Tras
marcharse del Centro de Mando sin problemas, Remer comentó con su adjunto
Siebert sobre qué debía hacer. Su papel clave en esta situación tan difícil y
compleja, que él no había provocado, era cada vez más clara. Tras evaluar la
situación lo más cuidadosamente posible, con la información obtenible, decidió
que a pesar de la orden de von Hase iría a ver a Goebbels. Sus razones para
este proceder fueron:
1)
Bajo ninguna circunstancia no quería ser privado de su margen de actuación,
como a veces sucedía en el frente. Muchas veces había una línea muy delgada
entre ser condecorado o ser condenado a muerte por una corte militar.
2)
Se sentía muy comprometido con su juramento. Los informes sobre la muerte del
Führer seguían siendo confusos o dudosos. Por lo tanto, él creía que debía
actuar en función de su juramento y su bandera.
3)
En el frente, tuvo en muchas ocasiones que tomar decisiones por sí mismo, cuya
corrección fue premiada con las condecoraciones que lucía. Muchas veces una
situación debe solucionarse con una acción decisiva.
4)
Remer tenía en su mente los planes de Goebbels de alertar a las Waffen SS,
creando la posibilidad que se llevase a cabo una guerra fraternal entre dos
fuerzas probadas en combate. Y como comandante de la única unidad de élite en
Berlín en activo, era responsable de las vidas de los hombres que confiaban en
él. Emplearles en un asunto tan confuso no era su deber.
Sin
embargo, tampoco se fiaba del todo de Goebbels, ya que aún asumía que Hitler
había muerto y creía que podría haber una lucha por la sucesión. No quería
sentirse bajo una Espada de Damocles. Debido a que el papel de Goebbels tampoco
quedaba claro, Remer se llevó consigo al Teniente Buck y un batallón de
soldados. Sus órdenes eran entrar y que le liberararan sus hombres si no salía
de la residencia de Goebbels en 15 minutos. Tras quitar el seguro de su pistola,
entró en la oficina del ministro, algo que él deseaba hacia tiempo y pidió a
Goebbels que le orientase. Goebbels le pidió explicarle todo lo que sabía. Lo
hizo, pero sin revelarle que von Hase quería arrestarle ya que Remer no estaba
seguro del papel de Goebbels. Cuando Goebbels le preguntó qué pensaba hacer, le
dijo que él cumpliría las órdenes que tenía. Incluso si el Führer estaba
muerto, se sentía obligado a su juramento y sólo actuaría de acuerdo con su
conciencia como oficial. En ese momento Goebbels le miró fijamente y le dijo
“¿De qué está hablando? ¡El Führer está vivo! He hablado con él por teléfono.
¡El asesinato ha fracasado! Le han engañado”.
Esta
información fue una auténtica sorpresa para Remer. Cuando escuchó que el Führer
estaba vivo, sintió un gran alivio. Pero aún tenía sospechas. Le solicitó a
Goebbels su palabra de honor de que lo que decía era verdad y que estaba
incondicionalmente con el Führer. Goebbels dudó al principio porque parecía no
entender la razón de su solicitud. Solo tras repetirle de que como oficial
necesitaba su palabra de honor para ver claro qué debía hacer. Goebbels
descolgó el teléfono y en segundos estaba conectado con la “Guarida del Lobo”
en Rastenburg, Prusia Oriental. Para su sorpresa el mismo Hitler se puso al
aparato. Goebbels le explicó de forma clara y rápida la situación y luego le
pasó el auricular a Remer. Adolf Hitler le dijo “Mayor Remer, ¿puede oírme?
¿Reconoce mi voz? ¿Me entiende?” Remer contestó afirmativamente, pero estaba
aún aturdido. Pensó en un segundo que podía ser alguien imitando la voz del
Führer. Para asegurarse, Remer estaba familiarizado con la voz del Führer desde
el año anterior, cuando tras ser condecorado con las Hojas de Roble a su Cruz
de Caballero, estuvo a solas hablando durante una hora con él. Comentaron de
forma franca sobre los problemas y miserias en el frente.
Tal
como continuaron hablando al teléfono que se convenció de que realmente estaba
hablando con Hitler.
Hitler siguió “Como puede ver estoy vivo. El asesinato ha fracasado. La Providencia no lo permitió. Un pequeño grupo de oficiales ambiciosos, desleales y traidores querían matarme. Ahora estamos capturando a esos saboteadores del frente. Acabaremos rápido con esta plaga traidora y por la fuerza bruta si es necesario. Desde este momento, Mayor Remer, le doy la completa autoridad en Berlín. Usted es responsable ante mi de la completa restauración del orden, la paz y la seguridad en la capital del Reich. Usted permanecerá bajo mis órdenes directas en este asunto hasta que el Reichsführer Himmler llegue a Berlín y le reemplace de esta responsabilidad”.
Hitler siguió “Como puede ver estoy vivo. El asesinato ha fracasado. La Providencia no lo permitió. Un pequeño grupo de oficiales ambiciosos, desleales y traidores querían matarme. Ahora estamos capturando a esos saboteadores del frente. Acabaremos rápido con esta plaga traidora y por la fuerza bruta si es necesario. Desde este momento, Mayor Remer, le doy la completa autoridad en Berlín. Usted es responsable ante mi de la completa restauración del orden, la paz y la seguridad en la capital del Reich. Usted permanecerá bajo mis órdenes directas en este asunto hasta que el Reichsführer Himmler llegue a Berlín y le reemplace de esta responsabilidad”.
Las
palabras del Führer eran calmadas, determinadas y convincentes. Esta
conversación eliminó todas las dudas que Remer tenía. El juramento de soldado
que él había asumido por el Führer seguía vigente y guiaría sus actos. Ahora su
objetivo era eliminar los malentendidos y evitar un baño de sangre innecesario,
actuando rápido y decisivamente. Goebbels le solicitó que le informase del
contenido de la conversación con el Führer y le preguntó qué pensaba hacer a
partir de ese momento. Puso las habitaciones de la planta inferior a su
servicio y Remer instaló ahí su nuevo puesto de mando. Eran las 18:30
aproximadamente y unos 15 minutos después llegó el primer informe del ataque
con bomba en el cuartel general del Führer, radiado a través del Gross
Deustcher Rundfunk.
Debido
a sus visitas al Centro de mando de Berlín, Remer tenía una idea aproximada de
las disposiciones militares de las unidades del Gran Berlín. Para permitir que
sus comandantes conociesen la verdadera situación, envió despachos oficiales
con la información. El éxito fue absoluto. La pregunta “El Führer, ¿está con él
o contra él?” obró milagros. Se debe decir que cada uno de esos comandantes, al
igual que Remer, estaban ultrajados por lo que había pasado y se pusieron a sus
órdenes a pesar de que en algunos casos tuviesen rangos superiores al suyo. Y
demostraron cumplir su juramento. Sin embargo en algunos puntos la situación
era tensa aún. En dos ocasiones hombres de su regimiento estuvieron a punto de
sufrir el fuego de unidades que seguían órdenes de los amotinados. En la
Fehrbelliner Platz, una unidad acorazada que seguía las órdenes de los
conspiradores se había reunido allí esperando órdenes de los mismos. Pero una
orden radiada por el General Guderian, les apartó del control de los
conspiradores. Remer intervino personalmente en situaciones muy tirantes en las
que se estuvo a punto de abrir fuego.
Podemos
imaginar la confusión existente ese 20 de Abril de 1944 en Berlín. Remer llevó
a una brigada de reemplazo desde Cottbus hasta las afueras de Berlín, como
una reserva de combate. Y puso a sus tropas alrededor del complejo
de la Cancillería y formó más unidades en los jardines de la residencia de Goebbels.
Luego mandó sellar el Centro de Mando de la Ciudad. También supo que ninguna
policía militar había ido a arrestar al Dr. Goebbels. von Hase estaba en su
cuartel general como comandante tal como le habían indicado los conspiradores.
Entre ellos estuvieron discutiendo unas dos horas sin tomar ninguna decisión.
Cuando Remer supo que von Hase estaba allí, le telefoneó para decirle que
viniese a su puesto de mando en la residencia de Goebbels, para clarificar la
situación. von Hase rechazó su petición y le dijo que como subordinado, él
tendría que ir a su Centro de Mando. Remer le dijo que había sido ordenado como
subordinado directo del Führer, para restaurar el orden y la paz y por lo tanto
von Hase estaba a sus órdenes. Y que si no venía libremente a verle, le mandaría
arrestar. Sólo entonces, el general fue a ver Remer.
Cuando
le recibió, Remer tenía la sensación de que von Hase, que había sido muchas
veces su invitado en el club de oficiales y que frecuentemente expresaba su
solidaridad con los soldados del frente y que nunca omitía un “Sieg Heil” a su
amado Führer, estaba engañado como Remer lo había estado, y que no era
consciente de los acontecimientos. Remer se disculpó por su proceder con él,
pero en ese momento von Hase era la afabilidad en persona y le felicitó por su
independencia y decisión en verse con Goebbels. Incluso con Goebbels, von Hase
actuó como inocente y que no tenía nada que ver con ninguna conspiración. Se le
pidió que permaneciese allí para más información posterior en una habitación
para él.
Y hubo un incidente muy descriptivo cuando von Hase abandonaba el
despacho de Goebbels. En esos tensos momentos von Hase dijo que había estado
ocupado todo el día y que no había comido nada. Goebbels le ofreció un
bocadillo y le preguntó si deseaba vino del Mosela o del Rin. Tan pronto como
von Hase salió del despacho, Goebbels saltó diciendo: "Mi nombre es Hase y
no sé nada... ese el material del que están hechos este tipo de generales del
golpe revolucionario. Con todo el asunto candente, desean comer y beber y
llaman a sus mamás por teléfono. En su lugar me dejaría arrancar la lengua
antes de solicitar cosas así”
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