viernes, 5 de diciembre de 2014

REPATRIACIONES FORZADAS 2/2 (Editado originalmente el 4/8/2014)

Muchos de los antiguos emigrados habían luchado junto a los aliados en la I Guerra Mundial. El 12 de Enero de 1947, los generales Krasnov y Shkuro junto al comandante alemán de 15 División Cosaca de Caballería, el general Helmuth von Pannwitz, fueron ejecutados tras 19 meses en la espantosa prisión de la Lubianka. Muchos de los demás cosacos y oficiales alemanes de las unidades cosacas también fueron ejecutados. Según el autor “de esta manera, el gobierno británico había sentenciado a muerte sin juicio a oficiales alemanes que habían sido capturados como prisioneros de guerra”.
El Brigadier Geoffrey Musson, que había entregado a estos cosacos a los soviéticos, dijo que había recibido órdenes orales de sus superiores de devolver a los cosacos bajo su control a los comunistas, independientemente de su nacionalidad. Algunos documentos sobre este incidente particular siguen siendo “clasificados” y otros “desaparecieron misteriosamente”. Tolstoy cree que “la entrega de Krasnov y Shkuro y los oficiales en Lienz, no fue algo hecho por un oficial bajo presión sino una operación planificada con mucho cuidado. El motivo fue el cooperar con las fuerzas soviéticas en Austria”. Los oficiales que ordenaron el forzar la repatriación se sorprendieron por la alarma que expresaron sus refugiados al saber que iban a ser transportados hacia el este. El teniente Michael Bayley explicó cómo los campesinos que habían trabajado como trabajadores a la fuerza en granjas alemanas, rogaron el poder quedarse en Alemania. El perplejo oficial británico recibió la explicación de miembros de la División Blindada Polaca de que “está claro que los campesinos rusos estarán mejor fuera de Alemania”.
Otro oficial explicó que el y sus compañeros creían que lo temores de los cosacos no tenían fundamento. La propaganda británica de guerra mostraba a la URSS como “un tipo de estado socialista utópico... y que serían compasivos con toda esa gente a los cuales teníamos que devolver”. A través de la guerra hubo un silencio de las noticias no favorables al sistema soviético y por lo tanto fue una gran sorpresa para los militares que tenían que llevar a cabo las devoluciones, ya que creían que la URSS estaba gobernada por las “4 Libertades” y que los refugiados rusos no debían temer nada de su propio gobierno.
Las protestas contra la política de repatriación se iniciaron en el verano de 1945. El comandante del 2º Cuerpo Polaco, el general Anders, se quejó de que los soviéticos trataban de secuestrar a ciudadanos polacos. El 5 de Julio de 1945, el Vaticano envió una súplica al Foreign Office británico y al Departamento de Estado USA diciendo que miles de ucranianos en occidente no deberían ser enviados a Rusia. John Galsworthy del Foreign Office dijo “No deseamos atraer la atención sobre este aspecto del Acuerdo con la Unión Soviética el cual está, por supuesto, en oposición a nuestra tradicional actitud hacia los refugiados políticos...”
Otras quejas vinieron de los comandantes de ocupación Aliados. En Italia, El Mariscal de Campo Alexander, finalmente le dijo a la Misión Soviética de Repatriación bajo las órdenes del general Basilov, que a él no se le permitiría amenazar a los ucranianos que no quisiesen el regresar a Rusia. También el general Eisenhower veía con disgusto el uso de la fuerza contra los refugiados rusos y prisioneros de guerra. Paró durante un tiempo las operaciones de repatriación y preguntó a  sus superiores en Washington qué hacer definitivamente a este respecto. El Mariscal de Campo Montgomery siguió también este criterio y en el otoño de 1945 ordenó que no se utilizase la fuerza para repatriar a los rusos. A pesar de ello, luego ambos gobiernos asumieron la carga de seguir con esa política de repatriación.
Galsworthy del Foreign Office escribió “Hacía tiempo que asumimos que no podíamos tratar de salvar a los rusos de su gobierno, de todas formas mucho de lo que deseábamos poder hacer era puramente de carácter humanitario”. Desde luego hay que tener cara para decir eso... Tolstoy defiende que los diplomáticos aliados querían continuar la cooperación con los soviéticos en la construcción de un nuevo orden tras la guerra. “Las sugerencias de que la Unión Soviética podría representar una amenaza potencial, a pesar de ser hábilmente presentadas, eran ridiculizadas... los dirigentes del Foreign Office mantenían que las intenciones de Stalin hacia occidente eran buenas y que trabajar cooperando con él era esencial para los intereses británicos. El destino de los rusos cuyo retorno fue forzado por los británicos, fue un infortunado pero inevitable sacrificio por un bien mayor”.
Nikolai Tolstoy ha demostrado que los aliados fueron culpables de no cumplir los principios de la ley británica y de la Convención de Ginebra. Quizás del libro de Tolstoy se puede decir que pone el énfasis en lo que hicieron concretamente los británicos y olvida o menciona mínimamente lo que hicieron los americanos y no sólo con los rusos, sino con los alemanes también. De todas formas es un libro que aporta luz a un periodo tenebroso y de venganza sin sentido que hemos de saber y conocer, para valorar quienes ganaron la guerra y en manos de quién estuvimos desde entonces...

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