El doble rasero de Nuremberg ya fue denunciado por el semanario británico
“The Economist”. Señalaba de que a pesar de que Inglaterra y Francia habían
apoyado la expulsión de Rusia de la Liga de Naciones en 1939 por el ataque
agresivo contra Finlandia, increíblemente y solo seis años después, esos mismos
dos gobiernos cooperaban y trataban a la Unión Soviética como un igual en
Nuremberg. El artículo seguía diciendo que “ entre los “crímenes contra la
humanidad” permanece el crimen del bombardeo indiscriminado sobre la población
civil. ¿Pueden los americanos que lanzaron la bomba atómica y los ingleses que
destruyeron las ciudades del oeste de Alemania no sentirse culpables por todo
ello?
¿Pueden los líderes anglo-sajones que expulsaron en la reunión de Potsdam
a millones de alemanes de sus tierras ancestrales, sentirse inocentes...? Las
naciones que se sientan en el Juicio de Nuremberg se han proclamado claramente
exentas de la ley que ellos administran”.
Si los estándares del Tribunal de Nuremberg se hubiesen aplicado a los
vencedores de la II Guerra Mundial, el comandante supremo aliado en Europa y
general americano Dwight Eisenhower, tendría que haber sido colgado. Al final
de la guerra, Eisenhower ordenó que los prisioneros alemanes bajo custodia
americana, dejasen de ser tratados según la Convención de Ginebra como
prisioneros de guerra. Esta violación de la ley internacional dejó sin
protección de la Cruz Roja a enormes masas de alemanes y condenó a cientos de
miles a una muerte lenta por hambre y enfermedades. Quizás nada muestre mejor
el carácter infame de los procesos que el trató que se dio a Rudolf Hess, uno
de los hombres de Hitler desde el principio y ajeno crímenes de guerra. Se le
sentenció a cadena perpetua, a pesar de que arriesgó su vida en una misión
difícil y sin fruto alguno para que la guerra terminase con Inglaterra. El
historiador británico A.J.P. Taylor explica la injusticia con Hess y como consecuencia
de todo el proceso de Nuremberg.
Pero hay un problema de pruebas. Los aliados victoriosos escarbaron Alemania
para encontrar cualquier papel que pudiese incriminar al régimen vencido. Nunca
antes los archivos de una nación se había saqueado de esa manera. Además de los
papeles oficiales, contando innumerables documentos secretos que explicaban la
política en tiempo de guerra con los judíos, los aliados confiscaron los
archivos del Partido Nacionalsocialista y sus organizaciones afiliadas, así como
de numerosas empresas privadas, instituciones y personas. La cantidad de
documentación saqueada fue increíble. Por ejemplo, los archivos de la
Oficina de Exteriores confiscados por los militares americanos, sumaban ¡485
toneladas de papel! De esta montaña de papel, el personal militar USA sólo
seleccionó dos mil documentos que se consideraron los más incriminadores para
usar en el tribunal. Las toneladas restantes fueron embarcadas y llevadas a los
USA. Se estima que sólo en el Archivo Nacional hay más de un millón de
documentos de la política del III Reich con los judíos archivados bajo llave.
Muchos cientos de estos documentos han sido publicados, probablemente por el
gobierno USA en la llamada “blue series” de 42 volúmenes del principal Juicio
de Nuremberg, los 15 volúmenes la “green series” y los 11 volúmenes de la “red
series”. Es como si un gobierno hostil a los USA lograse los archivos secretos
del Pentágono y de la CIA y luego, de forma selectiva, publicasen los
documentos más embarazosos e incriminatorios de esa enorme colección.
Evidentemente, desde Nuremberg, muchos historiadores de diferentes países
han buscado cuidadosamente entre los archivos alemanes que no fueron
confiscados por los fiscales de Nuremberg. Los historiadores han sido capaces
de comparar y cruzar información entre los diferentes ministerios y agencias,
así como diarios privados y periódicos. Y entre todo ese enorme cúmulo de papel
no se ha encontrado un sólo documento que confirme o se refiera a un prigrama
de exterminio. Un gran número de historiadores han comentado este “hueco” en
las pruebas.
El historiador Franco-judío León Poliakov, por ejemplo, anota en su conocida
obra sobre el Holocausto “Los archivos del III Reich y los informes y cuentas
de sus líderes hacen posible una reconstrucción meticulosa y hasta el último
detalle del origen y desarrollo de las campañas militares y todos los
procedimientos por los que los nazis querían diseñar el mundo. Solo la campaña
de exterminio de los judíos, con referencia a su concepción así como otros
aspectos esenciales permanece en la oscuridad” Y añade “No hay documentos de un
plan de exterminio de los judíos, no se han encontrado y quizás es porque nunca
existieron”.
En Nuremberg, todos los documentos alemanes estuvieron bajo la custodia de
los fiscales aliados, que no permitieron a los abogados de la defensa hacer su
propia selección de pruebas. El historiador Werner Maser señaló que en
Nuremberg “miles de documentos que podían haber incriminado a los aliados y
exonerado a los acusados, de repente, desaparecieron... Hay muchas pruebas de
que los documentos fueron confiscados, ocultados a la defensa e incluso robados
en 1945”. Otros documentos importantes “desaparecieron” cuando fueron
solicitados por la defensa.
Responsables del Archivo Nacional en Washington
confirmaron que el original de muchos documentos de Nuremberg siguen “perdidos”
a día de hoy.
El tribunal rechazó permitir como pruebas de la defensa documentos alemanes
y de otros países que colaboraron con Alemania que se publicaron durante la
guerra por el Ministerio del Exterior alemán en los llamados “White Books”. La
mayoría de las 1809 declaraciones juradas preparadas por la defensa en
Nuremberg, nunca se han hecho públicas. Entre los documentos que no se permitió
a la defensa utilizar estaba el tratado secreto entre al Unión Soviética y
Alemania del 23 de Agosto de 1939, que dividía la Europa del este en esferas de
influencia alemanas y soviéticas. Tras la sentencia del tribunal, el ministro
de exteriores alemán von Ribbentrop señaló los obstáculos que se la habían
puesto en su caso particular, diciendo:
“La defensa no tuvo ninguna oportunidad para defender la política exterior
alemana. Nuestra respuesta preparada para la entrega de pruebas no se
permitió... Sin mostrar interés alguno, la mitad de los 300 documentos
aportados por la defensa no se admitieron. Los testigos y las declaraciones
juradas sólo se admitieron tras escuchar al fiscal; sin embargo la gran mayoría
fueron rechazadas... La correspondencia entre Hitler y Chamberlain, los
informes de los embajadores y tarifas diplomáticas, etc... fueron rechazadas.
Solo el fiscal y no la defensa tenían acceso a los archivos de asuntos
extranjeros. El fiscal sólo buscaba documentos incriminadores" El tribunal
aceptó como válidas las pruebas más dudosas, incluyendo rumores e informes
soviéticos y americanos sin fundamento alguno de supuestas “comisiones de
investigación”. Por ejemplo, el tribunal aceptó un informe del Congreso
Americano que “probaba” las matanzas por cámara de gas en Dachau y el informe
del gobierno polaco, entregado por los USA..., que “probaba” las matanzas en
Treblinka. Puedo decir que ningún historiador reputado acepta ninguna de esas
dos historias.
Además, el tribunal validó un informe soviético sobre Auschwitz y Majdanek
(documentos USSR-8 y USSR-29), que explicaban en detalle cómo los alemanes
mataron a cuatro millones en Auschwitz y otro cuarto de millón en Majdanek.
Hasta donde sé, hoy estas cifras no las sostiene ningún historiador reputado.
La culpabilidad alemana por la matanza de miles de oficiales polacos en el
bosque de Katyn, cerca de Smolensko fue asimismo confirmada en Nuremberg en el
documento oficial USSR-54. Este detallado informe preparado por otra supuesta
“comisión de investigación” soviética, se entregó como prueba de cargo. Como
explicó un fiscal soviético “Hemos hallado en la acusación uno de los actos más
criminales por los cuales los principales criminales de guerra fueron
responsables de la ejecución en masa de los prisioneros polacos, muertos en el
bosque de Katyn, por los invasores fascistas”.
Debemos saber que dos de los ocho miembros de la Comisión Soviética de
Katyn, también fueron miembros de la Comisión Soviética de Auschwitz: N.
Burdenko y Nikolai. No fue hasta 1990 que el gobierno soviético finalmente
reconoció que la matanza de Katyn no fue obra de los alemanes, como se “probó”
en Nuremberg, sino de la policía secreta soviética. Sin comentarios...
No hay comentarios:
Publicar un comentario