jueves, 1 de enero de 2015

LA II GUERRA MUNDIAL Y SUS CONSECUENCIAS PARA INGLATERRA (Editado originalmente el 21/2/2012)

Siempre que me reúno con amigos en alguna cena o en cualquier otro tipo de reunión, suelen salir temas que tienen que ver con conspiraciones (que ya sabéis que yo no creo en la teoría de las conspiraciones, creo en la teoría de las coincidencias...), los nazis, los aliados, libros que he escrito o que estoy escribiendo, personajes de la historia, la situación en España, la masonería, el sionismo y un largo etcétera de lugares comunes, donde mis amigos y yo disfrutamos de esa velada.

No tengo que insistiros en que cuando entro en según qué asuntos las caras de sorpresa e incredulidad ante mis explicaciones de mis amigos son la moneda común. Nada nuevo bajo el sol, es lo que tiene tocar temas y asuntos políticamente incorrectos o donde la historia oficial ha hecho profunda mella en la memoria común de las personas y se ha convertido en la realidad y en lo que fue. Los medios de comunicación (y quien hay detrás...), son el ariete de esa nueva historia.

Uno de los episodios que he tocado en este blog ya que me afecta de forma directa, es la historia de Inglaterra en las dos guerras mundiales y el resultado de las mismas en lo que fue su imperio y su lugar en el mundo desde 1945. Pronto se celebrarán los 70 años del final de la II Guerra Mundial, (la “Guerra Buena”, como la Primera fue “La Guerra que Acabaría con Todas las Guerras”) pero dudo que alguien tenga el valor de decir el coste que tuvo para Inglaterra la guerra y la pérdida absoluta de su imperio y de su identidad como nación.

Sólo pensar que la II Guerra Mundial fue una “Guerra Buena” es simplemente ridículo. El principal aliado de Inglaterra y de los aliados en general, fue uno de los regímenes más tiránicos y asesinos que ha conocido la historia de la humanidad. Ese imperio esclavo que fue el comunismo fue ayudado por los británicos y esa ayuda fomentó su crecimiento, implantación y consolidación en muchos lugares del mundo. Además Inglaterra le entregó a decenas de miles de soldados prisioneros y civiles alemanes que se sabía que iban a estar en las peores condiciones posibles y que fueron asesinados sin escrúpulos.

El objetivo de Inglaterra al unirse a la guerra y declarándola a Alemania pero no a la Unión Soviética, no fue logrado y el país cuya independencia clamaban que estaba a salvo, Polonia, fue hundiéndose en las sucesivas olas de horror, crueldad, asesinatos y despotismo que van emergiendo casi 70 años después, para mostrarnos el verdadero rostro de lo que aquel conflicto fue para Inglaterra.

Además de los destrozos físicos (ni punto de comparación con los bombardeos aliados sobre Alemania), los efectos de la II Guerra Mundial sobre Inglaterra fueron la bancarrota de la economía, la subida de los impuestos a niveles nunca vistos, la interferencia del estado en todos los aspectos de la vida, la rotura de incontables familias, la popularización del divorcio y el sometimiento de la cultura propia a una invasión de las costumbres americanas y lengua, de la cual nunca se ha recuperado. Y el principal efecto de largo fue la destrucción de su imperio en el mundo, la debilitación de su moneda y el final de su status como poder de primera magnitud a nivel diplomático y naval. En ese proceso en 1942 en Singapur, Inglaterra sufrió el más grave revés y derrota de su ejército de toda su historia. Una derrota tan desastrosa e irreparable que incluso hoy muchos ingleses no son conscientes de ello, a pesar de estar razonablemente bien informados de los horrores presumiblemente causados por los ejércitos enemigos.

De todas formas, hay varias cosas que Inglaterra hizo o colaboró a ello durante la guerra y al terminar la misma. Creo que Inglaterra y los aliados utilizaron métodos realmente crueles  que deberían hacerles pensar profundamente, pero son tan terribles que aún se mienten a sí mismos o bien lo ocultan de su memoria. Cuando se saben es muy difícil defenderlos.

El primero fue el premeditado bombardeo sobre objetivos civiles alemanes y no hablo de Desde o Hamburgo, sino sobre toda Alemania durante muchos meses de forma despiadada día y noche. No tiene excusa moral y fueron totalmente inefectivos desde el punto de vista militar. Muchos ingleses no se han dado cuenta del hecho de que fue un acto de política deliberada, creyendo erróneamente que los bombardeos atacaban objetivos militares e industriales y que de vez en cuando y accidentalmente, por supuesto, mataban a civiles. El valor y el sacrificio de las tripulaciones se reconoce, pero nadie culpa a los políticos y los mandos que ordenaron a esos pilotos los bombardeos.

El segundo punto fue el atroz y poco conocida “limpieza étnica” de unos diez millones de alemanes desde sus hogares hacia el este y Europa central, que fue planificada y autorizada antes del final de la guerra y aprobada por los aliados en Potsdam y representada falsamente como “Ordenada y Humana”. Esos que lo ordenaron y autorizaron sabían perfectamente que no habría nada de eso. Los que lo llevaron a cabo hicieron bien poco para mitigar el caos y la crueldad que servían a su propósito, de expulsar a esos alemanes de sus tierras ancestrales por la vía del terror y el robo. Esas palabras “Ordenada y Humana” que aparecen en el documento de Potsdam que autorizaban la atrocidad, aparecen como título amargo del nuevo libro de R.M. Douglas, publicado hace poco por la Yale University Press y que recomiendo sin dudar. Amargor frío es la primera reacción de todo aquel que lee el libro y que dice que se considera civilizado.

El libro nos lleva a través de diferentes etapas, siendo la primera la planificación deliberada de las expulsiones, por funcionarios y políticos que encontraron muy rápido y sin problemas, llevándolo a cabo con toda la crueldad. ¿Y esos que estaban ahí en ese momento? Muchos protestaron, notoriamente el editor de izquierdas Victor Gollancz, el periodista Eric Gedye, el obispo George Bell de Chichester y el Miembro del Parlamento Richard Stokes. Pero como es habitual cuando algo perverso está en marcha, el consenso de la “historia oficial” es complaciente y a la defensiva. Winston Churchill que urgió por este plan durante años y que ignoró los avisos de su peligro, comenzó a hacer hipócritas declaraciones sobre su crueldad mucho tiempo después de que fuese demasiado tarde.

Hay una cierta moda en estos días de santificar a Clement Atlee, el Primer Ministro Laborista después de la guerra. Bueno, San Clement frente al aviso de que el plan podía tener graves problemas y sobre todo con sufrimiento humano dijo: “Todo aquello que traiga a los alemanes la conciencia de su irrevocable y completa derrota vale la pena al final”. Yo pregunto ante esta afirmación “¿Todo?” 

Veamos: En un incidente cualquiera he omitido la nacionalidad de las víctimas  y de los soldados. A ver si adivinas quienes eran antes de que te lo diga más abajo. “En un solo incidente 265 personas, incluyendo 120 mujeres y 74 niños fueron asesinados el 18 de Junio por  tropas xxxxxxx, que los sacaron de un tren en Horne Mostenice, cerca de Prerov, les dispararon en la nuca y los enterraron en una fosa común que habían cavado a la fuerza previamente las propias víctimas, junto a la estación. Si te digo que el año es 1945, que el 18 de Junio la guerra ya había terminado hacia un mes y medio, quizás podrás adivinar quienes no eran los asesinados. Los asesinados eran alemanes. Los asesinos fueron las supuestamente disciplinadas tropas de la bella y amistosa Checoslovaquia .

Creo que dos puntos emergen aquí. Por un lado, lo que el profesor Douglas dice en su libro, y es que esas repugnantes matanzas no fueron, en general, el resultado de rabiosos civiles alemanes en busca de venganza, que hubiese podido mitigar el crimen. Estaban protegidos y controlados por el estado y siguen defendidos por los mismos, muy nerviosos ante cualquier sugerencia de que puedan estar sujetos a una investigación legal, o demandas de compensación por estos crímenes.

El segundo punto es que los autores de estas cosas asquerosas e inexcusables fueron los “decentes” checos y los “galantes” polacos, durante tanto tiempo tratados con una admiración casi sentimental por Inglaterra. Creo que sobre todo por la traición inglesa de 1938 y 1939... Cuando hablo de esto con gente es fácil escuchar enseguida que “los alemanes lo hicieron primero y se les pagaba con la misma moneda” añadiendo muchas veces la cantinela de “¿Qué eres entonces, un apologista de Hitler?” y sin duda con insinuaciones típicas de la “policía del pensamiento” como que soy un casi un racista. No me preocupa, la verdad.

Es cierto que hubo abusos por parte de algunos alemanes que quizás hicieron cosas así e incluso peores. No voy a discutirlo, la guerra es la guerra, pero sí que Inglaterra y los aliados recurrieron a muchos de ellos tras la guerra para asuntos policíacos, técnicos y científicos. Pero es que en este caso hablamos de mujeres y niños sin ninguna culpa de la guerra. En otros casos incluso socialdemócratas checo-alemanes que también habían resistido a los nazis. Esta parte fue una purga racial, combinado con un robo colosal de propiedades, dinero, tierras y casas, horriblemente comparables a algunas acciones de la Alemania Nacionalsocialista. Cualquiera que juzgue correctamente a esa Alemania como asesinos bárbaros no puede, en realidad a plena conciencia, no condenar también estos actos inhumanos e innecesarios de un país vencido.

El profesor Douglas acepta que estas expulsiones y “limpiezas étnicas” no llegaron al nivel de los campos de exterminio, aunque creo que estuvieron muy cerca y se superaron en más de una ocasión. Pero el profesor argumenta lo siguiente:

“Sin embargo, el umbral de reconocer los abusos en los derechos humanos por lo que son, no pueden ser sólo las barbaridades sin precedentes del régimen de Hitler. Con excepción de los años de guerra, la Europa al oeste de la Unión Soviética no había visto jamás la enorme detención arbitraria de alemanes, en la cual cientos de miles de personas incluyendo niños, perderían sus vidas. Esto ha escapado totalmente de la atención de nuestros contemporáneos en cualquier lugar de Europa, y lo que dicen los historiadores hoy es un frío comentario sobre la facilidad con que las maldades, vistas de forma directa pueden ser olvidadas cuando el gran público y la opinión pública prefieren no ver algo así”

A propósito de esto, una de las razones por la que esta acción monstruosa ha desaparecido de la historia oficial fue debido al pensamiento muy extendido de que el (sangriento, caótico y económicamente y socialmente desastroso) obligado intercambio de población entre Grecia y Turquía, tras la cesión de Smyrna a los turcos por la derrota de los griegos en 1922, fue un éxito, cuando no lo fue. Por ello, el silencio tras las expulsiones de 1945  no deben crear esa sensación falsa. Fue puro infierno y cualquiera que pretenda repetirlo debe ser advertido de ello.

En Linzer-Vorstadt, cerca de la cervecería Budvar en Checoslovaquia, en un campo de concentración para alemanes estaba escrita la leyenda en su entrada de “Oko za Oko, Zub za Zub” que quiere decir “Ojo por ojo, diente por diente”. A los nuevos internos se les quitaba la ropa, se les obligaba a correr desnudos en un pasillo de guardias que los golpeaban con palos, esquilados de su cabello y forzados a ponerse uniformes humillantes. La experiencia del sacerdote católico Joseph Neubauer en este lugar miserable es demasiado larga para entrar en ella, pero puedo asegurar que era indescriptible. En Auschwitz pasaron menos de quince días entre la salida de los judíos y la entrada de los prisioneros étnicos alemanes...

Un checo contrario a la persecución y represión contra los alemanes, el Dr. Bedrich Bobek, dejó un aviso en una carta diciendo “No dejen que nadie caiga en la excusa de que los alemanes hicieron lo mismo. Incluso si estamos cualificados para ser sus jueces, en cuyo caso no podemos actuar como lo hacemos o no somos diferentes a ellos, no tenemos el derecho a juzgarles”. Yo personalmente estoy de acuerdo con esta cita. Pero hay más episodios de crueldad. Un tren llegó a Alemania desde  Checoslovaquia en Diciembre de 1945 y podemos imaginar la temperatura glacial que había. Llevaba a 650 personas como si fuesen reses. Cuando se abrieron las puertas había 94 cadáveres incluyendo a 22 niños, muertos de frío.

Otro tren, éste desde Polonia, donde “la mayoría de los pasajeros, tras su estancia en campos de concentración polacos, estaban demacrados de inanición, llenos de piojos y sufriendo diversas enfermedades infecciosas. 39 de ellos acabaron el viaje muertos por congelación”. Recomiendo a quien lea el libro que la descripción que hace de un tren que venía de Luben (página 196), es simplemente increíble.

Estos países fueron ayudados por Inglaterra con comandos y material militar para provocar atentados durante toda la guerra. Fueron países que cayeron bajo la órbita soviética al terminar la guerra (tal como se acordó en diversas reuniones previas de los jerifaltes aliados antes del fin de la misma) y que demostraron una crueldad totalmente fuera de cualquier razonamiento humano. La Unión Soviética jamás ayudó a estos países antes del fin de la contienda y después dejó caer su garra despiadada sobre ellos.

Recordemos que en la sublevación de Varsovia, los rusos no movieron ni un dedo por el ejército libre polaco y luego ajusticiaron a muchos de sus miembros. ¿Pueden sentirse orgullosos los ingleses de algo así? Evidentemente que no, pero el desconocimiento absoluto de las generaciones actuales de todo ello es espeluznante. El coste de perder el imperio, su cultura y su nulidad internacional como país, fue el pago en agradecimiento que tuvo que pagar el viejo león británico con Winston Churchill a la cabeza, como máximo cómplice del desastre.

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