lunes, 8 de diciembre de 2014

LA UNIÓN SOVIÉTICA Y SUS TROPAS CAPTURADAS 2/3 (Editado originalmente el 1/7/2014)

En Agosto de 1941, Hitler permitió a una delegación de la Cruz Roja visitar el campo de prisioneros soviéticos en Hammerstadt. En estos contactos es cuando surgió la llamada al gobierno soviético, solicitando el permiso para el envío de paquetes con comida para los soldados y oficiales capturados. Moscú respondió que estaban dispuestos a cumplir con las normas de la Convención de Ginebra, pero que debido a la situación el envío de comida y bajo el control fascista era lo mismo que enviar regalos al enemigo... Esta respuesta fue una auténtica sorpresa. Los representantes de la Cruz Roja no habían leído la Orden del Día de Stalin, Orden Nº 270 y firmada el 16 de Agosto de 1941 sobre sus tropas y el trato si caían prisioneros. Si no hubiesen entendido cuan ingenuos eran en sus solicitudes y ofertas a los soviéticos y el odio de Stalin a todos esos soldados que estaban en manos alemanas.

No había diferencia: ¿quién, dónde, cómo y por qué? Incluso los caídos eran considerados criminales. Podemos leer en un parte militar sobre el Teniente-General Vladimir Kachalov “que estando rodeado junto al cuartel general de un cuerpo de tropas, mostró cobardía y se rindió a los fascistas alemanes. El mando de los grupos de Kachalov logró romper y salir del asedio, luchando  y consiguiendo salir de allí, pero el Teniente-General Kachalov prefirió desertar ante el enemigo”. Sin embargo la historia es un poco diferente, Kachalov estuvo 12 días tendido herido en un tanque quemado en el pueblo de Starinka, cerca de Smolensko, y nunca pudo tratar de romper el cerco hasta alcanzar sus posiciones y cayó capturado. Así fue, pero esto no le preocupó a nadie. Los líderes soviéticos estaban ocupados con otras cosas, buscando “cabezas de turco” a quienes acusar su derrota y órdenes desastrosas y sobre todo para castigar a todos aquellos que no habían cumplido las órdenes del gran líder militar, Stalin.

Ninguno de estos líderes no tenían relación alguna con tragedias o fallos, desde el Primer Plan Quinquenal o la muerte de cientos de miles de soldados en el Dnieper. Todos estos errores no tenían razones objetivas y se debían al “resultado de intrigas y sabotajes de los enemigos del sistema progresista”. Es lógico, sabiendo esto y cómo funcionaba la esquizofrenia en la Unión Soviética durante décadas, no debe sorprendernos que buscasen “cabezas de turco” en el lugar equivocado y sin embargo los encontraban... Alguien pagaba... Durante el primer verano de la guerra en Rusia, se encontraron “traidores” en todos sitios. Y cuantos más mejor. El 4 de Junio de 1940, el rango de general fue re-establecido en el Ejército Rojo. Se concedió a 966 militares. Más de 50 fueron hechos prisioneros en el primer año de guerra y muchos de ellos envidiarían a sus 150 colegas generales que murieron más tarde en los campos de batalla. El tormento de la cautividad se demostró mucho peor que la tumba. Por ejemplo el destino de dos generales soviéticos capturados Pavel Ponedelin y Nikolai Kirillov. Pasaron sus años de cautiverio en campos alemanes. En Abril de 1945 los aliados occidentales los liberaron y los entregaron a los soviéticos. Fueron arrestados y pasaron 5 años en la cárcel de Lefortovo para prisioneros políticos y fusilados el 25 de Agosto de 1950.

Los últimos actos trágicos de Stalin en sus purgas a los militares fueron las acusaciones de cobardía y traición a medida que avanzaba el verano de 1941 contra los comandantes del frente occidental. Paulov y Klimovskikh entre otros colaboraron con los alemanes militarmente ya que era la única salida ante las órdenes de que cualquier prisionero, tanto generales como soldados, era culpable. Las leyes internacionales indican claramente que la cautividad militar no es un crimen, “un prisionero de guerra es tan inviolable como la soberanía de las personas y tan sagrado como un infortunio”. Pero Stalin en su orden Nº 270 lo deja claro “Eso es para los demás, para nosotros había una ley diferente” y añade “si en vez de organizar la resistencia ante el enemigo, algunos hombres del Ejército Rojo prefieren rendirse, deben ser destruidos como sea posible, así como las familias de los hombres del Ejército Rojo que hayan sido hechos prisioneros deberá privárseles de ayudas estatales” (se entendía, raciones de comida).

Los comandantes y oficiales políticos “que se rinden al enemigo deberán ser considerados malvados desertores, cuyas familias pueden ser arrestadas como las familias de los desertores, que han violado el juramento y han traicionado a la Madre Patria”. Son sólo unas simples líneas, pero representaron la muerte de miles de niños, mujeres y ancianos que murieron de hambre, solo porque su familiar había tenido la desdicha de caer prisionero. Son solo unas líneas, pero contienen el veredicto de muerte inapelable a esos que no habían cometido crimen alguno, que sólo esperaban una carta desde el frente.

Leyendo estas líneas, entiendo la cantidad de odio que aplicaron a cantidad de gente inocente y el dolor en las palabras del soldado Nikolai Romanov “tu cautividad provoca problemas a muchos”. Y por ello, lo más horrible para un soldado soviético no era morir, si no ser “desaparecido en combate” y debido a ello antes de un asalto o en cruce de un río se decían unos a otros “camarada, si me ahogo, di me que me viste morir”. Pero ¿cual era el pecado de cientos de miles de soldados soviéticos rodeados cerca de Viazma cuando Hitler lanzó la Operación Tifón en su avance hacia Moscú? Ninguno.

En Mayo de 1942, 207.047 oficiales y soldados soviéticos, fueron rodeados en Jarkov. Cuando Nikita Khruschev llegó al poder, fue Stalin el considerado culpable de ello. Cuando Breznev llegó al poder acusó a Khruschev, de abrir la ruta a los alemanes hasta el Volga.Pero ¿quien había traicionado a la Madre Patria?, ¿quien fue hecho prisionero?: el soldado.

El 19 de Mayo de 1942 es la fecha de la catástrofe en Crimea. “La Operación Kerch ha terminado: 150.000 prisioneros y mucho material capturado” según rezaba el escueto informe alemán. Y el informe soviético decía “Ha sucedido en la Península de Kerch en 1942. La razón para esta derrota humillante está clara. La completa desconfianza del ejército y los comandantes del frente, la testarudez estúpida de Mekhlis y las acciones arbitrarias. Ordenó no cavar trincheras, para no socavar el el espíritu ofensivo de los soldados”.

No se puede negar que en toda guerra hay traiciones y traidores. Se pueden encontrar también entre los prisioneros de guerra. pero si se compara con los millones capturados, son una gota en un océano. Esa gota existe. No se puede escapar de ello y algunos fueron convencidos con papeletas alemanas diciendo lo siguiente:

El asesino balance del Bolchevismo:
 
Asesinados durante los años de la Revolución y la Guerra Civil: 2.200.000 personas
Muertos por hambruna y epidemias en 1918-1921 y 1932-1933: 14.500.000 personas
Muertos por trabajos forzados en los campos: 10.000.000 personas

Ante estas cifras muchos decidieron no ir contra el pueblo, pero sí contra Stalin. Pero también muchos de ellos se unieron a las tropas alemanas con una esperanza: en cuanto llegasen a la línea de frente, la cruzarían y se unirían a las tropas amigas. Ninguno lo consiguió. Hitler lo citó el 14 de Septiembre de 1943 cuando acabó la batalla del saliente de Kursk-Orel, e indicó las “unidades auxiliares” que habían desertado y lo cifró en unos 1.300 hombres, un regimiento, que desertó ante el Ejército Rojo. “Pero he aprendido” añadió Hitler “y he mandado desarmar al resto de esa pandilla y enviarlos a trabajar a las minas en Francia”.

Hitler siempre fue reacio a montar divisiones con rusos capturados, aunque creo que podía haberlo hecho con los Ucranianos y Bálticos en 1941, que les recibieron con los brazos abiertos y que hubiesen luchado sin tregua contra el comunismo. Siempre he creído que fue el error de Hitler. Sólo permitió algo así tras la derrota de Stalingrado.

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