miércoles, 10 de diciembre de 2014

CARLES FONTSERÈ-IN MEMORIAM (1916-2007) (Editado originalmente el 14/10/2012)


Hoy quiero hablar de Carles Fontserè escenógrafo, decorador, pintor, escritor y sobre todo, extraordinario cartelista. Sus combativos carteles republicanos durante la Guerra Civil Española, empapelaban las calles de Barcelona al inicio de la contienda.

Sabéis de mi poca afición a las izquierdas y demás utopias socialistas, que sólo han traído a la humanidad desgracia, miseria y muerte allá donde han tenido la desgracia de ser aplicadas. Sin embargo, “lo cortés, no quita lo valiente” y creo que en caso de Fontseré es importante conocer sus vivencias de primera mano tras las Guerra Civil Española, en su exilio en Francia durante la II Guerra Mundial, en manos alemanas. Es un testigo de excepción y sus opiniones, basadas en sus experiencias personales, son muy rompedoras. Y “políticamente incorrectas”...

Tengamos en cuenta que Fotserè vivió en la Francia ocupada, montó una revista musical con Cantinflas en México y en los USA trabajó como dibujante de tebeos, editor y taxista. Se reconocía como ateo pero su moral era cristiana, según sus palabras. Y rojo republicano. Hasta su muerte en 2007, vivió con su mujer, Terry, en una masía catalana que reconstruyó en el bosque de Bañolas. Una vida muy interesante y movida.

En 2004 publicó el libro “Un exiliado de tercera. En París durante la II Guerra Mundial” (Edit. El Acantilado, intentad buscarlo, aunque no fue re-editado), en el que da cuenta de lo que tuvo que pasar desde el final de la Guerra Civil Española y su huída a Francia, pasando por los campos de concentración franceses cerca de la frontera.

Decidió cruzar los Pirineos tras perder la guerra dejando España a sus espaldas, según explica en su libro “Ya no había nada detrás de mí. Sólo existía lo que había de los Pirineos hacia adelante”. Él consideraba que no sólo había mucho camino por delante, sino que habían muchas cosas por hacer. Se propuso llegar hasta París donde podría trabajar en lo suyo: dibujo, decoración, cartelismo, grafismo, publicidad. “Otros exiliados se torturaban pensando en volver”, remata.

Es curioso ver en qué momento Fontserè considera que la guerra en España está perdida “Me desanimó ver que Companys aceptaba presidir la Olimpiada Popular, cultural, para contrarrestar los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Una provocación contra Alemania, que celebraba sus Juegos ¡El país más mierdecita del mundo, Cataluña, contra el más poderoso, Alemania! Me pareció poco sensato, poco político. Se me cayó Companys a los pies. Y encima lo promovían los estalinistas".

Una vez en Francia y al igual que los exiliados de tercera (de ahí el título de su obra), fue enviado a un campo de concentración francés junto a Perpiñán en la playa al aire libre. Rodeado de una doble alambrada, el gobierno francés internó en horribles condiciones a los españoles huidos, con la intención de que regresasen a España con Franco para que se alistasen a la legión o a compañías de trabajos forzados “¡Hijos de puta...!” dice Fontseré sobre los franceses. Y continua “Atajo de indeseables” nos llamó el jefe del gobierno francés Édouard Daladier, un radical socialista. Igual que Albert Serrault, que en la Asamblea Nacional francesa nos definió como “esos despojos de la humanidad que han perdido todo sentido moral y que constituirían para nosotros (los franceses) un peligro muy grave si los mantuviéramos en nuestro país”. “¡Hijos de puta!” remata Fontserè “¡Allí murieron 14.000 españoles en seis meses!”. “El ministro de Colonias dijo que deberían enviarnos al fondo del Pacífico, entre las islas desiertas y deshabitadas, un territorio en el que pudiera hacerse lo mismo que hizo Inglaterra cuando transportó a los convictos a Australia”.

Su enfado es comprensible y su sensación fue de desconcierto ante el desmoronamiento del sueño francés. Los franceses rompieron su sensación de grupo, de ejército y tuvo que espabilarse hasta decidir rápidamente que debía fugarse. Otros compañeros se alistaron a la Legión Extranjera o compañías de trabajo en Francia “como esclavos” remata. Curiosamente añade que cuando esos compañeros fueron capturados por los alemanes, los enviaron a sus campos como prisioneros de guerra de un ejército enemigo que eran.

Logró fugarse tras analizar las alambradas, los cambios de guardia de las implacables tropas senegalesas que les vigilaban. “Al hacerlo, deserté de las honorables filas de los mártires del anti-fascismo. ¡Les hice butifarra a todos: a los guardias y a los presos! Me rebelé a aquel destino de mártir”. Lo siguiente no tiene desperdicio “Es que creo que es así, que muchos aceptaban ese destino. Yo no. Y hoy parece que sólo eres de los buenos si has sufrido mucho. Pues bien: aunque se indignen muchos “buenos”, yo diré que me divertí en el exilio, me lo pasé bien. Llegué a París sin dinero y sin papeles. Al principio pasé hambre, pero en cuanto conseguí lápices y pinceles, me gané dignamente la vida dibujando para varias publicaciones”

Cuando el libro entra en la vida diaria del París ocupado, la incredulidad aparece en el lector tras años de bombardeo mediático sobre lo malvados que eran los alemanes “Había muchísima vida cultural en el París ocupado. Jean-Paul Sartre empezó a ser conocido en esos años y Albert Camus salió expresamente de Argelia para presentarse en aquel París y estrenar sus obras con éxito. ¡Había mucha vida intelectual, artística y cultural en aquel París de la ocupación! Uno piensa que debía ser una vida activa clandestina, lejos de los alemanes, pero no “Los alemanes organizaban conciertos gratuitos por las calles de París y fomentaban estas actividades sin problemas. Yo llegaba de un piojoso campo de concentración y me topaba con música en las calles ¡maravilloso!”

Pero Fontserè, pensará uno enseguida, ¡¡está usted hablando de los nazis!! “Los soldados alemanes entraron en París de la mano de los soldados franceses, y eran unos enamorados de París y la protegieron. La actividad económica no se alteró: había electricidad, teléfono..., todo. El jefe del Estado Mayor alemán en París, Hans Speidel, se reunía con artistas e intelectuales franceses como Cocteau, Guitry, Gallimard... Por la calle, los oficiales alemanes se bajaban de la acera para dejarte pasar. En los cinco años que estuvieron en París, jamás vi a un soldado alemán armado por la calle ¡No hacia falta! Repartían chocolate por las calles”

¿Por lo menos habría resistencia, Sr, Fontserè? me pregunto al borde del desmayo, pero Fontseré es demoledor en su libro “Eso es un mito urdido luego por gaullistas y comunistas. Había acuerdo, había colaboración. Por lo que yo vi ¡había 40 millones de franceses petainistas! Los alemanes respetaron al ejército francés y Pétain, con ese acuerdo, salvó París y a los franceses de la destrucción. Fue inteligente y sensato. Nunca tuve sensación de temor ante los alemanes y me cruzaba con ellos erguido, taconeando y con orgullo ¡Nada de esconderme y asustarme! Una noche, sí había toque de queda por la noche, me crucé con una patrulla alemana que me dio el alto. Yo saludé con el puño en alto diciendo ¡Red spaniard, I’m a red spaniard! he hice con los dedo el gesto de disparar y dije ¡Franco, pum, pum, pum!. Me sonrieron e incluso uno de ellos me saludó llevándose el puño cerrado a la frente. Los nazis respetaban más a los combatientes republicanos que a Franco. Admiraban cómo habíamos formado un ejército popular, cómo habíamos resistido durante tres años”

Me pregunto más cosas ¿Y el caso Companys? Se lo entregaron los alemanes a Franco. “Companys se equivocó. En vez de presentarse orgullosamente a los alemanes como presidente de la Generalidad, se paseaba por París vestido con un traje blanco, como uno más. Intenté liberarlo cuando estuvo preso unos días en La Santé de París: con otros catalanes escribimos una carta a la comandancia alemana. 

No resultó. A los alemanes les disgustó mucho que Franco lo fusilase y después de eso no permitieron jamás que se entregara ni a un solo exiliado español más”

Lo que sigue es de traca “Yo no exculpo a los nazis, sólo digo lo que sé, y la verdad es que Alemania representaba por entonces lo más vanguardista y avanzado de Europa. Sus gobernantes eran jóvenes, mientras los de Francia eran vetustos. Goebbels se equivocó: mientras los americanos hacían docenas de películas sobre pérfidos nazis encarnados por las mejores estrellas de Hollywood ¡los alemanes no hicieron ni una sobre los americanos! ¡Qué fallo de propaganda! También los juicios de Nuremberg fueron más propaganda que justicia. Ejecutaron a cuatro que no les servían ¡pero acogieron en Estados Unidos a científicos como von Braun”

“Yo me quedé en París desde 1939 hasta 1948. Los políticos catalanes y españoles de izquierdas no me ayudaron, solo los cuáqueros que me dieron el dinero para comprar los pinceles y lápices y poder trabajar. Trabajé para los alemanes con mis carteles y dibujos. Nunca tuve problemas para entrar en la Comandancia de París con mis trabajos. Eran serios, formales y pagaban sin retrasos”

Decidí volver a España tras haber vivido una vida intensa en 1973 con Franco todavía en el poder. No tuve ningún problema. Por eso sé que los antifranquistas no se preocuparon del exilio cuando han gobernado. Alfonso Guerra montó una exposición que era una tomadura de pelo, una vergüenza: cuando los socialistas gobernaron ¿qué hicieron por los exiliados? ¡Nada! Yo pude volver porque tenía dinero para hacerlo, pero... ¿y los demás?

Un libro imprescindible si podéis encontrarlo.

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