jueves, 1 de enero de 2015

LUIGI ROMERSA (Editado originalmente el 9/10/2012)


Luigi Romersa, nacido en Boretto, Italia, el 15 de Julio de 1917 y fallecido en Roma el 19 de Marzo de 2007, era el último testigo conocido de la explosión atómica alemana realizada en la isla de Rügen, en el Mar Báltico, el 12 de Octubre de 1944. Romersa fue enviado por el Duce para ver personalmente e informarle luego sobre las “Armas Maravillosas” alemanas que el Führer decía tener y que podían cambiar el sentido de la guerra.

Todo el programa atómico alemán y que yo defiendo en mi libro “Operación Hagen” ha sido y es objeto de una intensa polémica de defensores y retractores del mismo. Podemos imaginar que sobre todo en Alemania. Por ejemplo, el historiador independiente Rainer Karlsch, se encontró con una furibunda hostilidad cuando publicó un estudio que contenía pruebas de que los científicos alemanes habían llegado más lejos de lo que se imaginaba en el asunto de la investigación atómica.

Luigi Romersa fue un defensor de las tesis de Karlsch, mientras vivió en su elegante piso en el barrio romano de Parioli. Y todavía estaba lúcido a pesar de su avanzada edad. En una entrevista para el periódico británico “The Guardian” explicó que en Septiembre de 1944, Mussolini le citó en la ciudad de Salo, en el norte de Italia para encomendarle una misión especial. Mussolini era el líder de un gobierno montado por los alemanes en el norte de Italia y Romersa era un joven de 27 años, que trabajaba de corresponsal en el “Corriere della Sera”. El Duce decía que Hitler le había hablado del desarrollo de armas imbatibles. Romersa explica en la entrevista que el Duce le dijo “Quiero saber más sobre esas armas. Se lo pregunté a Hitler pero no estaba comunicativo”

Mussolini le entregó cartas de introducción tanto para Goebbels, como para Hitler. Tras reunirse con los dos en Alemania, se le mostraron las armas más secretas en la planta de Peenemünde y luego en la mañana del 12 de Octubre de 1944, fue llevado a lo que actualmente es una isla de vacaciones, la isla de Rügen en la costa alemana del Mar Báltico, donde pudo ver la detonación de lo que sus anfitriones llamaron “bomba desintegradora”.

Según palabras de Romersa “Me llevaron a un bunker de hormigón, con una apertura de un cristal excepcionalmente grueso. En un momento determinado, llegaron las noticias de que la detonación iba a ser inminente. Hubo un ligero temblor en el bunker y un repentino fulgor muy intenso y una gruesa nube de humo. Tomó la forma de una columna y luego la de una gran flor. Los oficiales me dijeron que debería permanecer en el bunker durante varias horas debido a los efectos de la bomba. Cuando salimos, nos hicieron poner una especie de chaqueta y pantalones que me parecieron hechos de asbestos y fuímos al lugar de la explosión, que estaba a un kilómetro y medio de distancia” Romersa sigue con su increíble experiencia en Rügen “Los efectos habían sido trágicos. Los árboles de los alrededores se habían carbonizado. No habían hojas. No había vida. Habían algunos animales, corderos, en la zona que se habían reducido a cenizas”.

En su regreso a Italia, Romersa se reunió con Mussolini y le explicó su experiencia. En los años 50’s publicó sus experiencias en la revista Oggi. Pero, explicó, “todos decían que estaba loco”. Por aquel entonces era universalmente aceptado que los científicos de Hitler estaban a años de distancia de poder probar un ingenio atómico. Los interrogadores aliados que habían hablado con los investigadores alemanes, concluyeron que había una brecha de desconocimiento de la fisión nuclear.

Y agregaban que en cualquier caso, los USA necesitaron 125.000 personas para desarrollar las bombas que lanzaron sobre Japón en 1945, mientras que el supuesto programa atómico alemán involucro a no más de unas docenas de físicos, liderados por el Premio Nobel Werner Heisenberg.

Pero los documentos publicados por Karlsch y el estudioso norteamericano Mark Walker del Union College, han desmontado este consenso aliado. Los archivos rusos han mostrado que uno de los científicos alemanes había patentado una bomba de plutonio en 1941 y los dos historiadores publicaron un artículo en la revista mensual británica “Physics World”, que incluía lo que ellos decían que era el primer diagrama de una de las bombas que los científicos de Hitler estaban tratando de construir, un ingenio que combinaba la fisión y la fusión.

La verdadera novedad de la investigación de Karlsch es que se olvidaba del proyecto de Heisenberg e investigó el proyecto competidor de Kurt Diebner. Desde 1939, Diebner tenía a su propio grupo de investigación en Gottow, cerca de Berlín. Karlsch encontró pruebas que muestran que con el soporte de Walter Gerlach del Consejo de Investigaciones del Reich, este grupo había abandonado su búsqueda de una bomba atómica, para concentrarse en un arma hecha de explosivos convencionales que cubrían un núcleo atómico (lo que hoy llamaríamos una bomba sucia) “Era un arma táctica para el campo de batalla que posiblemente querían usar contra el Ejército Rojo en su aproximación a Alemania” añade el profesor Walker.

¿Pudo Romersa haber visto la detonación de un prototipo inicial? No es la única persona que dice haber sido testigo de una explosión similar. En los archivos de la antigua Alemania oriental apareció el testimonio de Cläre Werner: en la tarde-noche del 3 de marzo de 1945, ella dice que estaba cerca de la ciudad de Ohrdruf cuando vio una “enorme columna estrecha” subir hacia el cielo, “tan brillante que uno podía leer el periódico”

Ohrdruf tenía un campo de concentración, que formaba parte del complejo de Buchenwald. Heinz Wachsmut, que trabajaba en una compañía de excavaciones de la zona, explicó que el día después de que la señora Werner dijo haber visto una explosión, le fue ordenado ayudar a los SS para construir una plataformas de madera para la cremación de los cuerpos de los prisioneros. Wachsmut dijo que los cuerpos tenían quemaduras horribles.

Tras la guerra, los científicos involucrados en el proyecto nazi fueron internados. Gerlach, cuyas investigaciones en otros campos le hicieron ser reconocido por el propio y aupado Albert Einstein, volvió a la vida académica y murió como una figura reverenciada. Diebner, de momento, encontró un trabajo en la Alemania Federal en el Ministerio de Defensa. Nadie habló de sus trabajos en lo que podía haber sido la primera arma táctica nuclear del mundo “Ni Diebner ni Gerlach dijeron nada sobre eso. Se lo llevaron a la tumba” dijo el profesor Walker.

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