lunes, 8 de diciembre de 2014

LA "ESCUELA DE FRANKFURT" 1/4 (Editado originalmente el 11/1/2011)

(Extracto, con actualizaciones, de mi libro “¡No le llame negro, llámele subsahariano! Guía para evitar lo políticamente correcto”)

Me gustaría escribir sobre una iniciativa que pocos conocen pero que ha tenido una decisiva influencia en la forma de vivir y hacer en los últimos 80 años, y que explica muchos de los cambios sociales e ingeniería social que padecemos en todo el mundo occidental. Se trata de la llamada “Escuela de Frankfurt”.

Un poco de historia… El marxismo triunfó en la Rusia de los zares tras el sangriento golpe de estado bolchevique de Octubre 1917 (a pesar de que el Zar Nicolás II había abdicado siete meses antes, en Marzo, por el Príncipe Lvov y éste permitió el Régimen de Kerensky), las consiguientes represiones sangrientas y el dinero y ayudas aportados por los millonarios, financieros y banqueros mundialistas desde Estados Unidos y Alemania. Esto último puede sonar increíble, pero así fue ya que el servicio secreto norteamericano transmitió al estado mayor del ejército francés un sorprendente informe (archivado con la referencia 7-618-6 np 912 S.R. 2, II. Transmis par l’Etat Major de l’Armée. Deuxieme Bureau), en el que se afirmaba que los financieros Jacob Schiff, Max Breitung, Felix Warburg, Otto H. Kahn, Mortimer Schiff, Jerome H. Hanauer y la firma bancaria Jun, Loeb y Cía, dirigida por Schiff, Kahn, Warburg, Hanauer y Loeb, estaba fomentando la revolución en Rusia. El trust Nya Banken y el financiero Olaf Aschberg, ayudaban igualmente a la causa bolchevique desde Estocolmo. 

Lo mismo hacia Judah L. Magnes, dirigente de la organización marxista “Poale”. En ese mismo informe secreto se involucraba a los grupos bancarios Lazard Frères y Sindicato Rhenano-Westfaliano, como financiadores de los grupos revolucionarios que se agitaban en Alemania, a cuyo frente se hallaban Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht, Kurt Eisner y Hans Haase. Como anécdota a la presencia de multimillonarios en los medios comunistas, el periódico “L’Humanité” órgano oficial del Partido Comunista francés, fue fundado por proletarios tan curiosos como los banqueros Louis Dreyfus, Charles Louis-Dreyfus y el matrimonio Rosnoblet, que eran la tapadera de… ¡la familia Rothschild!

Pero sigamos con la historia… También el comunismo intentó el éxito en otros países como en Alemania con los Spartaquistas de Rosa Luxemburg y su levantamiento, el gobierno de Bela Kuhn en Hungria y el bolchevismo soviético que se quiso implantar en el estado de Baviera, liderado por Kurt Eisner. Se demostró enseguida que los trabajadores no daban el respaldo mayoritario a estos movimientos políticos. Los marxistas y sus teóricos estaban asombrados del escaso eco que tenía su movimiento y lo poco que los trabajadores apreciaban la posibilidad de formar parte del “paraíso del proletariado”. Nunca culparon a la ideología de ese fracaso europeo, sino a los trabajadores. De estos teóricos hubo dos, Georg Lukács en Hungría y Antonio Gramsci en Italia, que iniciaron un análisis pormenorizado de qué había fallado en la concepción y aplicación de las teorías comunistas en Europa. Era el primer paso para no repetir errores.

Lukács comunista húngaro e hijo de uno de los banqueros judíos más importantes del Imperio de los Augsburgo comenzó su carrera política como espía clave de la Internacional Comunista, y muchos le consideran el más grande teórico del marxismo tras el mismo Marx.  Concluyó en 1919 que el gran problema para la aplicación real de los principios comunistas en el mundo occidental, era la propia cultura occidental. Lukács tuvo ocasión de poner en práctica sus ideas cuando en 1919 el gobierno bolchevique de Bela Kuhn se instaló en Hungria, él fue nombrado comisario de cultura y su primera acción fue introducir la educación sexual radical entre los escolares húngaros, como primer paso para minar la familia, la cultura y los valores. También alentaba a los niños a rechazar la autoridad paterna y la de la Iglesia e ignorar los preceptos morales. También intentó pasar esta revolución de los valores a las mujeres húngaras. Tanto los trabajadores como los demás ciudadanos húngaros no apoyaron esta iniciativa. La gran obra escrita de Lukács fue “Conciencia de Historia y Clase” y consideró que el nuevo hombre socialista debía ser como Alyosha Karamazov, refiriéndose al personaje de Dostoyevsky. 

Por descontado que el gobierno de Bela Kuhn duró meses y en buena parte fue debido al ultraje que la clase trabajadora sintió con las ideas y aplicaciones de Georg Lukács. Eso sí, ese periodo de 5 meses le costó al pueblo húngaro la vida de más de 200.000 personas, hasta que el almirante Horthy puso fin al desaguisado. El propio Bela Kuhn fue condenado a muerte y ejecutado tras los famosos procesos de Moscú de 1938, como agradecimiento a los servicios prestados. Lukács logró pasar secretamente a Alemania en 1922, donde comenzó a participar con grupos de pensadores marxistas. Una de sus frases famosas fue: “Este cambio mundial de valores sólo puede llevarse a cabo con la aniquilación de los viejos valores y la creación de otros nuevos por los revolucionarios”.

Por su lado, el comunista italiano Gramsci perteneciente a la Internacional Comunista, llegó a la conclusión de que los trabajadores nunca reconocerían sus verdaderos intereses de clase hasta que se pudiesen liberar de la cultura occidental y sobre todo del yugo de la religión cristiana. Estos dos elementos cegaban a la clase trabajadora de sus verdaderos intereses (que por supuesto el liberador comunismo les iba a dar…). 

Gramsci llegó a decir en su teoría que “uno puede hablar correctamente de una revolución cultural, siempre que la protesta se dirija al conjunto de la cultura, incluyendo los principios morales de esa sociedad. Podemos afirmar que la idea tradicional de revolución y la idea 
 tradicional de la estrategia revolucionaria han terminado. Son ideas anticuadas. Lo que debemos llevar a cabo es una forma difusa y dispersa de desintegración del sistema cultural”. La teoría de Gramsci, defendía la revolución pausada que podía penetrar en una cultura, la occidental en este caso, durante un período de tiempo para destruirla desde dentro. También fue el primero en proponer la aplicación de fórmulas psicológicas para destruir las tradiciones, creencias y moral de la base del sistema para que la gente no tuviese posibilidad de resistirse. Sus palabras eran claras “El mundo civilizado ha sido saturado de cristianismo durante 2.000 años y por ello, una cultura basada en esa religión, sólo puede ser vencida desde dentro”.

Una iniciativa que planteaba Gramsci para llevar a cabo su proyecto era la de formar alianzas con grupos no izquierdistas (con ello demostraba un pragmatismo absoluto). En nuestro tiempo y lo podemos ver claramente se trata de grupos como las feministas radicales, gays y lesbianas, grupos medioambientales extremistas, los llamados movimientos por los derechos civiles, grupos con ideas mundialistas, iglesias liberales así como grupos y razas hoy considerados supuestamente atacados por el sistema occidental. Con esta idea en marcha se podría formar un frente común cuyos esfuerzos lograrían la transformación destructiva de la vieja cultura occidental. Si eso se conseguía en el futuro, decía Gramsci, se obtendría la “hegemonía cultural” y se podría controlar en profundidad los más íntimos deseos del pensamiento humano, con la ayuda de la psicología de masas. El paradigma era conseguir que lo seres humanos “amasen la esclavitud” (¿nos recuerda a “1984”?). La resistencia al “marxismo cultural” sería totalmente inútil ya que se colocaría a los posibles disidentes en una “jaula de hierro”.  Textual.

Como anécdota y como era de suponer al igual que muchos otros fervientes comunistas antes de morir, según Monseñor Luigi de Magistris, arzobispo de la Curia Romana y emérito de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano (el dicasterio que se encarga de las indulgencias, bautismos y controversias internas), Antonio Gramsci volvió al cristianismo y no sólo recibió los últimos sacramentos, sino que en el hospital pidió a las monjas que le dieran a besar la imagen del Niño Jesús, frente a la imagen de Santa Teresita del Niño Jesús que presidía su habitación.

Los pensamientos e ideas de Gramsci pueden verse reflejados en el libro de Charles A. Reich “The Greening of America” (1990). En el mismo el autor, profesor y gay comprometido, haciéndose eco de las palabras de Gramsci dice “Hay una revolución en marcha. No será como las revoluciones del pasado. Será originada a partir del individuo y la cultura y cambiará la estructura política como acto final. No necesitará violencia para triunfar, ni la violencia podrá detenerla. Es la revolución de la Nueva Generación”.

Tanto Gramsci como Lukács pusieron la base ideológica y de principios para la creación en 1923 en Alemania de la llamada “Escuela de Frankfurt”. Sin embargo, la primera escuela en pretender el  marxismo aplicado fue la llamada “Revisionismo Marxista”, creada por Eduard Bernstein e influenciada por otro pensador comunista llamado Jean Jaurès. Esta escuela de pensamiento revisionista defendía la idea de que la revolución se llevase a cabo a través del parlamentarismo. Esta base de principios aún perdura en los partidos de la Social Democracia occidental. Por descontado que el mismo Marx rechazaba a los Social-Demócratas.

En 1923, la primeramente llamada “Institut für Sozialforschung” en la Universidad de Frankfurt, pasó a denominarse popularmente “Escuela de Frankfurt” y cuyo objetivo, tras los fracasos y dificultades del comunismo en Europa, fue desarrollar un tipo de marxismo diferente del “Revisionismo Marxista” y del marxismo soviético. La “Escuela de Frankfurt” unió el marxismo y las teorías de Sigmund Freud y creó un “Marxismo-Freudiano”, con lo que sintetizaba las ideas de uno y otro, Freud y Marx, y las convertía en una fuerza destructora y subversiva contra la civilización occidental, su cultura y sus valores.

El creador de la “Escuela de Frankfurt” fue Felix Weil un joven marxista de origen judío, que prefería el pensamiento marxista más que la acción directa, llegando a pensar de sí mismo que era un “Bolchevique de Salón”. Disertó doctoralmente en la Universidad de Frankfurt sobre los métodos de socialización y debido a la persecución de los izquierdistas por parte del gobierno de Weimar, Felix Weil decidió convertirse en un benefactor de esa izquierda. La fortuna de su familia hizo el resto. Su multimillonario padre Hermann Weil, tratante internacional de grano con Argentina que, lejos de ser el clásico burgués, ayudaba y motivaba a su hijo en esos derroteros. Se convirtieron los dos, padre e hijo, en filántropos de la izquierda. La aportación inicial fue de 120.000 marcos, que no sólo cubría cualquier acto que Felix Weil pudiese realizar, sino también publicaciones,pasquines, propaganda, etc. 

Weil organizó en 1922 un simposio de una semana denominado “Erste Marxistiche Arbeitswoche”. Se realizó en el verano de 1923 en Geraberg, cerca del bosque de Turingia, con el objetivo de unir las varias posiciones e ideas teóricas de los marxistas alemanes habían adoptado en respuesta a la situación en la misma Alemania y también en respuesta a los últimos acontecimientos en la Unión Soviética. Además de Felix Weil y su mujer, en la reunión estaban Karl y Heda Korsch, Georg Luckacs, Karl y Rose Wittfogel, Friedrich Pollock, Julian y Hede Gumperz, Richard y Christiane Sorge y otra docena más de pensadores.

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