Quería recomendar un libro titulado “After the Reich: The Brutal
History of the Allied Occupation”, escrito por el historiador británico
Giles MacDonogh. Está sólo en inglés por ahora y me temo que pocas
editoriales en España tengan el valor de traducirlo y comercializarlo.
El libro nos explica el trato dado a la Alemania vencida tras la guerra,
el sufrimiento del pueblo alemán y los soldados prisioneros en manos de
los vencedores.
Este artículo lo prometí tras escribir el del 29 de Agosto de este
año, titulado “TORTURAS A PRISIONEROS ALEMANES POR PARTE DE LOS
ALIADOS”. Ya dije que este era una capítulos de la historia y de la II
Guerra Mundial, que pocos autores han tocado seriamente y es de
agradecer el libro de MacDonogh, que está escrito en la tradición de los
grandes historiadores ingleses, es decir desde la objetividad y la
frialdad de los datos y lo que sucedió. MacDonogh deja claro que la
derrota alemana en Mayo de 1945 que significó el final de la guerra en
Europa, quizás fue el fin de las hostilidades militares, pero empezó un
auténtico calvario para la población alemana y los soldados prisioneros.
No significó el fin de la muerte y el sufrimiento de millones de
personas cuyo único pecado era ser alemanes. MacDonogh dice que los
aliados iniciaron una nueva era que, en muchos casos, fue peor que la
destrucción provocada por la guerra misma. pensemos que La tasa de
muertes en los Campos norteamericanos del Rhin en ese momento, de
acuerdo con los datos de una encuesta médica, fue del 30 por ciento al
año; la tasa normal de muertes de la población civil en 1945, estaba
entre el 1 y el 2 por ciento. La diferencia es abrumadora.
Es un libro imprescindible y valiente en el que el autor detalla como
un vencido y postrado Reich a los pies de sus vencedores, sin olvidar
Austria, que también entraba en paquete de la rendición, fue robado y
humillado de forma sistemática, y que muchos alemanes que sobrevivieron a
la guerra, fueron asesinados a sangre fría o dejados morir
miserablemente enfermos, helados, con malnutrición o hambre.
Mucha gente
puede opinar que tras los supuestos desmanes nazis durante la guerra,
algún tipo de violencia vengativa contra los alemanes era inevitable y
quizás justificada. Una respuesta que se oye cuando se conoce algún
desmán aliado es “los alemanes se lo merecían”. Pero Giles MacDonogh
dice rotundamente que las terribles crueldades inflingidas al pueblo
Alemán totalmente postrado, fueron mucho más allá de eso. Su estimación
es que unos tres millones de alemanes , militares y civiles, murieron
innecesariamente después del final oficial de la guerra.
“Dios, cómo odio a los alemanes” escribió Eisenhower a su mujer,
Marnie, en septiembre de 1944. Antes, frente del embajador británico en
Washington, había dicho que todos, los 3.500 aproximadamente, de los
oficiales del Staff de Generales alemanes deberían ser “exterminados”.
En marzo de 1945, un mensaje al Staff Combinado de Jefes e iniciado por
Eisenhower recomendaba la creación de un nuevo tipo de prisioneros
-Fuerzas Enemigas Desarmadas, o DEF -quienes a diferencia de los
prisioneros de Guerra, definidos por la Convención de Ginebra, no serían
alimentados por el ejército después de la rendición de Alemania. Esto
era una directa violación de la Convención de Ginebra. El mensaje datado
el 10 de Marzo, argüía en parte: “El compromiso adicional de
manutención que conlleva el declarar a las Fuerzas armadas alemanas,
Prisioneros de Guerra haría necesaria provisiones de raciones en una
escala igual a las tropas de base, lo que podría estar más allá de la
capacidad de los Aliados, incluso si todas las fuentes alemanas fueran
usadas.” Finaliza: “Se solicita su aprobación, ya existen planes
preparados sobre esta base.”
Vista aérea de Rheinwiesen, campo americano de prisioneros alemanes
El 26 de Abril de 1945, la combinación de Jefes aprobó el Status DEF,
solamente para los Prisioneros de Guerra alemanes en manos de los
norteamericanos: Los miembros británicos habían rehusado adoptar el plan
norteamericano para sus propios prisioneros. La Combinación de Jefes
estipuló que el status de las tropas alemanas desarmadas sería mantenido
en secreto. En ese momento, el general del Cuartel Central de
Eisenhower en el SHAEF, el General Robert Littlejohn, había ya reducido
dos veces las raciones de los prisioneros y un mensaje del SHAEF firmado
“Eisenhower” había informado al General George Marshall, Jefe de Staff
del Ejército de EEUU, que los descampados cercados para los prisioneros
“no tendrán refugios, o techo u otros acomodos“.
Sin embargo, fue a
través de la provisión de alimentos que la política de aniquilación fue
llevada a cabo. Agua, alimentos, tiendas de campaña, espacio, medicinas,
– todo lo necesario para los prisioneros fue fatalmente negado. En el
Campo Rheinberg, no tenía alimentos el 17 de abril cuando fue
inaugurado. Tal como en los otros Campos, junto al Rhin, abiertos por
los norteamericanos a mediados de abril, allí no había torres de
vigilancia, tiendas de campaña,edificios, edificación para cocinar,
agua, letrinas o alimentos.
Por ello, aunque un millón de ellos fueron soldados que eran
prisioneros de guerra de los soviéticos que murieron en su mayoría en
cautividad en Rusia, es menos conocida la historia de miles de
prisioneros alemanes que murieron prisioneros de americanos e ingleses,
en campos de concentración terribles junto al río Rhin, sin cobijo, a la
intemperie y casi sin comida, como se ha comentado más arriba. A las
democracias no les tembló el pulso para eliminar sin piedad a toda esa
gente. Otros más afortunados, trabajaron durante años como esclavos en
países aliados. La mayoría de los dos millones de civiles que perecieron
después del final de la guerra fueron mujeres, niños y ancianos,
víctimas de enfermedades, frío, hambre, suicidio y asesinato masivo.
Además del rapto y violación de niñas y mujeres alemanas en la zona
soviética ocupada, quizás lo más brutal según MacDonogh, es la matanza
de un cuarto de millón de alemanes de los sudetes por sus vengativos
compatriotas checos. Los pocos supervivientes de esta limpieza étnica
fueron expulsados de la frontera y nunca regresaron a sus hogares. Hubo
escenas similares de muerte y robo en Pomerania, Silesia y Prusia
oriental, donde la población anciana que quedaba fue brutalmente tratada
y eliminada.
Se nos recuerda constantemente los campos de concentración alemanes
durante la guerra. Pero es chocante que poca gente sepa que esos infames
campos siguieron funcionando después de la guerra con prisioneros
alemanes, muchos de los cuales murieron miserablemente. El vengativo
plan del Secretario del Tesoro USA, Henry Morgenthau, de convertir la
vencida Alemania en un empobrecido país agrícola, sin industria moderna,
relegado a la edad media, es explicado por Mac Donogh de una forma
clara y sin ambiguedades. El plan de Morgenthau también contemplaba la
miseria por hambre, la esterilización o la deportación de la población a
lo que quedase de las ciudades en ruinas.
Y no fue que de repente los aliados tuviesen piedad humana por
Alemania para no llevar a cabo el plan. Fue el miedo a la expansión
soviética y el llamamiento al pueblo alemán para que permitiese la
estancia militar anti-rusa (aún sigue) de las bases inglesas y
americanas. La importancia de un libro como el MacDonogh es que actúa
como un antídoto ante la simplista pero duradera propaganda de los que
fue la II Guerra Mundial, de que la guerra fue una lucha entre el Bien y
el Mal y rompe la benevolente imagen del trato aliado a los prisioneros
alemanes y la población civil.
El libro es mucho más que una simple
crónica de la muerte y el sufrimiento humano. Es un monumento a la
verdad que se nos han robado todo este tiempo.
Sin palabras!!.....
ResponderEliminarMuy interesante. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a usted, Sr. Monchi!
ResponderEliminarSaludos, Felipe Botaya