viernes, 23 de enero de 2015

PIO XII (Editado originalmente el 19/8/2013)


Creo que Pío XII, Eugenio Pacelli, ha sido el último gran Papa que ha habido en la Iglesia Católica. Lo fue desde 1939 hasta 1958. Y no lo digo porque me parezca superior a los que le han seguido (que me lo parece), sino porque ha sido atacado sin piedad por muchas entidades, sobre todo judías desde los años 60, por su supuesta neutralidad o “brazos caídos” ante la suerte de los judíos en la guerra. Casi diría que ha estado y está de moda el ataque a su persona. Sólo eso ya le hace acreedor de haber sido alguien del máximo interés.
 
Recuerdo haber leído el ataque del rabino Marvin Hier del Centro Simón Wiesenthal de Los Angeles, diciendo: “El Papa Pío XII se sentó en su trono de San Pedro con un silencio pétreo, mientras los trenes llevando a millones de víctimas inocentes cruzaban Europa en ruta a las cámaras de gas... Ni una vez levantó el Papa su voz en términos inequívocos, para protestar por la deprotación y asesinato de los judíos...”
 
Pero no sólo el Vaticano y el Papa Pío XII son los objetivos de estas críticas. Los líderes de los USA, Gran Bretaña y otros países aliados también han sido atacados últimamente por su supuesta indiferencia a la persecución en Europa de los judíos. De hecho, el Dr. Arthur Butz ha señalado al Papa Pio XII, los gobiernos aliados e incluso a importantes organizaciones judías por no haber hecho nada durante la guerra.
 
Estamos en lo de siempre. Este tipo de críticas tienen el terreno abonado cuando te das cuenta que la mayoría de gente a nuestro alrededor, no tienen ni la menor idea de historia y sólo se creen lo que aparece en la TV o los grandes medios interesados. Estas críticas, como las del rabino Hier, sólo muestran una cruel ingratitud hacia la amplia ayuda del Vaticano a los judíos durante la guerra. Por ejemplo y citando fuentes judías, alejadas de cualquier sospecha en este caso, se puede leer el libro “Three Popes and the Jews”, del historiador y miembro del gobierno hebreo Pinchas Lapide, defiende con firmeza al Vaticano diciendo “La Iglesia Católica, bajo el pontificado de Pío XII, fue decisiva para poder salvar entre 700.000 y 860.000 judíos”.
 
Como he dicho más arriba, este mito persistente viene de los años 60 y concretamente de la obra teatral “El Diputado” del protestante alemán Rolf Hochhuth y en un libro del historiador judío Saul Friedlander. Como respuesta a este ataque el Papa Pablo VI abrió los archivos vaticano de la II Guerra Mundial para ser analizados por cuatro historiadores jesuitas y les permitió que seleccionaran documentación para poderla publicar. Entre ellos el jesuita americano Robert A. Graham, llegó a publicar un gran número de documentos en varios volúmenes. En esa información que pudieron ver los jesuitas, quedaba claro que al inicio de las hostilidades en 1939, el Secretario de Estado y futuro Papa Pacelli, estuvo involucrado profundamente en promocionar el bienestar de los judíos en Europa.
 
Pensemos por ejemplo, que cuando Hitler fue nombrado Canciller menos de medio año antes, el cardenal Pacelli urgió al Papa Pío XI a dar refugio en Ciudad del Vaticano a judíos prominentes que lo solicitaban. En 1937, tal como llegó a Nueva York a bordo del transatlántico italiano “Conte di Savoia”, el cardenal Pacelli le pidió al capitán izar una bandera improvisada de la estrella de David en honor, dijo, a los seiscientos judíos alemanes en el barco. Un año después, los ciudadanos de Munich vieron asombrados como la Torá y otros objetos rituales judíos eran sacados “para su cuidado” de la sinagoga y puestos en el coche del arzobispo de la ciudad y más asombrados cuando supieron que esa acción había sido ordenada por el cardenal Pacelli desde Roma. 

Unos de sus últimos actos antes de ser nombrado Papa en 1939, fue notificar su desagrado a los obispos americanos y canadienses, por su rechazo en aceptar en sus universidades católicas a los alumnos de origen judío-europeo y que aceptarán a esos alumnos e incluso científicos de ese origen entre su personal y esperaba que los obispos remediasen esa situación.
 
Otro punto importante es el soporte de este Papa a la causa sionista. Se dio cuenta enseguida de la importancia de Palestina para los judíos. En 1939 y tan pronto como las noticias hablaban de la entrada del ejército alemán en Polonia, telegrafió al nuncio Paccini en Varsovia para que “intentase organizar a los judíos polacos para que pudiesen salir hacia Palestina”. Al mismo tiempo, ordenó al nuncio Angelo Roncalli (futuro Juan XXIII), en Estambul a preparar miles de certificados de bautismo para los judíos que llegaban con la esperanza de que ese documento les permitiese pasar los controles de la policía británica y que pudiesen entrar en Palestina. Roncalli protestó “Seguramente” escribió al Papa “el intento de revivir los antiguos reinos de Judea e Israel es una utopia. ¿No expondrá al Vaticano a ser acusado de Sionismo?” 

Sin embargo, el secretario de estado, cardenal Maglione parecía menos asustado y le preguntó al Papa “¿Cómo puede justificar históricamente  el criterio de devolver esta gente a Palestina, un territorio que dejaron hace 19 siglos? Seguramente hay lugares más adecuados para que se instalen los judíos”.

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