lunes, 8 de diciembre de 2014

DOS FORMAS DE ENCARAR LA CRISIS: USA-ALEMANIA 1933-1945 1/2 (Editado originalmente el 12/1/2011)

Hablando de crisis, es curioso que en la historia reciente del siglo XX hubo dos mandatarios occidentales que vivieron en el mismo plano temporal y se enfrentaron a problemas muy similares. Sin embargo, el resultado de sus esfuerzos fue dispar. Hablo de Adolf Hitler y Franklin D. Roosevelt. Hitler subió al poder de forma democrática el 30 de Enero de 1933 y Roosevelt lo hizo el 4 de Marzo del mismo año. Cada uno de ellos estuvo al frente de sus países durante doce años, hasta 1945, muriendo ambos por diferentes causas, con un mes de diferencia.

Roosevelt tuvo que lidiar con la Gran Depresión causada por la crisis de Wall Street de 1929 y Hitler con la crisis surgida del Tratado de Versalles y la República de Weimar. Roosevelt aplicó el llamado “New Deal”, cuyos resultados fueron más bien mediocres y marginales, como nos indica la historia. Sin embargo, Hitler y sus políticas fueron mucho más eficaces. El desempleo desapareció en tres años. Desde luego, este éxito de la Alemania de Hitler, apenas se conoce o no se quiere dar a conocer. Y creo que es un ejemplo muy interesante.

Como referencia de lo que se encontraron ambos mandatarios al asumir el poder, hemos de pensar que a principios de 1933 la producción industrial había caído en ambos países a la mitad que en 1929. A pesar del esfuerzo que pusieron en marcha los dos y como se ha dicho más arriba, los resultados fueron absolutamente diferentes. El éxito de Alemania fue incuestionable. Y no lo digo yo, lo dice el economista John Kenneth Galbraith, consultor de varios presidentes, escritor de numerosos libros y profesor en la Universidad de Harvard. “La eliminación del desempleo en Alemania durante la Gran Depresión sin inflación, y basándose en actividades de carácter civil, fue claramente un éxito. Raramente se ha mencionado, ni puesto como ejemplo. La noción de que Hitler no pudo hacer nada bueno no sólo fue en economía, sino en todo lo demás”.

Galbraith continúa “La política económica de Alemania, incluía “préstamos a gran escala para gastos públicos, y para obras públicas civiles como trenes, canales y las autopistas. El resultado fue mucho más efectivo sobre el desempleo que en ningún otro país industrial. A finales de 1935, se había acabado el desempleo en Alemania. En 1936 los niveles salariales más altos permitieron un incremento de los precios. A finales de los treinta, Alemania, tenía pleno empleo con precios estables. 

Fue, en el mundo industrial, un logro único. Hitler también se anticipó en políticas económicas modernas” indica Galbraith “reconociendo que para lograr el pleno empleo sólo era posible controlando los salarios y los precios” Otros países, dice Galbraith, fallaron al no entender o no aprender de la experiencia alemana “El ejemplo alemán era instructivo, pero no persuasivo” , esto es incuestionable. “Los conservadores americanos e ingleses miraban las herejías financieras nazis, el préstamo y el gasto, y de manera unánime predijeron un derrumbe. Y los liberales americanos y socialistas británicos miraban la represión, la destrucción de los sindicatos, los campos de internamiento, ignorando la economía. Nada bueno, creían, ni siquiera el pleno empleo podía venir de Hitler”.

Antes de llegar al poder, Hitler tenía claro que quería reorganizar Alemania y nunca lo negó, pero también sabía que con seis millones de parados y un país paralizado económicamente, la gran prioridad sólo podía ser el restaurar la vida económica y sobre todo lograr el pleno empleo con actividades productivas para Alemania. Es interesante conocer uno de los párrafos del discurso de apertura de su régimen en el Sport Palast de Berlín en Febrero de 1933 “La horrible miseria de nuestro pueblo no se puede mantener. Junto a los millones de parados hambrientos, está la pobreza de una clase media y de los artesanos. Si este colapso también llega a los granjeros alemanes, nos enfrentaremos a una catástrofe de dimensiones incalculables. Y no sólo será el colapso de una nación, sino de dos mil años de herencia de los más altos logros de la cultura humana y la civilización. Mi nuevo gobierno acepta la gran tarea de reorganizar la economía de nuestra nación a través de dos grandes planes de cuatro años. El granjero debe ser rescatado para mantener el suministro de comida y en consecuencia, el fundamento vital de la nación. El trabajador alemán será salvado de la ruina por todos los medios contra el desempleo. En cuatro años, el desempleo debe ser barrido. Los partidos marxistas y sus aliados han tenido catorce años para demostrar lo que podían hacer. El resultado es un montón de ruinas. Ahora, pueblo alemán, ¡dadnos cuatro años y juzgarnos!

Hitler rechazó las visiones económicas impracticables de algunos radicales de su partido, y de forma pragmática buscó a hombres con probada habilidad y competencia. tal como llegaron al poder, nos dice el eminente historiador y profesor John Garraty, Hitler y su nuevo gobierno “lanzaron un ataque directo sobre el desempleo. Estimularon la industria privada a través de subsidios y bajada de impuestos, alentaron un mayor gasto del consumidor utilizando, por ejemplo, créditos por boda y se involucraron en enormes programas de obras públicas como las autopistas, y proyectos para hogares, trenes y navegación”. El nuevo régimen también tuvo éxito en convencer a antiguos escépticos e incluso alemanes hostiles de su sinceridad, capacidad y habilidad. Esta confianza, dio riendas a los hombres de negocios y empresarios para invertir y a los consumidores para gastar, sin perder de vista el futuro.

Para la mayoría de alemanes, los salarios y las condiciones laborales se incrementaron notablemente. De 1932 a 1938, los salarios brutos semanales subieron un 21%. teniendo en cuenta los impuestos, las deducciones por el seguro y los ajustes por el coste de la vida, el incremento real semanal durante este periodo fue del 14%. Al mismo tiempo, las rentas se mantuvieron estables y hubo una bajada relativa en los costes de calefacción y la electricidad. De hecho, bajaron los precios de muchos productos de consumo como electrodomésticos, relojes y algunos alimentos. Los salarios de los trabajadores fueron incrementándose incluso hasta el principio de la guerra en 1939. El promedio salarial por hora en 1943, en plena guerra, había subido un 25% y el salario semanal un 41%. El horario normal de un día de trabajo para un alemán era de ocho horas y el pago de las horas extras era generoso. Además de unos salarios más altos, hubo beneficios como las condiciones laborales en mejora de salud y seguridad, cantina con platos a precios bajos subsidiados, campos de deportes, parques, teatros, exhibiciones y conciertos subsidiados también, deportes, baile, formación para adultos y ayudas para el turismo. Había también una red de programas para el bienestar social, incluyendo un seguro de vejez y un programa nacional de salud.

Hitler quería el más alto nivel de vida para los alemanes, según le dijo a un periodista americano a principios de 1934. Como nos indica el profesor Garraty “Está más allá de cualquier duda que los nazis dieron riendas para la movilidad social y económica de la clase trabajadora. Para motivar el aprendizaje de nuevas habilidades, el gobierno incrementó enormemente el número de programas de aprendizaje vocacional y ofreció generosos incentivos para los mejores de aquellos trabajadores eficientes” Según Garraty “Hitler inclinó el régimen en favor del alemán normal y corriente, sobre cualquier élite social. Los trabajadores tenían un lugar de honor en el sistema y por ello les ofrecían casas con subsidio, viajes a bajo coste, programas deportivos y equipamientos más cómodos en las fábricas.

Unas cifras nos pueden dar una idea de cómo la calidad de vida mejoró en esos años. Entre 1932, el último año antes de Hitler y 1938, el último año completo antes de la guerra, el consumo de comida se había incrementado un 60%, ropa y productos textiles en un 25% y muebles y equipamiento del hogar llegaba al 50% más. Durante ese periodo, el consumo de vino y champagne creció en un 50%. 

El volumen de turismo se había doblado y triplicado el número de automóviles. La producción de coches se había doblado de 1932 a 1937, mientras que la exportación se había incrementado en un 80%. El tráfico de pasajeros de aerolíneas se había triplicado de 1933 a 1937. Los negocios habían revivido y prosperado. Durante los cuatro primeros años de Hitler, los beneficios de las grandes corporaciones se habían cuadruplicado, y los salarios de los directivos de alto nivel rozaban un incremento del 50%. “Las cosas iban a ir incluso mejor” nos dice el historiador de origen judío Richard Grunberger en su detallado estudio The Twelve-Year Reich  “En los tres años entre 1939 a 1942, la industria alemana se expandió más que en los cincuenta años precedentes”

A pesar de que los negocios alemanes crecían, los beneficios eran controlados y por ley, mantenidos dentro de límites moderados. A principios de 1934, los dividendos de los accionistas de las corporaciones alemanas, estaban limitados al 6% anual. Los beneficios no distribuidos se invertían en bonos del Reich, que tenían un interés anual del 6% y por ello, después de 1935, del 4,5%. esta política tenía el claro efecto de animar a las reinversiones corporativas y autofinanciación y por ello reducir los préstamos de los bancos y disminuir la influencia del capital financiero.

La tasa impositiva fue creciendo desde el 20% en 1934 al 25% en 1936 y al 40% en 1939/40. Los directores de las compañías podían otorgar bonus a los ejecutivos, pero sólo si eran directamente proporcionales a los beneficios y además autorizaban los bonus correspondientes o “contribuciones sociales voluntarias” a los empleados.  Entre 1934 y 1938, los impuestos brutos sobre los salarios de los directivos alemanes se incrementaron en un 148% y el volumen total de impuestos en ese periodo fue del 232%. 

El número de contribuyentes entre los asalariados más altos-más de 100.000 reichsmark al año- se incrementó en un 455% y los de menor salario -menos de 1.500 reichsmark- se incrementó en un 5%. El sistema impositivo en Alemania fue aplicado con carácter progresivo, pagando proporcionalmente más aquellos con un nivel salarial superior. Entre 1934 y 1938 el impuesto medio sobre el salario para aquellos salarios de más de 100.000 reichsmarks anuales,  pasó de un 37,4% a un 38,2%. En 1938 los alemanes en las bandas salariales inferiores eran el 49% de la población activa y tenían el 14% de la masa salarial, pero sólo pagaban un 4,7% de impuestos. Los del máximo nivel salarial, que eran el 1% de la población, pero con el 21% de la masa salarial, pagaban el 45% de los impuestos.

Los judíos eran el 1% de la población alemana cuando Hitler llegó al poder. Mientras que el nuevo gobierno se movió rápido para sacarlos de la vida política y cultural, se les permitió seguir con su vida económica, al menos durante varios años. De hecho, muchos judíos se beneficiaron de las medidas gubernamentales de recuperación y la revitalización económica general. Por ejemplo, en Junio de 1933, Hitler aprobó una enorme inversión gubernamental de 14,5 millones de reichsmarks en la compañía de propiedad judía Hertie, una cadena de grandes almacenes. Esta inversión se realizó para evitar la ruina de los proveedores y sobre todo, de los 14.000 puestos de trabajo. El profesor en historia de la Universidad de Stanford, Gordon Craig indica claramente que “en la ropa y en tiendas al detall, las firmas judías continuaron operando con beneficios hasta 1938 y en Berlín y Hamburgo en particular, los establecimientos de reconocido prestigio y gusto continuaron atrayendo sus viejos clientes a pesar de la propiedad judía de los mismos.

En el mundo financiero, no hubo restricciones para las actividades de las firmas judías en la bolsa de Berlín y, hasta 1937 las casas bancarias como Mendelssohn, Bleichröder, Arnhold, Dreyfuss, Straus, Warburg, Aufhäuser y Behrens estuvieron en activo. Cinco años después de la llegada de Hitler al poder, el papel judío en el mundo de los negocios seguía siendo importante y controlaba una buena parte de bienes raíces e inmobiliarias, especialmente en Berlín. Esto cambió profundamente en 1938 y a finales de 1939 la mayor parte de los judíos habían sido apartados de la vida económica.

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