sábado, 30 de enero de 2021


WEIMAR

Hace poco vi un reportaje americano sobre la República de Weimar, el gobierno alemán formado tras el armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial. Fue un gobierno que ha entrado en la leyenda, sobre todo por los socialistas y comunistas, como una auténtica maravilla de libertad y orden y donde podía expresarse cualquier tipo de ocurrencia o aberración, llamada cultura, entre la gente con el beneplácito de ese gobierno.

Denominar gobierno de orden y libertad quizás sea muy temerario y, sobre todo, falso. Pensemos que en el periodo que fue desde 1919 hasta 1933, hubo 4 presidentes y 14 cancilleres (incluyendo a Hitler en 1933). Es decir, en 15 años hubo un promedio de 3,75 años por presidente y poco más de un año por canciller. Un desastre, se mire como se mire si alguien tiene un mínimo de sentido común. Seguramente la República de Weimar ha sido el ejemplo palmario del descontrol político llevado a su máxima expresión. Sin embargo, goza de una salud excelente en los medios progresistas. Lo pintan como si hubiese sido el Paraíso Terrenal.

Evidentemente, algo que caracterizó a esa república fue el caos continuado de todo tipo que empezó con la revolución alemana de 1918, tras el fin de la I Guerra Mundial y finalizó en 1933, con la llegada democrática de Hitler al poder. Todo ello trufado con una inflación galopante absolutamente disparatada. Los partidarios de la República de Weimar, buscaron inmediatamente la destrucción de la cultura, la moral, la política y la religión en la Alemania de posguerra en los años 20's. Esos partidarios acérrimos, que no representaban ni el 2% de la población alemana, fueron los que dirigieron Alemania con mano firme e implacable, hacia los más oscuros túneles del comunismo durante ese periodo de caos.

En Noviembre de 1918, tras el cese de la I Guerra Mundial y concretamente el día 7 de ese mes, Kurt Eisner puso en marcha la República Comunista en Munich, capital de Baviera. Se abrieron escuelas y campos marxistas para los jóvenes. El asesor de escuelas, Kurt Loewenstein, describió cual era el objetivo de esa nueva educación marxista: “La lucha contra la iglesia y contra la formación religiosa no es una lucha teórica sobre doctrinas teóricas, sino la lucha de un nuevo sistema social contra este moribundo sistema social”. Yo soy europeo y católico aunque me considero un mal católico por muchas razones que no vienen al caso, sin embargo el mensaje de Loewenstein apuntaba a un objetivo que yo, personalmente, no puedo tolerar en Europa. Kurt Eisner fue asesinado el 21 de Febrero de 1919 en Munich por Anton von Arco auf Valley, militar de origen judío.

El mismo caso se dio en Berlín, donde Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, trataron de llevar a cabo la revolución comunista en 1919, creando el Partido Espartaquista (luego Partido Comunista de Alemania). Esa revuelta fue frustrada y sofocada por el ejército y miembros de los Freikorps. Afortunadamente, los cabecillas y cientos de seguidores fueron capturados y encarcelados. Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht y otros sicarios fueron fusilados el 15 de Enero de 1919.

Además de todos estos movimientos comunistas que incordiaban la vida en Alemania, El armisticio alemán a las fuerzas aliadas de 1918 y el fin de la Alemania Imperial, trajo a dicho país un bloqueo naval inglés que causó una hambruna terrible, mientras que los términos de la rendición incluyeron muchas amputaciones territoriales al país, al mismo tiempo que la imposición de durísimas reparaciones de guerra (Tratado de Versalles), completamente alejadas de la realidad y el sentido común, creando un gran resentimiento totalmente lógico entre la población. Esa misma desdichada población fue abandonada por la república frente a las protestas laborales internas, hiperinflación monstruosa, desempleo altísimo, y los levantamientos violentos de los socialistas y comunistas, que derivaron en peleas callejeras muy sangrientas.

Esa población de menos del 2% que vivía en Alemania y a la que se les habían concedido derechos liberales en 1869, habían llegado desde la Rusia zarista hasta Alemania, especialmente después de fracasado golpe de estado comunista de 1905, donde el Zar se equivocó al no ajusticiar a Lenin en vez de simplemente desterrarlo hacia Europa y que viviese como un sátrapa en Suiza hasta 1917. Hay numerosas estadísticas que demuestran el influjo de esa minoría durante esos años y documenta su preferencia por las zonas urbanas y no rurales o marinas. Parece que las labores físicas y el campo en sí, no eran de su agrado. El mar tampoco era su elección. En 1925, esa minoría controlaba el 58% de todo el comercio del país.

En Berlín mismo, desde 1925 y en Plena República de Weimar, esa minoría representaba el 47,9% de los médicos, 50,2% de los juristas y un 37,5% de los dentistas. Las vocaciones intelectuales estaban también copadas por esa minoría como médicos de cabecera, directores de teatro y profesores en la facultad de medicina. Es grupo sólido y bien compactado, ha sido y es en todas partes el “continuo agitador”. Estos iconoclastas daban apoyo a los derechos a abortar, libertad sexual absoluta y se burlaban de la cultura alemana. Los editores de libros, revistas y periódicos también formaban parte de esa minoría apoyando desde los medios cualquier idea en esa línea destructora contra la cultura alemana en particular y contra la europea en general. 

Desde luego no es nuevo conectar a esa minoría con el comunismo y sabemos de su amplísima participación y origen en esa doctrina política inhumana y terrible. En un libro que leí hace tiempo se dice que: Karl Marx debe ser acusado por el hecho de que aparte de los movimientos laborales normales, comenzó a desarrollar un esfuerzo con el objetivo de darle un vuelco absoluto al orden establecido en todos los países y el cual se ha convertido en el peligro más grande que ha amenazado la cultura del mundo” ¿nos suena todo esto en España?…

La revolución comunista de Octubre de 1917 en la desdichada Rusia, fue llevada a cabo en su inmensa mayoría por miembros de esa minoría. Es un hecho incontestable. Es un hecho también que esa minoría le declaró la guerra a Alemania tan pronto como Marzo de 1933, tras acceder Hitler al poder. Es un ejemplo de su gratitud por la aceptación alemana de su presencia y la obtención de la ciudadania de pleno derecho que había comenzado, como he dicho más arriba, en 1869. Sus gritos de guerra parecían preceder a su temor por la posible limitación de presencia en la vida intelectual, social y política de Alemania. Parece que ya en Abril de 1933, la población alemana y sus dirigentes fueron conscientes de la situación de autoridad ejercida por esa minoría y comenzaron a aplicar limitaciones a la misma.

Lo que esa Alemania de 1933 vio con toda claridad fue la excesiva introducción de foráneos en la vida del país, sobre todo en la ciencia, la política y la cultura. Esos foráneos fueron apartando, durante la República de Weimar, a los ciudadanos originales de cargos relevantes que fueron ocupados por miembros de ese grupo. Fue un proceso que adoptó formas amenazantes ya que afectó a la alegría y salud de los ciudadanos alemanes, con el espíritu desintegrador del bolchevismo.

viernes, 29 de enero de 2021

 
VACUNAS

Como ya sabéis escribí un artículo sobre el virus chino con lo cual no voy a entrar en él de nuevo, aunque sí de forma tangencial. Por ello hablaré de vacunación, tema muy de la época actual, en el que la historia vuelve a darnos datos de interés y que posiblemente sean sorprendentes para muchas personas. Y como es habitual también el III Reich es uno de los actores…, ¡cómo no!

Dejando aparte las grandes pandemias de verdad como la mal llamada “Gripe Española”, que realmente empezó en los USA (Fort Riley, Marzo 1918), pero que le cayó el sambenito a nuestra sufrida España, sí que acepto que las vacunaciones son necesarias para las enfermedades conocidas y sobre todo en el caso de los niños, para que no puedan desarrollarlas en su crecimiento y su erradicación. Lógicamente, los países llevan a cabo sus programas de vacunación de la población, con sus protocolos de actuación y su aplicación. Hay casos de sobras que demuestran lo que digo.  No es nada nuevo ni sorprendente.

Como citaba más arriba, si nos vamos a la historia uno de los casos más interesantes fue el programa de vacunas durante el III Reich. Incluyo el enlace https://www.ifo.de/DocDL/cesifo_wp800.pdf, de los autores alemanes Andrea Wagner y Jörg Baten, titulado “Autarchy, Market Disintegration, and Health: The Mortality and Nutritional Crisis in Nazi Germany, 1933-1937”. Puedo adelantar que ambos autores no son precisamente partidarios del Führer, ni de aquella Alemania. Cito un extracto del informe que incluyo ya que creo que es de interés. 

“Como he mencionado, las tasas de morbilidad debidas a la difteria se incrementaron después de 1925 (en plena República de Weimar, añado yo), al igual que en otras naciones europeas. Sin embargo, las autoridades alemanas introdujeron los programas de vacunación de forma lenta en comparación, por ejemplo, con los estándares internacionales. Hasta 1939-1940, dichas autoridades responsables de la salud, todavía favorecían las antiguas formas de intervención estatal, apoyándose únicamente en el aislamiento y la desinfección. A partir de 1939, se llevaron a cabo programas de inmunización a nivel local y sólo en el Otoño de 1941, el Ministro del Interior del Reich finalmente recomendó que las comunidades que sufrían de difteria, llevasen adelante los programas de vacunación a una mayor escala” 

“En contraste a esto, países como los USA ya habían introducido en los años 30’s los programas de inmunización con un nuevo toxoide de la difteria que se encontraba en Alemania desde 1936. Sin embargo, aún se necesitaron varios años para que la vacuna fuese administrada a gran escala”. Debo decir en el caso alemán, que difícilmente podemos considerarlo como un plan de “vacunación obligatoria”, si lo comparamos con otros países como los USA o UK, en aquellos momentos. Incluyo otro enlace extraído de “The Nacional Library of Medicine” https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23114451/ y del cual quiero citar lo siguiente: “En el Imperio Alemán, las vacunaciones contra la viruela fueron organizadas por el estado. La vacunación obligatoria la introdujo el imperio en 1874, y continuó hasta la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana (1982/1983)”.

Eso quiere decir que las leyes de vacunación ya existían mucho antes del III Reich, al igual con las leyes de control de armas, no lo olvidemos. En Alemania se sabe que el período más serio de vacunación obligatoria en la historia de dicho país, fue durante la llamada “Guerra Fría” en la República Federal. Y es llamativo (o no…), que estoy leyendo en mucha prensa anglosajona una cierta comparación odiosa entre los mandamases globalistas, que fuerzan a una agenda de vacunación obligatoria y esos “malvados nazis”, cuando en realidad y nos lo prueba la historia, el III Reich fue muy laxo en cuanto a sus “programas de vacunación”. 

Por ello, me parece que los autores del documento del primer enlace incluido, Andrea Wagner y Jörg Baten, propalan además la idea de una supuesta “incompetencia en vacunas” del III Reich. Creo que es absolutamente falso y que como mínimo deberían ser honestos en su posición y mencionar, por ejemplo, el programa de vacunación contra la peste porcina de 1976, en la cual los soldados USA fueron inoculados y murieron como conejillos de indias y la salud de miles de ciudadanos norteamericanos fue dañada de por vida. ¿Estaban también los nazis tras ese horrible desastre?.

Simplemente digo que esos que esparcen la supuesta verdad y que comparan el actual virus chino y su supuesta vacuna, con todo aquello que pasó en el III Reich, espero que muestren documentos originales que prueben que esos “nazis malvados”, forzaron a un programa de vacunación de su población, como los mandamases globalistas en la actualidad o eso que hicieron los USA con sus soldados y su población, entre muchos otros desastres sociales de salud que callan convenientemente. No voy a decir si los alemanes de aquella época fueron buenos o malos, allá cada cual con su conciencia, pero por respeto y rigor deberían ser más honestos con la historia. Entiendo que el asunto del III Reich es muy socorrido, sigue vendiendo titulares 80 años después y sirve para cualquier ocurrencia en cualquier campo, pero ya es suficiente. Sólo pido rigor.

Debo añadir finalmente que soy consciente de que esto que escribo no sirve para nada, ya que el rigor histórico y la verdad han dejado de importar. Se trata de la posverdad y el relato emocional. La verdad no la quiere nadie, es inaceptable, es demasiado dura para las mentes infantiloides, raquíticas y cretinoides que ha creado el sistema entre nuestra desdichada población.
 

miércoles, 20 de enero de 2021

 

HUNGRÍA

Se oyen de forma continuada las quejas de la Unión Europea contra Polonia y Hungría por sus políticas anti-inmigración musulmana y negra, leyes LGTBI, contra la hipersexualización de los niños, contra la feminización de los hombres y virilización de las mujeres, etc., y su apoyo decidido y firme a las familias, los hijos y cualquier política de protección y mejora de las condiciones de la población autóctona. Cualquiera que lo vea con ojos objetivos dirá que es lo lógico, que un gobierno está para proteger a sus ciudadanos, pero la UE no lo ve a así y ha tratado que ambos países traguen con las aberrantes directivas impuestas a todos sus socios del continente europeo. Para la UE los dos países son un mal ejemplo. 

De nuevo, la historia nos explica el por qué de la reacción de los dos países. En el caso  concreto de Hungría, aunque en ambos casos la experiencia es la misma, 80 años de comunismo despótico y sangriento les ha vacunado contra esas políticas de la UE que ellos ven claramente como un “revival” del socialismo-comunista que sufrieron y que pronto ya disfrutaremos en toda Europa, empezando por España. Los polacos y los húngaros no tragan y tiene todo el sentido.

Si entro en el capítulo húngaro, los húngaros son una población que ha sufrido durante largo tiempo la maquinaria comunista de destrucción masiva, sobre todo en los últimos cien años, que se pueden considerar brutales. Tras la revolución comunista en Rusia de 1917, la agitación de ese movimiento maldito se extendió sobre Hungría. Para colmo, el Tratado de Versalles, redujo la tierra que pertenecía a Hungría a un tercio de su tamaño previo. La destrucción, el desempleo y el caos envolvió a Hungría tras la estela de la revolución rusa y el final de la I Guerra Mundial. Los desgraciados ciudadanos húngaros de 1919, fueron secuestrados por una minoría étinca de radicales al servicio de Moscú y bajo la égida de Bela Kuhn.

Este activista despiadado y miembro de esa minoría étnica y radical, nació en 1886 y en su primer trabajo fue despedido por malversación, antes de ser reclutado por el ejército húngaro para luchar en la I Guerra Mundial. Cuando se llevó a cabo la revolución bolchevique de Lenin, Kuhn estaba prisionero en un campo de concentración ruso, ya que fue capturado en el frente del Este. Lenin aprovechó el gran número de prisioneros de distintos orígenes europeos, para enviar a sus comisarios y buscar líderes que llevasen la revolución comunista a sus países de origen. Bela Kuhn abrazó el comunismo con gran entusiasmo. Lenin estaba tan satisfecho con Kuhn, que le llevó a Moscú y le puso al frente de la construcción del Partido Comunista en Hungría. Kuhn se fue de Moscú con otros 300 prisioneros de guerra húngaros para organizar la revolución bolchevique en su país. Obviamente, Lenin le dio un gran suma de dinero para ese proyecto.

Budapest tenía una gran población de la misma minoría étnica que Bela Kuhn, la segunda tras Varsovia. Esta minoría apoyó a Kuhn y su activismo comunista. Se convirtió en presidente de Hungría el 21 de Marzo de 1919. La mayoría de los miembros sobresalientes de ese gobierno, también eran de esa minoría étnica. Kuhn desató un reino de terror y asesinatos sin precedentes en la historia húngara. Los esbirros de Kuhn en el gobierno empezando con el cruel Tibor Szamuely, el cual empezó un despiadado mandato de terror. El mandato de Kuhn duró menos de cinco meses, 133 días concretamente, y sus esbirros asesinaros a unos 4.000 húngaros, ya fueran ahorcados, tiros en la nunca o bien torturados hasta la muerte. Algunos ciudadanos prominentes como el coronel Dormandy y Victor Horvath, fueron torturados de forma atroz en las bodegas del Palacio de Batthyany. Les apagaban cigarrillos en la boca y les hacían beber enormes cantidades de agua, así como clavos ensartados en sus uñas. Lenin les animaba a utilizar estas torturas contra cualquier oponente.

Entre otros sicarios estaba Georg Luckacs, luego miembro de la fatídica Escuela de Frankfurt, que se encargó del Ministerio de Educación y en ese poco tiempo ya animó a los niños a temas aberrantes de sexualidad, delación de sus padres y eliminación de la religión católica ¿nos suena en España en 2021?. Afortunadamente, el 2 de Agosto de 1919, el gobierno fue depuesto por el Almirante Nicholas Horthy y tropas leales a Hungría, convirtiéndose en el Regente. En 1921, Horthy prohibió el partido comunista y dio pasos para controlar a esa minoría étnica enemiga de Hungría. Lenin le dio más trabajo a su monstruo y sicario Bela Kuhn. Tras huir de Hungría, fue enviado a pacificar Crimea, donde se acredita que asesinó a unas 50.000 personas. Finalmente, Bela Kuhn fue ejecutado durante las purgas de Stalin en Noviembre de 1938. Demasiado tarde para sus víctimas…

Pero la pobre Hungría no lanzó al baúl de la miseria y el olvido al comunismo tras la caída de Kuhn. Los buenos de la II Guerra Mundial aceptaron las demandas de Stalin de mantener el control de la Europa del Este, apropiándose de Hungría en 1945, y sometiéndola de nuevo al comunismo. Los USA, fallaron a, tratar de dar algo más que moral para apoyar a los valientes húngaros contra los soviéticos en la revuelta húngara de 1956. Murieron a miles durante el levantamiento. Otros tantos huyeron de su patria para evitar las ejecuciones o los gulags soviéticos. Hungría se convirtió en un rehén durante más de medio siglo, debido a la cobarde reacción de los líderes occidentales que temían a su propio socio Stalin.

Durante los años 60’s, tuve ocasión de conocer en Barcelona a muchos jugadores de futbol que escaparon de Hungría y luego jugaron en el Barcelona, Madrid, etc., como Czibor, Kubala, Kocsis, etc. Sigo siendo muy amigo de Zoltan Czibor, hijo de ese gran jugador que ya reposa para siempre de nuevo en su martirizada tierra húngara.  

Todo esto nos explica el por qué Viktor Orban quiere ayudar a su pueblo y no quiere someterse a la dictadura de la UE y sus burócratas implacables que nadie ha votado. Tienen suficiente experiencia de a qué conduce esta alocada y social-comunista Europa.

miércoles, 13 de enero de 2021



¿CELEBRACIÓN? (y 2)

La postura de Ewell, le presenta como si fuese un valiente fuera del sistema, que lucha denodadamente contra las normas siniestras de la música occidental, cuando en realidad su visión era convencional hasta que hubo el advenimiento de la “Nueva Musicología” a finales de los años 80’s, cuando el marxismo cultural empezó a tener su auge en Occidente. La musicología fue una de las últimas fronteras para la teoría crítica y el postestructuralismo, que ya habían infectado la gran mayoría de estudios sobre humanidades y ciencias sociales a principios de los años 80’s. La nueva musicología fue fundada por el crítico y musicólogo americano de origen judío, Joseph Kerman (apellido original Zukerman), cuyo padre, el editor William Zukerman, fue una figura prominente en los medios de propiedad judía y autor del libro de 1937 “The Jew in Revolt: The Modern Jew in the World Crisis”

Una figura clave en el ascenso de la “Nueva Musicología” fue Susan McClary, cuyo libro de 1991 “Feminine Endings: Music, Gender and Sexuality”, se considera como el pilar base del movimiento. Susan ganó fama y notoriedad por su “análisis” feminista del primer movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven, donde proclamó “El punto de recapitulación en el primer movimiento de la 9ª, es uno de los más horribles en la música, ya que la cadencia preparada con mucho cuidado es una represión de la energía frustrada, que finalmente explota en la rabia asesina y estranguladora de un violador, incapaz de lograr la liberación”. Esta declaración risible y en el campo de lo cómico, fue una elaboración de su creencia de que la música occidental es inherentemente sexista, misógina e imperialista: esa “tonalidad, por sí misma, con su proceso de instilar expectativas y subsecuentemente reteniendo el cumplimiento prometido hasta el climax, es el medio principal durante el período de 1600 a 1900, para despertar y dirigir el deseo. La clave principal “masculina” se dice que representa al hombre y la clave secundaria “femenina”, representa al “otro”, un territorio para explorar y conquistar, asimilado en el yo declarado en la clave tónica de inicio”.

Todas las criticas del marxismo cultural contra la música clásica occidental, caen siempre en este ejemplo metáforas completamente especulativas y en función del gusto o paranoia particular de alguien. La “Nueva Musicología” impone sistemáticamente una ideología contra el hombre blanco como eje y en ese comportamiento y de forma feliz, descarta el probarlo aportando pruebas. La postura engreída que dice que antes del advenimiento de la “Nueva Musicología”, la disciplina musical estaba limitada por rígidos límites de empirismo y positivismo, es falsa. Lo que había era una creencia pura en los elementos musicales y en el valor de estudiarlos. El problema con esos supuestos “análisis técnicos objetivos” como los de McClary y Ewell, es que invariablemente conducen a conclusiones de “Supremacismo Blanco”, sobre la relativa calidad de tradiciones musicales de diferentes orígenes. La “dimensión problemática” de analizar “música como simple música” nos dice Susan McClary, es que la gente, inevitablemente, señala a la música clásica occidental como una prueba de la superioridad de los descendientes de europeos, la cual marginaliza al resto del mundo y también, a grupos minoritarios en los USA”.

Y lo último que le faltaba al bueno de Beethoven como deconstrucción del marxismo cultural y propuesto como reconstrucción anti-blanca, han sido y son los intentos por parte de los negros de apropiarse de Beethoven para ellos. Debido al hecho de que Beethoven tiene el status del arquetipo de genio musical, los negros supuestamente agraviados, desde el pasado siglo XX, tratan de propagar el mito de que Beethoven tenía ancestros africanos. La base de esta absurda reclamación es que la tez del compositor era ligeramente morena y el hecho de que parte de su familia tenía sus raíces en Flandes, que estuvo durante un período bajo la égida de España. Con todo ello y debido a la circunstancia de que España tuvo una larga conexión histórica con el Norte de África y los moros, se argumenta que un grado de negrura llegó hasta el gran compositor. Parece que olvidan el hecho de que los moros, como grupo racial, no eran ni siquiera negros.

Este mito fue diseminado por el “historiador” jamaicano Joel Augustus Rogers, en trabajos como “Sexo y Raza”, los dos volúmenes de “World’s Great Ten of Color”, “100 Amazing Facts About the Negro, “Five Negro Presidents” y “Nature Knows No Color Line”. Rogers, cuyo rigor intelectual era inexistente, dijo que Beethoven, además de Thomas Jefferson, Johan Wolfgang Goethe, Robert Browning y varios Papas, entre otros personajes, eran genealógicamente africanos y por lo tanto, negros. A pesar de ser todo un despropósito del amigo Rogers, el mito aún está presente en nuestra cultura contemporánea: en 2007, Nadine Gordimer, publicó una colección corta llamada “Beethoven One-Sixteenth Black, And Other Stories”. La determinación, sin prueba o evidencia alguna, de convertir a Beethoven en negro es, desde luego, un intento desesperado de hacer del compositor y su obra un símbolo glorioso de los logros negros.

La música clásica, como otros aspectos de la Cultura Occidental, ha sido una de las últimas víctimas de la manía por la diversidad anti-blanca, que ahora infecta la vida intelectual en todo Occidente. La crítica del marxismo cultural a la música clásica y a Beethoven, se basa en argumentos mezcla de mala fe, mentiras, invenciones y ocurrencias y afirma que la música occidental no es nada excepcional y no puede ser invocada para aupar a los blancos ya que ello implica necesariamente la inferioridad de las otras razas. Una larga conspiración del supremacismo blanco empequeñece los logros de negros y marrones, pero parece que fracasa en prevenir los intereses y logros de los asiáticos. Compositores negros han escrito sinfonías ¿no?, de hecho Beethoven mismo era negro…, pero la tradición musical occidental es inherentemente supremacismo blanco que necesita una urgente reconstrucción radical. 

La verdadera razón última de que la música clásica sea atacada por los activistas anti-blancos y del status de Beethoven como un titán de la civilización europea, es por la brecha en los logros civilizacionales que provocan una afrenta embarazosa cuando hoy se asume la igualdad como dogma social. La música occidental, con Beethoven como máximo exponente, permanece como un testamento brillante de la preeminencia de la alta cultura europea, e implícitamente de la raza responsable de ese logro. Los ataques a Beethoven en este pasado 2020, son otro ejemplo de la guerra contra los blancos a través de la construcción de una nueva cultura.

sábado, 9 de enero de 2021

 

¿CELEBRACIÓN? (1)

Hoy quiero hablar de música... En este pasado mes de Diciembre de 2020 se ha celebrado el año de nacimiento de uno de los más grandes genios de la música de toda la historia ¿su nombre? Ludwig van Beethoven. Aunque se desconoce el día exacto de su nacimiento en Bonn, lo que sí es cierto es que nació en Diciembre de 1770, es decir, hace 250 años exactamente. ¿Alguien lo sabía? ¿Habéis visto algún acto, cartel o noticia al respecto?. Yo no. 

Evidentemente, el virus chino no ha ayudado al evento y sí, se han cancelado los conciertos conmemorativos previstos. Sin embargo, ha habido otro “virus” realmente letal para Beethoven y son los esfuerzos implacables de los activistas anti-blancos, que atacan la reputación y la plaza dominante del compositor en el panteón cultural de Occidente. En vez de haber sido un año llenos de sonatas, cuartetos de cuerda, conciertos y sinfonías, el año 2020 solo ha visto ataques continuos contra Beethoven por ser un hombre blanco, genial y pieza fundamental de la tradición musical europea. 

Beethoven es el compositor cuyo repertorio ha sido más interpretado y este año no debería de haber sido una excepción. Antes de la cancelación general que he citado, del 15 al 20% del repertorio habitual que ofrecen las grandes orquestas, ha sido y es música de Beethoven. Se le reconoce ampliamente como el más grande compositor de todos los tiempos, aunque eso pueda ser motivo de discusión entre los musicólogos. Los conciertos y sinfonías en sus manos, se convierten en narraciones de fuerza heroica. Sus últimos cuartetos de cuerda abren una ventana profunda en el alma de cualquier persona. A diferencia de sus predecesores que fueron como artesanos que le entregaban una pieza musical a quien la pidiese y pagase, Beethoven luchó por su independencia musical en la época del Romanticismo, insistiendo en su creatividad libre de ataduras: “Lo que está en mi corazón debe salir y por ello lo anoto”. Esta fue su manifestación rechazando un puesto seguro y pagado, como su tutor Joseph Haydn, que fue el maestro de música de un terrateniente feudal en lo que hoy se conoce como Hungría. 

Pero cualquier referencia laudatoria a cualquier genio blanco como Beethoven, dispara inevitablemente el desprecio de los comentaristas anti-blancos, que suelen repetir como loros ante los compositores alemanes, sobre todo, que: “son argumentos del supremacismo blanco, nazis, neo-nazis y separatistas raciales para quienes la “música clásica”, la música de los “blancos” es inherentemente más sofisticada, complicada y valiosa que las tradiciones musicales de África, Asia, Suramérica u Oriente Medio, tratando de probar la superioridad de la “raza blanca”. Visto desde la óptica del Marxismo Cultural con respecto a la critica racial y la teoría de género, la música de Beethoven domina el repertorio de los conciertos no por su excepcional calidad, sino por el privilegio blanco. Insisten en que el lugar dominante de Beethoven, es el resultado de esa conspiración supremacista blanca que “suprimió intencionadamente” la música de los compositores “no-blancos” para “servir a la narrativa blanca de supremacía cultural, específicamente alemana y de Occidente”. 

En un reciente podcast que pude escuchar (https://www.vox.com/switched-on-pop/21437085/beethoven-5th-symphony-elitist-classism-switched-on-pop), el musicólogo Nate Sloan y el cantante Charlie Harding, dicen que las conocidísimas notas de apertura de la 5ª Sinfonía, no deben ser oídas según su interpretación tradicional, sino la puerta cerrándose ante las minorías como “mujeres, LGTBI, gente de color, etc.”. Y afirman, sin pruebas, que los “hombres blancos ricos”, asumieron la 5ª Sinfonía como “el símbolo de su superioridad e importancia”. El clarinetista negro Anthony McGill está de acuerdo y dice que la 5ª Sinfonía es un “barrera” entre la música clásica y las audiencias nuevas y racialmente diversas”. 

El compositor musical judío Norman Lebrecht defendió a Beethoven contra los comentarios de Sloan y Harding, diciendo que Beethoven era liberal y que “habían olvidado como la 5ª Sinfonía sirvió a millones de personas como símbolo e himno de libertad en la guerra contra el nazismo”. Lo que no mencionó el amigo Lebrecht es que aparte de preferencias políticas, ya que era liberal para su época y con simpatías republicanas, el compositor hizo repetidos comentarios contra el grupo étnico de Lebrecht. En una ocasión, Beethoven rechazó la idea de vender su “Missa Solemnis” al editor musical judío Adolf Schlesinger, a favor del alemán C.F. Peters, informándole a éste último que: “Bajo ninguna circunstancia Schlesinger tendrá algo de mi, porque también ha jugado conmigo con sus trucos judíos”. 

El crítico musical de origen judío Alex Ross, del “The New Yorker”, dijo que las celebraciones  sobre Beethoven previstas en 2020 “son una celebración gratuita y excesiva de los 250 años del nacimiento del compositor, que difícilmente necesita más publicidad”. Durante el inicio de las revueltas del “Black Lives Matter”, Ross insistió en un examen de la relación entre la música clásica a la que tilda de “ciegamente blanca, tanto en su historia como en su presente”, y exclama que cuando la tradición de la música clásica fue transplantada a los USA, la “mayoría blanca tendió a la adopción de música europea como un blasón de su supremacismo. Las instituciones de música clásica que aparecieron en la mitad y finales del siglo XIX, por ejemplo la Filarmónica de Nueva York, La Sinfónica de Boston, La Opera Metropolitana, etc., se convirtieron en templos de los dioses europeos… Apenas se hizo esfuerzo alguno para cultivar a compositores americanos; parecía más importante el crear una fantasía de grandeza Beethoviana”. 

Para Ross, la música clásica debe “superar sus sombras del pasado” si se compromete ella misma a “una confrontación mucho más radical con la herencia blanca europea”, programando a compositores no-blancos como Julius Eastman, un compositor negro ya fallecido, cuyas “estructuras improvisadas, su minimalismo, sus temas políticos subversivos y su abierta homosexualidad, le dan un aspecto revolucionario”. En la primera línea de los ataques a Beethoven 2020, ha estado también el compositor y músico negro y académico del Hunter College, Philip Ewell, que escribió un artículo titulado “Beethoven fue un compositor por encima de la media - Dejémoslo así”. Ewell evita los epítetos laudatorios aplicados habitualmente a compositores blancos como Beethoven y sus obras. Para Ewell, adjetivos como “genio” y “pieza maestra”, evocan “esclavitud” (maestro-esclavo), y sexismo (maestro-amante), y el lexicón de la música clásica, para él, desborda con eufemismos que disfrazan y refuerzan el “esquema hombre-blanco”. 

En vez de disfrutar del mérito reconocido de brillantez y originalidad por su obra, Ewell insiste que la fama de Beethoven ha sido elevada artificialmente diciendo que “además de incontables hombres blancos, y ha sido puesto ahí por el “esquema hombre-blanco”, tanto consciente como inconscientemente, con descripciones como “genio”, “maestro” y “pieza maestra”. Ewell cataloga la 9ª Sinfonía “una pieza maestra al igual que las “12 Little Spells” de Esperanza Spalding (la cantante y contrabajista negra). Buscadlo y comparad ambas obras… Ewell argumenta que el estatus de Beethoven y su 9ª Sinfonía es puramente un producto resultante de la teoría musical “esquema hombre-blanco, la cual ofusca raza y género”.


domingo, 3 de enero de 2021

 Mis 6 libros sobre aspectos poco conocidos de la II Guerra Mundial...