miércoles, 24 de marzo de 2021


 
¿CASUALIDADES DE LA HISTORIA O NO?

Sabéis que me gusta leer y releer la historia para intentar comprender qué pasó y si eso tuvo o tiene aún consecuencias en la actualidad. Hace poco estaba trabajando sobre los pormenores de la llamada “Guerra Franco-Prusiana” de 1870, que acabó con la victoria de Prusia, la entrada en París y la consiguiente derrota de Francia. Fue una guerra corta, menos de un año: de Julio de 1870 a Mayo de 1871. Fue un conflicto europeo no muy conocido, pero interesante históricamente hablando ya que hubo casualidades muy curiosas alrededor.

Fue una guerra entre el Segundo Imperio Francés y el Reino de Prusia de Otto von Bismarck. En esa guerra, Prusia fue acompañada en el combate por los reinos aliados de Wurtemberg, Baden y Baviera y la Confederación Alemana del Norte. Gracias a esa guerra y su resultado, aparece el Imperio Alemán.

El conflicto vino como resultado de la alta tensión entre los dos poderes citados más arriba y sobre todo por el fracaso de Napoleón III (Luis-Napoleón Bonaparte), de tratar de anexionar Luxemburgo a Francia. Si bien este intento fracasado y sus consecuencias fueron pacíficas gracias al llamado “Tratado de Londres” de 1867, lo cierto es que el frágil equilibrio entre Francia y Prusia se vio alterado absolutamente. Es necesario señalar en este punto la intolerancia de Francia a la mayor presencia e influencia alemana y sobre todo a la influencia de Prusia en el seno de la Confederación Alemana del Norte. Éste fue un estado que participó en la lucha contra Francia y que había sido creado en 1867 tras al guerra entre Prusia y Austria.

La “Guerra Franco-Prusiana” provocó la caída de Napoleón III, el fin de la II Época Imperial y el inicio de la III República Francesa. Se puede decir sin temor a equivocarse que este conflicto y la Guerra de Crimea (1853-1856), entre el Imperio Ruso y el Reino de Grecia contra el Imperio Otomano, Inglaterra, Reino de Cerdeña y Francia, fueron las guerras más importantes en el mundo occidental desde las guerras de y contra Napoleón. Evidentemente, todo ello derivó en la I Guerra Mundial (1914-1918).

Creo que con todo esto nos podemos hacer una idea de la situación de aquella Europa tan convulsa. Pero lo interesante de todo esto es que se produjeron dos hechos íntimamente ligados y de los cuales parece que no somos conscientes. El primero sucede en 1867, tres años antes de la “Guerra Franco-Prusiana”, y es la publicación del libro de Karl Marx “El Capital”, volumen I en Inglaterra y de rápida difusión. Es decir, el comunismo, al menos sobre la teoría había echado a andar para desgracia de Europa y del resto del mundo, y que ya venía de la mano del “Manifiesto Comunista” (1848) obra al alimón de Marx y Engels.

Y como segundo hecho fue su primera aplicación práctica que se produjo en 1871, en París, poco antes de acabar la guerra citada en la llamada “Comuna de París”, que se llevó a cabo entre el 18 de Marzo de 1871 y el 28 de Mayo del mismo año. Es decir en plena “Guerra Franco-Prusiana”. Fue una insurrección que gobernó la ciudad de París y que instauró el primer gobierno de la supuesta clase obrera en el mundo, bajo la égida del socialismo/comunismo y su herramienta, la masonería.

Es decir, mientras Francia se debatía contra Prusia, los comunistas aprovecharon la situación para gobernar la ciudad de París, centro neurálgico de toda Francia. Este fue el modelo que se repitió en Rusia en Febrero y en Octubre de 1917, luego en 1918 contra Alemania, mientras ésta luchaba en el frente, la llamada “puñalada por la espalda de Noviembre” y la instauración del Estado Popular de Baviera o República Soviética de Baviera (1918-1919) de Kurt Eisner.

A los 61 días de caos y muerte, el ejército francés acabó con la “Comuna de París”, y el comunismo pudo anotarse sus primeros 30.000 asesinados a su cuenta, que proseguiría sin descanso hasta hoy.

Es evidente, como me preguntaba al principio del artículo, que sí, esto ha tenido y tiene consecuencias funestas para nosotros a día de hoy.





miércoles, 17 de marzo de 2021

LA FAMILIA

No hay duda que el ambiente familiar puede ser en muchos casos el desencadenante de una forma de ser que se transmite de padres a hijos. Evidentemente, no siempre es así, pero esa influencia existe y ha podido marcar a muchos personajes históricos que han devenido muy famosos por diversas circunstancias, tanto buenas como malas.

Muchos se preguntan cómo fue la niñez y juventud de Hitler. Tenemos el libro de su amigo de aquel entonces August Kubizek que le conoció en 1904, que arroja cierta luz a la forma de ser de ese niño y más tarde joven, que Kubizek conoció. Durante muchos años, este libro ha sido la única fuente de información relevante y relativamente fiable, sobre ese período de la vida del futuro Führer. Del resto de la familia, apenas hay información, salvo algunas generalidades de situaciones y forma de ser, sin un peso específico concreto. Y muchas falsedades. Es lo que había.

Sin embargo, el historiador austríaco Roman Sandgruber, basándose en unas cartas originales del puño y letra del padre de Adolf, Alois Hitler, ha escrito el libro titulado “El Padre de Hitler: Cómo el Hijo se Convirtió en Dictador” (Hitlers Vater: Wie Der Sohn zum Diktator Wurde), donde nos ofrece un retrato nuevo e interesante del pequeño Adolf. Evidentemente, estas cartas eran absolutamente desconocidas hasta ahora y el padre se las escribió a Josef Radlegger, un constructor de carreteras tras haberle comprado una granja en Hatfeld, Austria en 1895, cuando el pequeño Adolf tenía 6 años. El libro recoge las 31 cartas que Alois escribió. A pesar de que Alois no tenía experiencia alguna en el trabajo de granja, siempre “quiso ser un granjero preparado y caballero, que fuese mejor que los demás”.

Al igual que su padre, según el libro, Adolf era una mezcla de autodidacta, presumido y con una gran auto-estima. Sandgruber nos dice que Alois tuvo una gran influencia psicológica sobre su hijo. El padre, como ya se sabía, fue un funcionario austriaco de cierto nivel de aduanas, cuyo trabajo requirió que se tuviesen que mudar de domicilio y pueblo hasta en 18 ocasiones. Las cartas que explican todo eso le fueron entregadas en mano a Sandgruber por la biznieta de Josef Radlegger, Anneliese Smigielski, hace ya unos cinco años.

El libro explica el estilo de letra del padre, con muchos ángulos y cambios de dirección, que también eran significativos de su forma de ser. También nos habla de los orígenes del anti-semitismo del Adolf, ya que una vez vivieron en la propiedad de un judío en Urfahr, cerca del río Danubio y de la ciudad de Linz. Como ya sabíamos y el libro confirma, Adolf nació el 20/4/1889 en Braunau am Inn, Austria, hijo de Alois y su muy joven esposa Klara Pötzl. Su madre fue tratada del cáncer que padecía y del cual falleció en 1907. El doctor que la atendió era judío que más tarde huyó a America. 

Sobre el tema de los judíos, el libro nos desvela que lejos de que ese anti-semitismo surgiese en Viena según él mismo indica en “Mein Kampf”, Adolf ya tenía ese sentimiento anti judío. Se sabe que Alois había hecho declaraciones anti-semitas cuando entró en política al final de su vida. Sandgruber es cauteloso en hacer conexiones directas entre la política del padre y la del hijo. Digamos que no se moja. Y nos indica que una influencia importante en Adolf fueron las corrientes de pensamiento anti-semita que estaban presentes en Austria durante su niñez.

En su libro Sandgruber discute lo que dice Kubizek en el suyo y es la imagen que da del joven Hitler, y que ha sido la base de estudio de historiadores que han hecho trabajos sobre el Führer. Incluso nos dice que tanto el padre como el hijo admiraban la “autoridad” y fueron anti-clericales, a pesar de Adolf no abandonó nunca la Iglesia Católica. Como siempre y en orden a poner puntos oscuros en la vida de A. Hitler, Alexandra Föderl-Schmid, que hizo una crítica sobre el libro de Sandgruber para el “Süddeutsche Zeitung”, nos dice que “Hitler, el cual le daba mucha importancia a su pasaporte ancestral y origen ario, tenia más de un agujero en su árbol familiar”.

Es curioso pero sobre Alois Hitler “casi no hay fuentes”, sigue la misma Alexandra “Hay un gran número de libros y películas sobre el chofer, el médico, el jefe de prensa, el fotógrafo y la secretaria, etc. de A. Hitler, pero no sobre su padre”.

Y con referencia a las cartas, Sandgruber  nos dice que “no se trata de simples cartas de trabajo ya que hay en las mismas una cierta atmósfera de confianza y muchos chismes familiares”. A pesar de que Alois Hitler es conocido como “el tiránico cabeza de familia”, las cartas también ofrecen una imagen de él más conciliadora y próxima a su familia. Para Alois, su mujer Klara, era más que un “ama de casa silenciosa” como la describió el propio Adolf en su libro “Mein Kampf”. De hecho, es de las pocas personas de las que Alois dice algo positivo y Sandgruber cree que “Klara era una mujer emancipada según nuestros estándares femeninos actuales. Uno puede asumir que ella tenía algo que decir en esa familia y sobre todo en asuntos económicos”. Lo dice el propio Alois en una de las cartas “Mi esposa… tiene el entendimiento y entusiasmo necesario para las finanzas”. Además, las cartas muestran la subida social de Alois en la sociedad austríaca y su sueño de convertirse en un caballero de campo con su propia granja.

Como se sabe, Hitler fue a Viena en 1908 para consagrase como artista, pintor concretamente, pero fue rechazado por la Academia de Bellas Artes de la ciudad. Esa fue la única revuelta de Adolf contra su padre ya que rechazó el deseo de su progenitor de convertirse en un funcionario público. “Quería ser un artista libre y no seguir los pasos de su padre” nos recalca Sandgruber. Eso fue algo que disgustó profundamente a Alois, pero que a su madre Klara le pareció bien e incluso ayudó económicamente a su hijo mientras entuvo en Viena hasta su muerte en 1907.