jueves, 1 de enero de 2015

GOEBBELS EN BERLÍN (Editado originalmente el 9/5/2013)

Siempre me asombra, históricamente hablando, que la ciudad más comunista de Europa tras Moscú en los años 20, Berlín, cambiase su ideario político del proletariado por las nuevas y pujantes ideas nacionalsocialistas, en un país convulsionado. Ideas recién llegadas y sin historial, sin más conocimiento que las noticias que pudieran llegar desde Baviera y Munich en particular. Ese cambio de ideario político vino dado por un solo hombre: Joseph Goebbels.

Nadie podía sospechar que aquel hombre menudo de 29 años, que había llegado a la estación central de Anhalter en Berlín, una grisácea mañana del 7 de Noviembre de 1926 y que caminaba cojeando, iba a cambiar el destino de la capital alemana. Joseph Goebbels, un oficial de carrera en el NSDAP, había llegado a Berlín con una misión que parecía imposible. Había sido nombrado Gauleiter de Berlín o líder de distrito y su misión era luchar contra el comunismo por obtener el poder en la capital.

Pensemos que en aquel momento, Hitler comandaba un partido con 49.000 miembros en toda Alemania. Su situación en Berlín era muy mala, hasta el punto que sólo podía movilizar a unos cientos de partidarios en la ciudad. En un informe interno de Octubre de 1926, un dirigente escribió explicando “sobre la absoluta descomposición del NSDAP en Berlín”, que además añadía que “era un grupo totalmente auto-destructivo, sin rumbo y sin posibilidad de arreglo”. Las oficinas del partido en el 109 de la Potsdamer Strasse, sólo podía reforzar esta imagen. Era una habitación en unos bajos oscuros, que apestaba a tabaco, sudor y cerveza. Los miembros del partido se referían a esta sede como la “guarida del opio”...

A finales de 1926, Goebbels alquiló unas oficinas más aceptables para el partido en la Lutzow Strasse. Expulsó del partido a los gandules, rufianes y a los folloneros y llamó al resto de los miembros a participar en varias campañas. Antes de una semana desde que había llegado, Goebbels organizó una marcha a través del distrito de Neukölln, uno de los barrios fuertes del comunismo en la ciudad y que se convirtió en un motín callejero. Goebbels quería mostrar la bandera del partido de Hitler en Berlín, que describió como “la ciudad más roja después de Moscú”. Entre el Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista, manejaban el 52,2% del voto de 1925 en las elecciones municipales. Goebbels decidió, como nuevo líder nazi, atacar a la superioridad de la izquierda con un ataque frontal. Fue a la Pharussäle, una sala de reuniones usada habitualmente por los comunistas para sus rallies en el distrito berlinés de Wedding y dio un discurso llamado “El Colapso del Estado Burgués”. Esto provocó a los comunistas.

El 11 de Febrero de 1927, el la reunión del NSDAP se convirtió en una violenta trifulca entre ambos grupos. Las jarras de cerveza y las mesas volaban por toda la sala y muchos heridos quedaron en el suelo cubierto de sangre. A pesar de las heridas, fue un triunfo para Goebbels y sus seguidores que consiguieron golpear a más de 200 comunistas y expulsarlos de la sala. Goebbels convirtió Berlín en una zona de prueba para la futura conquista del poder en toda Alemania, utilizando a las SA como punta de lanza para conseguirlo. Las SA eran una combinación de romanticismo militar y rudeza, ideales como soporte para los logros políticos en aquellas circunstancias. Para el NSDAP, las SA eran “soldados políticos”, cuyas formaciones estaban llenas de parados, aprendices y estudiantes. Según Goebbels, su labor era “conquistar las calles” en un Berlín donde estos hombres debían luchar por una visión NSDAP frente al marxismo importado y avalado de Moscú.

Goebbels, como cabeza del partido en la ciudad, escogió a Bernhard Weiss, el diputado judío jefe de la policía de Berlín, como objetivo de su lucha anti-judía. Goebbels le puso el mote de “Isidore” y Weiss ganó un juicio contra Goebbels por esa razón. pero Goebbels no se rindió y le llamó “Weiss, aquel que no permite que se llame Isidore”. Llamaba a los oficiales de policía de Weiss como “Bernhardiner” (San Bernardos, como los perros). Los miembros del NSDAP de Berlín cantaban canciones satíricas sobre “Isidore” y portaban máscaras de “Isidore” y hacian que la gente se riese del Weiss. Por supuesto, los nazis utilizaron el humor grueso como una afilada arma contra la República de Weimar. Gunther d’Alquen, el joven editor en jefe de “Das Schwarze Korps”, el periódico oficial de las SS, escribió en 1937 que “logramos derribar un sistema entero con grandes risotadas”. Creo que tenía toda la razón. Si algo no soporta el sistema es el sentido del humor. Le da miedo...

Goebbels creía firmemente en algo que dijo: “las payasadas son necesarias”. En un pase de la película “Sin Novedad en el Frente”, adaptación de la novela pacifista del judío Erich Maria Remarque, el 5 de Diciembre de 1930, en el cine Mozartsaal en Berlín Nollendorfplatz, miembros de las SA soltaron ratones blancos. Los gritos de las mujeres obligaron a la interrupción de la película, mientras los SA reían. Goebbels estaba entre la audiencia de esa película. Justificó esta estrategia de provocación diciendo que los nazis podían ser acusados de muchas cosas, pero sin duda no de ser aburridos. Las peleas callejeras e incidentes en los mítines políticos forjaron un sentido de unidad y camaradería en los miembros de Berlín. El 1 de Mayo de 1927, Hitler les habló por primera vez en la muy digna sala de conciertos Clou. Goebbels disfrutó de la confianza de Hitler en todo momento y recibió su ayuda en los momentos más difíciles de la lucha por Berlín. Sus camaradas de la ciudad le llamaban “nuestro Dr. Goebbels”, ya que pasaba la mayor parte del tiempo con ellos. Ayudó a los heridos en trifulcas, tomó las manos de los moribundos y asistió al entierro de los caídos.

Es importante tener en consideración que Goebbels no pudo luchar en la I Guerra Mundial, por su pierna deformada, sin embargo demostró ser un soldado de primera en la lucha por Berlín y resistió y venció los numerosos retos que le tocó vivir. Pensemos que cinco días después del discurso de Hitler en el Clou, la policía prohibió al NSDAP en Berlín. Pero eso no detuvo su ascenso. Goebbels, que había leído las memorias de August Bebel, un político marxista y cofundador del Partido Social Demócrata en Alemania, aprendió la lección de los socialdemócratas en su pulso contra las leyes anti socialistas de Bismarck. El NSDAP montó grupos aparentemente inocuos como clubs de bolos, ahorros o natación. Usando el eslogan “No muertos, a pesar de la prohibición”, Goebbels montó el periódico “Der Angriff” (El Ataque) en Julio de 1927, en un principio de forma semanal. El subtitulo “Para los oprimidos-contra los explotadores”, indicaba el objetivo de la clase obrera.

Al principio el NSDAP sólo obtuvo modestos triunfos. Sólo 39.000 berlineses o el 1,6% de la población votó al partido en las elecciones de Mayo de 1928 para el Reichstag. De todas maneras, la prohibición del NSDAP le alzó en la campaña. Cuando Goebbels se convirtió en uno de los 12 miembros nazis del Reichstag, lo hizo con la siguiente frase retadora “No tenemos nada que hacer con el parlamento. Lo rechazamos desde dentro”. La estrategia de la rama berlinesa del NSDAP sirvió como una oposición extra-parlamentaria, formando células en las calles y en los negocios, copia del modelo comunista de infiltración. En 1928, el partido montó un rallie con miles de seguidores, llenando el Sportspalast, cerca de la Potsdamer Strasse. En 1929, el partido encabezado por “el bandido en jefe Goebbels”, como le llamaban los comunistas, obtuvo el 5,8% del voto para el consejo ciudadano, asegurando con ello 13 asientos en el parlamento de la ciudad.

Es evidentemente que vivimos otra época. Uno podrá estar de acuerdo o no con esos políticos y esos métodos, tanto de unos como de otros. No entro ni juzgo, allá cada cual. Lo que queda claro que en una época como la nuestra, trufada de políticos melifluos, pusilánimes, cobardes, traidores, buenistas y estúpidos, ver estos ejemplos de personas con ideales, capacidad de lucha, sacrificio, entereza y honor no hace sino hacernos ver claro que estamos en las peores manos posibles. Esos políticos de entonces, de un bando u otro, iban de cara y quedaba claro el juego. Ya lo dijo Hitler y aunque no guste y sea políticamente incorrecto para los melifluos, pero tenía toda la razón “Político sólo es aquel que pone su vida y hacienda en juego”. Sobran las palabras ante lo que tenemos hoy.

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