la lucha será hasta el final; este movimiento lo garantiza. Para nosotros esta no es una lucha que pueda acabarse con un compromiso. Vemos en el marxismo al enemigo de nuestro pueblo que será arrancado de raíz y destruido sin piedad... Por ello debemos luchar hasta el final contra esas tendencias que han devorado el alma de la nación alemana en los últimos 17 años, que han hecho un daño incalculable y que si no hubiesen sido vencidas, habrían destruido a Alemania. Bismarck nos dijo que le liberalismo era el pacificador de la social-democracia. No tengo ni que decir que la social-democracia es la pacificadora del comunismo. Y el comunismo es el precursor de la muerte, la destrucción nacional y la extinción. Nos hemos unido a la batalla contra él y lucharemos hasta la muerte”.
 
El nacionalsocialismo no salió sólo de la mente de Hitler por generación espontánea ya completamente hecho y a punto, pero sí que él contribuyó enormemente en su formación. Sus detractores, sobre todo propagandistas judíos, presentan la ideología nacionalsocialista como las fantasías de psicópatas pero de hecho, el nacionalsocialismo era coherente y con una excelente base filosófica-social trabajada y preparada por grandes pensadores y estudiosos. Contrariamente a la imagen popular de Hitler, éste fue un pensador y filósofo de primera magnitud. El profesor de historia de la Ball State University de Indiana Lawrence Birkin dice que Adolf Hitler “tenía la facultad de presentar su mensaje de forma atractiva y accesible. El factor más atractivo de la ideología de Hitler fue su entusiasmo. No era meramente su forma de ser, sino que su mensaje levaba una imparable excitación. Fue un Mesías secular proclamando una versión alemana “de la Buena Nueva”. La posibilidad de la reconciliación de clases, los planes para una revitalización nacional, la identificación de un enemigo universal, etc., todo ello removía interiormente a sus audiencias. Hitler hablaba la lengua de los filósofos de la Ilustración, una lengua que casi había desaparecido en los estratos de la “grand intelligentsia”.
 
A pesar de que ha sido castigado sin descanso como “el más importante racista del siglo XX”, la visión racista de Hitler estaban en armonía perfecta con las corrientes de los siglos XIX y XX del pensamiento europeo. Lejos de ser rara o aberrante, su visión de la raza eran coherente con los occidentalistas más prominentes de las décadas previas a la II Guerra Mundial, como Woodrow Wilson o Winston Churchill, por ejemplo, entre muchos otros.
 
Contrariamente a la creencia popular, Hitler nunca apoyó ningún programa de engendramiento de una raza homogénea rubia de “super-arios”. Eso fue propaganda. Él aceptaba plenamente la realidad de que el pueblo alemán estaba formado por diferentes grupos sub-raciales y abogaba por  la unidad social y nacional. Hitler pensaba que un cierto nivel de variedad racial era deseable, y un exceso de mezcla racial o al contrario homogeneidad, podía ser dañino porque homogeneizaba y por ello eliminaba los trazos genéticos superiores e inferiores que siempre eran necesarios.
 
Se acusa a Hitler de haber prohibido a otros partidos políticos y eso fue cierto y los comunistas otro tanto, pero no sólo llegó democráticamente al poder, a diferencia de los jerifaltes comunistas, sino que ya en su programa político y en su primer discurso como mandatario en el Sport Palast de Berlín en 1933, pidió a Alemania cuatro años de total autoridad para acometer los cambios que el país necesitaba y que es exactamente lo que hizo. El pueblo se los concedió.

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