viernes, 5 de diciembre de 2014

REPATRIACIONES FORZADAS 1/2 (Editado originalmente el 28/7/2014)

Ya he comentado en algún artículo reciente la tragedia de los prisioneros rusos de guerra en manos alemanas que fueron devueltos a la Unión Soviética por los aliados. Muchos de ellos estaban en campos de concentración, otros estaban trabajando en la construcción y otros encuadrados en divisiones al servicio de Alemania, como el Ejército de Vlasov o los cosacos. La tragedia de estos hombres por haberse rendido ante los alemanes empezó en 1943 y llegó hasta 1947 cuando Inglaterra y los USA, devolvieron a casi 2,5 millones de prisioneros y refugiados a la Unión Soviética, sin tener en cuenta sus deseos individuales de futuro. Se añadieron también miles de antiguos emigrantes que habían huido de la revolución bolchevique y de la guerra civil en Rusia, que fueron enviados a la Unión Soviética a la fuerza, e incluso descendientes de rusos que nunca habían vivido en la Rusia.
 
La repatriación forzada de rusos al final de la II Guerra mundial ha sido tratada en diversos libros que vale la pena que conozcáis, aunque no es un tema popular por lo vergonzoso del asunto y el final del mismo. Ya en 1964 apareció el libro “The East Came West” de Peter Huxley-Blythe.  En 1973 “Operation Keelhaul: The Story of Forced Repatriation from 1944 to the Present”, de Julius Epstein. En 1974 el libro de Nicholas Bethell titulado “The Last Secret: Forcible Repatriation to Russia 1994-1947”. También “Victims of Yalta”de 1977 del Nikolai Tolstoy se sumó a este asunto. Este último autor lanzó un libro de 1978 que complementa el anterior y titulado “The Secret Betrayal” y que creo que es el más completo y actual. Entre 1971 y 1978 se desclasificaron muchos documentos aliados por lo que el libro está sólidamente sustentado, además de información a través de entrevistas y correspondencia con políticos, militares que llevaron a cabo las repatriaciones y víctimas que lograron sobrevivir. En este libro aparece reflejada la participación y culpabilidad de Inglaterra en las repatriaciones forzadas.
 
Como ya he dicho en artículos anteriores, con la invasión aliada en Normandía en Junio de 1944, miles de prisioneros rusos cayeron en manos aliadas. Muchos eran trabajadores forzados en la construcción del Muro Atlántico para la Organización Todt. Otros eran simples refugiados que vivían en Francia. De todas formas, los aliados se sorprendieron al descubrir que miles de ellos se había alistado en la Wehrmacht. El Ministro de Exteriores soviético Molotov, dijo en Mayo de 1944 que el número de rusos sirviendo en el ejército alemán era “insignificante”. Hoy se sabe que cerca de un millón de ellos se unieron al otros bando. Eso sí, con escasa fortuna militar y con la desconfianza de Hitler. A finales de Junio, el Foreign Office británico decidió repatriar a todos los prisioneros de guerra rusos, sin tener en cuenta las consecuencias de esa política. Y sabían lo que opinaba Stalin de los prisioneros de guerra...
 
El 24 de Junio de 1944, Patrick Dean, Asistente Legal del Foreign Office, declaró que “De forma debida, a todos esos con los que las autoridades soviéticas desean contactar... serán entregados a las mismas, y no nos preocupa el hecho de que puedan ser ejecutados o de otra forma deberán ser tratados con dureza bajo la ley británica”. La “War Office” tenía otra visión. El SOE (Special Operations Executive, una organización creada en Noviembre de 1940 para fomentar y ayudar a los grupos de resistencia en los países ocupados por los alemanes), había distribuido unos panfletos a los rusos en el ejército alemán, prometiéndoles que los que se rindiesen a los aliados recibirían asilo político si lo deseaban. A pesar de las protesta, la visión militar no pudo imponerse a la del Foreign Office para darle la vuelta a esta decisión unilateral de retornar a todos los rusos a los soviéticos.
 
El ministro británico de Asuntos Exteriores Anthony Eden fue, según Tolstoy “responsable de iniciar esta política” logrando un acuerdo con los soviéticos para la repatriación en la Conferencia de Moscú en Octubre de 1944. Los USA se unieron a Inglaterra y a la Unión Soviética reafirmando el programa de repatriación de rusos en la Conferencia de Yalta. Sin embargo, nada del acuerdo sobre prisioneros de guerra se refería al retorno de los ciudadanos soviéticos que no habían podido regresar a la URSS. Ni se decía nada de esos que nunca habían sido ciudadanos de la URSS y que se entregaron también a Stalin. Durante el verano de 1944, los ingleses empezaron a entregar a miles de prisioneros de guerra a la URSS. Cuando se les informó de su destino, muchos de los prisioneros se suicidaron. El Foreign Office hizo lo que pudo para suprimir estas noticias sobre los suicidios porque como dice Patrick Dean “esos suicidios podrían causar problemas en Inglaterra”.
 
Los militares británicos que entregaron a los prisioneros en puertos soviéticos, como en Murmansk o en Odessa, fueron testigos de cómo los equipos de ejecución de la NKVD mataban a los rusos tal como salían de los barcos. Respondiendo a una solicitud de que se debería tener misericordia con aquellos que no deseaban volver a la URSS, Eden escribió que “lo acordado en Yalta debía ser cumplido y no podemos ser sentimentales”. Al tiempo que la guerra en Europa terminaba en Mayo de 1945, otros dos millones de rusos se habían rendido a los ingleses y americanos. Se montaron las llamadas “Comisiones Soviéticas de Repatriación” en la Europa Occidental, gestionadas por agentes de la NKVD y el SMERSH. A veces, los soviéticos decía que Stalin había proclamado una amnistía total. Muchos rusos prisioneros recibían "picaban" y alborozados la noticia de que podían regresar a sus hogares con sus familias. Otros miles tenían claras las consecuencias si caían en las garras de los agentes de Stalin. Algunos pidieron la protección de la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra. Otros esperaban instalarse en un país no comunista.
 
 Los británicos usaron artimañas en un esfuerzo de repatriar a los elementos anti-comunistas tan fácilmente como fuese posible. Por ejemplo, al finalizar la guerra, unos 50.000 cosacos estaban en la zona controlada por los ingleses de Austria. Junto a 100.000 georgianos, los cosacos habían luchado con los alemanes contra los soviéticos y se habían retirado con sus familias al interior del Reich hasta el final de la guerra. Cuando se repatrió a los miembros del 15 Cuerpo de Caballería Cosaca, los ingleses les engañaron diciéndoles que serían los primeros en ser enviados a Italia y de allí a Canadá. En otros momentos se utilizaron tropas para reducir a los cosacos desarmados hombres, mujeres y niños y forzarlos a entrar en trenes o camiones. Muchos de ellos mostraban documentos probando que eran ciudadanos franceses, italianos, yugoslavos o registrados como apátridas con pasaportes de Nanssen, obtenidos de la Liga de Naciones.
 
Uno de los puntos más vergonzosos de esta historia fue la entrega a Stalin de los oponentes al régimen comunista que técnicamente estaban exentos de repatriación por el hecho de que nunca habían sido ciudadanos soviéticos. La definición acordada de “ciudadano soviético” era “una persona nacida o residente antes del 1 de Septiembre de 1939, dentro de las fronteras de Rusia (que no hubiesen obtenido otra nacionalidad o un pasaporte Nanssen de apátrida)...”. Según esta definición, miles que habían abandonado Rusia durante la Guerra Civil y se encontraron bajo control británico al final de la guerra, no deberían de haber sido enviados a la URSS. 

Entre los miles entregados a Stalin, estaba el viejo general zarista Peter Krasnov, Andrei Shkuro, el líder de caballería que luchó por el Zar, que había sido condecorado por los británicos en la I Guerra Mundial y que había luchado con los alemanes en la 1ª División de Caballería Cosaca. O el líder caucasiano el Sultán Kelech Ghirey. Los militares británicos informaron a estos hombres que estaba citados a una reunión con el Mariscal de Campo británico Alexander. Se montaron en camiones y se entregaron a los soviéticos en Austria. 

Como dice Tolstoy en su libro “Incluso las autoridades soviéticas que les recibieron estaban asombradas de los ingleses hubiese incluido a estas personas en las entregas. En Judenberg, el punto de entrega en Austria, el general del Ejército Rojo Dolmatov preguntó sorprendido por qué  eran entregados los antiguos emigrados rusos. Las autoridades soviéticas nunca lo habían solicitado. Los interrogadores del NKVD estaban francamente incrédulos”

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