En Agosto de 1941, Hitler permitió a una delegación de la Cruz Roja visitar
el campo de prisioneros soviéticos en Hammerstadt. En estos contactos es cuando
surgió la llamada al gobierno soviético, solicitando el permiso para el envío
de paquetes con comida para los soldados y oficiales capturados. Moscú
respondió que estaban dispuestos a cumplir con las normas de la Convención de
Ginebra, pero que debido a la situación el envío de comida y bajo el control
fascista era lo mismo que enviar regalos al enemigo... Esta respuesta fue una
auténtica sorpresa. Los representantes de la Cruz Roja no habían leído la Orden
del Día de Stalin, Orden Nº 270 y firmada el 16 de Agosto de 1941 sobre sus
tropas y el trato si caían prisioneros. Si no hubiesen entendido cuan ingenuos
eran en sus solicitudes y ofertas a los soviéticos y el odio de Stalin a todos
esos soldados que estaban en manos alemanas.
No había diferencia: ¿quién, dónde, cómo y por qué? Incluso los caídos eran
considerados criminales. Podemos leer en un parte militar sobre el
Teniente-General Vladimir Kachalov “que estando rodeado junto al cuartel
general de un cuerpo de tropas, mostró cobardía y se rindió a los fascistas
alemanes. El mando de los grupos de Kachalov logró romper y salir del asedio,
luchando y consiguiendo salir de allí, pero el Teniente-General Kachalov
prefirió desertar ante el enemigo”. Sin embargo la historia es un poco
diferente, Kachalov estuvo 12 días tendido herido en un tanque quemado en el
pueblo de Starinka, cerca de Smolensko, y nunca pudo tratar de romper el cerco
hasta alcanzar sus posiciones y cayó capturado. Así fue, pero esto no le
preocupó a nadie. Los líderes soviéticos estaban ocupados con otras cosas,
buscando “cabezas de turco” a quienes acusar su derrota y órdenes desastrosas y
sobre todo para castigar a todos aquellos que no habían cumplido las órdenes
del gran líder militar, Stalin.
Ninguno de estos líderes no tenían relación alguna con tragedias o fallos,
desde el Primer Plan Quinquenal o la muerte de cientos de miles de soldados en
el Dnieper. Todos estos errores no tenían razones objetivas y se debían al
“resultado de intrigas y sabotajes de los enemigos del sistema progresista”. Es
lógico, sabiendo esto y cómo funcionaba la esquizofrenia en la Unión Soviética
durante décadas, no debe sorprendernos que buscasen “cabezas de turco” en el
lugar equivocado y sin embargo los encontraban... Alguien pagaba... Durante el
primer verano de la guerra en Rusia, se encontraron “traidores” en todos
sitios. Y cuantos más mejor. El 4 de Junio de 1940, el rango de general fue
re-establecido en el Ejército Rojo. Se concedió a 966 militares. Más de 50
fueron hechos prisioneros en el primer año de guerra y muchos de ellos
envidiarían a sus 150 colegas generales que murieron más tarde en los campos de
batalla. El tormento de la cautividad se demostró mucho peor que la tumba. Por
ejemplo el destino de dos generales soviéticos capturados Pavel Ponedelin y
Nikolai Kirillov. Pasaron sus años de cautiverio en campos alemanes. En Abril
de 1945 los aliados occidentales los liberaron y los entregaron a los
soviéticos. Fueron arrestados y pasaron 5 años en la cárcel de Lefortovo para
prisioneros políticos y fusilados el 25 de Agosto de 1950.
Los últimos actos trágicos de Stalin en sus purgas a los militares fueron
las acusaciones de cobardía y traición a medida que avanzaba el verano de 1941
contra los comandantes del frente occidental. Paulov y Klimovskikh entre otros
colaboraron con los alemanes militarmente ya que era la única salida ante las
órdenes de que cualquier prisionero, tanto generales como soldados, era
culpable. Las leyes internacionales indican claramente que la cautividad
militar no es un crimen, “un prisionero de guerra es tan inviolable como la
soberanía de las personas y tan sagrado como un infortunio”. Pero Stalin en su
orden Nº 270 lo deja claro “Eso es para los demás, para nosotros había una ley
diferente” y añade “si en vez de organizar la resistencia ante el enemigo,
algunos hombres del Ejército Rojo prefieren rendirse, deben ser destruidos como
sea posible, así como las familias de los hombres del Ejército Rojo que hayan
sido hechos prisioneros deberá privárseles de ayudas estatales” (se entendía,
raciones de comida).
Los comandantes y oficiales políticos “que se rinden al enemigo deberán ser
considerados malvados desertores, cuyas familias pueden ser arrestadas como las
familias de los desertores, que han violado el juramento y han traicionado a la
Madre Patria”. Son sólo unas simples líneas, pero representaron la muerte de
miles de niños, mujeres y ancianos que murieron de hambre, solo porque su
familiar había tenido la desdicha de caer prisionero. Son solo unas líneas,
pero contienen el veredicto de muerte inapelable a esos que no habían cometido
crimen alguno, que sólo esperaban una carta desde el frente.
Leyendo estas líneas, entiendo la cantidad de odio que aplicaron a cantidad
de gente inocente y el dolor en las palabras del soldado Nikolai Romanov “tu cautividad
provoca problemas a muchos”. Y por ello, lo más horrible para un soldado
soviético no era morir, si no ser “desaparecido en combate” y debido a ello
antes de un asalto o en cruce de un río se decían unos a otros “camarada, si me
ahogo, di me que me viste morir”. Pero ¿cual era el pecado de cientos de miles
de soldados soviéticos rodeados cerca de Viazma cuando Hitler lanzó la
Operación Tifón en su avance hacia Moscú? Ninguno.
En Mayo de 1942, 207.047 oficiales y soldados soviéticos, fueron rodeados en
Jarkov. Cuando Nikita Khruschev llegó al poder, fue Stalin el considerado
culpable de ello. Cuando Breznev llegó al poder acusó a Khruschev, de abrir la
ruta a los alemanes hasta el Volga.Pero ¿quien había traicionado a la Madre
Patria?, ¿quien fue hecho prisionero?: el soldado.
El 19 de Mayo de 1942 es la fecha de la catástrofe en Crimea. “La Operación
Kerch ha terminado: 150.000 prisioneros y mucho material capturado” según
rezaba el escueto informe alemán. Y el informe soviético decía “Ha sucedido en
la Península de Kerch en 1942. La razón para esta derrota humillante está
clara. La completa desconfianza del ejército y los comandantes del frente, la
testarudez estúpida de Mekhlis y las acciones arbitrarias. Ordenó no cavar
trincheras, para no socavar el el espíritu ofensivo de los soldados”.
No se puede negar que en toda guerra hay traiciones y traidores. Se pueden
encontrar también entre los prisioneros de guerra. pero si se compara con los
millones capturados, son una gota en un océano. Esa gota existe. No se puede
escapar de ello y algunos fueron convencidos con papeletas alemanas diciendo lo
siguiente:
El asesino balance del Bolchevismo:
Asesinados durante los años de la Revolución y la Guerra Civil: 2.200.000
personas
Muertos por hambruna y epidemias en 1918-1921 y 1932-1933: 14.500.000 personas
Muertos por trabajos forzados en los campos: 10.000.000 personas
Muertos por hambruna y epidemias en 1918-1921 y 1932-1933: 14.500.000 personas
Muertos por trabajos forzados en los campos: 10.000.000 personas
Ante estas cifras muchos decidieron no ir contra el pueblo, pero sí contra
Stalin. Pero también muchos de ellos se unieron a las tropas alemanas con una
esperanza: en cuanto llegasen a la línea de frente, la cruzarían y se unirían a
las tropas amigas. Ninguno lo consiguió. Hitler lo citó el 14 de Septiembre de
1943 cuando acabó la batalla del saliente de Kursk-Orel, e indicó las “unidades
auxiliares” que habían desertado y lo cifró en unos 1.300 hombres, un
regimiento, que desertó ante el Ejército Rojo. “Pero he aprendido” añadió
Hitler “y he mandado desarmar al resto de esa pandilla y enviarlos a trabajar a
las minas en Francia”.
Hitler siempre fue reacio a montar divisiones con rusos capturados, aunque
creo que podía haberlo hecho con los Ucranianos y Bálticos en 1941, que les
recibieron con los brazos abiertos y que hubiesen luchado sin tregua contra el
comunismo. Siempre he creído que fue el error de Hitler. Sólo permitió algo así
tras la derrota de Stalingrado.
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