lunes, 8 de diciembre de 2014

CABALGADA MORTAL 1/2 (Editado originalmente el 23/3/2014)

Ya sabéis que me gusta mucho el análisis del choque titánico entre la Unión Soviética de Stalin y la Alemania de Hitler desde 1941 hasta 1945. Hasta hoy la versión oficial y los medios de comunicación han seguido un patrón similar: “Alemania, dirigida por un loco codicioso por la conquista del mundo, atacó por sorpresa a la Unión Soviética. Los alemanes hicieron conquistas rápidas sobre un enemigo que no se esperaba el ataque y que fue sorprendido totalmente. 

Cuando los soviéticos se recuperaron de la sorpresa inicial, pusieron en marcha sus casi inacabables recursos humanos y materiales y pasaron al ataque, forzando gradualmente a que los invasores regresasen a su frontera inicial y luego destrozando el régimen nazi casi por sí mismos. Es decir, los alemanes fueron perdiendo fuerza y siendo cada vez más débiles, mientras que los soviéticos crecieron en potencia haciendo que la derrota alemana fuese inevitable. Los aliados occidentales ayudaron, pero fueron los soviéticos quienes acabaron con la amenaza nazi” Y así continuamente...

Una gran cantidad de documentos y estadísticas parecen dar la razón a Stalin en cuanto a cómo fue la guerra. La mayoría de los historiadores occidentales han aceptado su veracidad y de forma rutinaria la citan en sus estudios, incluso en libros y estudios recientes como los de David Glantz y sus análisis de varias batallas en el frente del este. También historiadores anteriores como John Erickson hicieron lo mismo, apoyándose en la versión de Stalin sobre la guerra. Los pocos historiadores que discutieron la versión de Stalin, fueron tachados de “controvertidos” y sus ideas y planteamientos, se
rechazaban o se trataban con desprecio.

Uno de ellos y de los que os quiero hablar aquí es del norteamericano Dr. John Mosier, profesor de la Universidad Loyola de Nueva Orleans, el cual ya ha publicado libros muy interesantes como “The Blitzkrieg Myth”, “The Myth of the Great War” y “Cross of Iron”. Estos libros muy profundos académicamente y muy objetivos en sus análisis, han establecido sin ningún tipo de duda que hay una realidad diferente sobre Alemania en las dos grandes guerras. Son libros que os recomiendo totalmente. Pero el más interesante es el último titulado “DEATHRIDE: Hitler vs. Stalin: the Eastern Front, 1941-1945”, de la editorial Simon & Schuster, Nueva York, 2010. En este libro Mosier se mete en agua hirviendo ya que las sorpresas que contiene son muchas y rompedoras. Por ejemplo, en vez de un dictador loco y codicioso que quería conquistar el mundo, Hitler es mostrado como alguien en su sano juicio y racional que toma decisiones sensatas y acertadas, que entiende de estrategia y política global mucho más y mejor que sus generales.

En vez de un ataque sorpresa sobre la inocente Unión Soviética, Mosier concluye que la guerra fue un golpe preventivo sobre un régimen depredador a punto de invadir Alemania y la Europa occidental.
 
Mosier, entre otros trabajos, cita el libro que ya he recomendado en otros artículos en este blog titulado “Icebreaker” de Victor Suvarov y la obra de Joachim Hoffmann “Stalin’s War of Extermination”. Y Mosier cita ambas obras de forma respetuosa. Sólo eso ya es una gran sorpresa, ya que muchos historiadores rechazan esos descubrimientos de los dos autores con desprecio o los ignoran. La simple idea de acusar de la guerra a los soviéticos en vez de Hitler, ha sido siempre un tema tabú. Y esa idea aparece bien fundamentada en el último libro de Mosier.

En el libro (pag 82) Mosier dice “Las pruebas más recientes confirman los interrogatorios a los oficiales soviéticos capturados y lo que ya revelaron en 1941 y fue que Stalin estaba planificando atacar a Hitler en el primer momento posible. Durante cincuenta años aproximadamente esa idea ha sido rechazada a pesar de que fue el patrón de actuación soviética antes de 1939 y después de 1945. Por ello, estas pruebas recientes contradicen la antigua leyenda de Stalin y explica ciertamente la motivación de Hitler: su ataque a la Unión Soviética fue un ataque preventivo”

Una tendencia habitual de los generales alemanes tras la guerra fue continuar asumiendo muchas de esas asunciones. Se querían distanciar de Hitler y del Nacionalsocialismo, presentándole como alguien que les forzó a la guerra. De acuerdo a esta versión amable, todo lo que fue mal fue culpa de Hitler y sus decisiones enloquecidas, mientras que todo lo bueno y correcto que sucedió fue el resultado de los generales. No tengo dudas que esta explicación simplista tiene que ver con la protección de sus propias reputaciones, además de proteger la imagen del generalato alemán y sobre todo sobrevivir a la Alemania de la posguerra y mejorar sus relaciones con los vencedores, sobre todo los USA, que ocuparon y aún ocupan, la derrotada Alemania.

Mosier puntualiza que en casi todos los casos, Hitler tomó las decisiones correctas mientras que sus generales no. La casta de los  generales estaba entrenada para tomar grandes ciudades y sobre todo las capitales, pero Hitler entendía que las guerras modernas eran económicas en su naturaleza y por ello los conflictos debían conseguir la materia prima del enemigo y sus recursos, impidiendo que el enemigo pudiese hacerlo en los propios. Mosier defiende que los generales de Hitler no entendían este principio de la guerra moderna. En la página 31 el libro dice “Una de las quejas más acertadas de Hitler sobre sus generales fue que no entendían nada sobre los aspectos económicos de la guerra. Esto podía ser extendido a otras áreas fuera de la economía”.

El libro sigue “Los generales ya desde el principio veían la guerra con la Unión Soviética desde la perspectiva tradicional: destrucción de los ejércitos y ocupación de las viejas y nuevas ciudades, especialmente Moscú”. Mosier cita a Heinz Guderian y su libro “Panzer Leader” que “Hitler dijo que las materias primas y la agricultura de Ucrania eran vitalmente necesarias para la futura continuación de la guerra. Habló de nuevo de neutralizar Crimea que la consideraba como el ‘portaaviones soviético’ para atacar los campos petrolíferos rumanos. Por primera vez oí usar la frase ‘mis generales no saben nada de los aspectos económicos de la guerra”

El análisis de Mosier de los mitos inspirados de Stalin sobre la guerra está lleno de estudios muy cuidadosos tanto de información alemana como rusa. Dice que los datos alemanes son muy precisos y con un nivel de detalle sorprendente. En vez de irse debilitando a medida que avanzaba la guerra contra la Unión Soviética  tanto en hombres como en material de combate, etc., año tras año, Mosier demuestra que se incrementó progresivamente en tropas, blindados, todo tipo de potencia de fuego y en la calidad del mando tanto estratégico como táctico. Los datos rusos, presentados como inacabables fueron decreciendo de forma imparable. Sus tropas eran diezmadas a millones gracias a las órdenes de Stalin de realizar ataques frontales en cualquier lugar, mientras que sus blindados eran destrozados por la potencia de fuego alemana y las tácticas correspondientes. Incluso las estadísticas oficiales soviéticas de pérdidas y producción, revelan muchos errores y anomalías que cuando se comparan con las cifras más precisas del bando alemán, le permiten ofrecer a Mosier una imagen real de lo que pasó.

Lo que revelan es que la cifra de bajas en ambos bandos era de un ratio de 5 a 1 a favor de Alemania. Con una población de 170 millones de personas en la URSS y de cerca de 100 millones en Alemania, la URSS  no podía soportar durante mucho tiempo un ratio superior de 2 a 1. En otras palabras, las matanzas de sus soldados desangraban a la URSS. Hitler entendió esto y apretó para continuar con el proceso. Su orden de resistir de “mantenerse en sus posiciones” en el invierno de 1941, provocó más combates con una gran disparidad de bajas y siempre a favor de Alemania.

La producción de blindados y artillería y su uso es examinado por Mosier al detalle. Y muestra que mientras que los soviéticos reclaman una producción de tanques enorme en cifras, no sólo las cifras reales fueron mucho más bajas, sino que los propios tanques soviéticos tenían problemas continuamente. Su vida operativa se medía frecuentemente en días o incluso en horas antes de que las averías y fallos apareciesen. Los soviéticos produjeron tanques pero no así recambios. No fabricaron vehículos para recoger los tanques averiados, ni tampoco talleres de reparación. Sencillamente los desconocían. Abandonaban el tanque averiado y ya está...

Los tanques alemanes eran de más calidad y tenían el mantenimiento adecuado. Los vehículos averiados o alcanzados se recuperaban rápidamente, se reparaban y volvían al combate en muy poco tiempo. Las disparidades en cuanto a prestaciones y efectividad en el campo de batalla de los blindados seguía un ratio muy similar al de las pérdidas de soldados y siempre a favor de Alemania.

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