viernes, 23 de enero de 2015

DEL ETNOCIDIO EUROPEO A LA TIRANÍA DEL BECERRO DE ORO (Editado originalmente el (17/4/2012)

Os incluyo el artículo de Alberto Granados que ha aparecido esta semana en Alerta Digital y que quería compartir con vosotros. Ya en mi libro “NO LE LLAME NEGRO, LLÁMELE SUBSAHARIANO,. Guía para evitar lo Políticamente Correcto”, ya explicaba el camino que la Unión Europea estaba siguiendo de forma inexorable y que no es otro que el que marcó en los años 20 el Conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi, gran enemigo de Europa y de la raza blanca en particular, a la que había que cruzar con negros y asiáticos para poder dominarla y convertirla en moldeable y acabar llegando a la sociedad multirracial. Leed y pensad...

Alberto Granados.- La UE establecida según Maastricht, con sede en Bruselas, está basada en el propósito “paneuropeo” (en realidad antieuropeo) que el checo Coudenhove-Kalergi iniciara en 1924 (ver sus tesis recogidas en varios escritos y libros, destacando Praktischer Idealismus).

Todos los indicios, los documentos, así como las declaraciones de algunos funcionarios europeos, como Juncker de Luxemburgo, del mismísimo canciller Helmut Kohl (que recibió el galardón con el mismo nombre), y de hasta europarlamentarios menos conocidos, como Ïñigo Méndez Vigo, que hace unos años alabó los logros de Kalergi asegurando que se estaban siguiendo sus directrices en las convenciones europeas, no dejan lugar a la duda.

Mediante este proceso, establecido a largo plazo, se pretende abolir la democracia orgánica y participativa (en realidad lo que hoy hay es una democracia teledirigida) y de las naciones con el fin de crear un conglomerado subordinado a Estados Unidos como paso previo para conducirlas al Estado Mundial y, en su consecuencia, a la tiranía del becerro de oro.

Estamos siendo testigos de un acto vesánico sin precedentes de la destrucción de las naciones europeas y de todo lo que antaño significaba Occidente.

El objetivo de desintegrar fronteras, etnias, culturas y tradiciones, está radicado sobre la población europea, pero no solo va dirigido contra Europa, sino contra todos los continentes, ya que el mundialismo se obsesiona con que solo así puede conservar el poder.

Los planificadores de las migraciones forzadas hacia las naciones europeas (o eurodescendientes) son conscientes del mal que hacen: año tras año dañan la economía gastando ocho veces más de lo que cuestan las subvenciones a la natalidad.

Desde el principio sabían que su “política familiar” es un método para la reducción de la natalidad autóctona, un etnocidio en toda regla.

Fomentan el asentamiento de de la inmigración masiva, no por compasión o razones humanitarias, sino para deteriorar y desintegrar las naciones europeas y someter a Europa.

Sus medidas de represión (creando leyes ad hoc), de discriminación “positiva” (en realidad racismo antieuropeo) o de criminalización de cualquier disidencia no violenta (es decir, legal y democrática), los caracteriza y deja a las claras la verdadera perfidia de sus intenciones.

Los que se llaman a sí mismo “demócratas” solo sirven a la dictadura demoliberal del mundialismo 

En nombre de la “libertad educativa”, comenzaron con sus programas de “re-educación”. En nombre de los “derechos humanos” se ha falsificado la historia y escrito la mentira.

En nombre de la “libertad de prensa” y del “bienestar social”, comenzó la propaganda, la creciente tercermundialización y el endeudamiento. Pero cuando esa misma libertad educativa o de prensa no va en su dirección, se les acaban las ínfulas (falsamente) libertarias (liberticidas en realidad).

Bajo el disfraz del “antirracismo”, se ha estado desarollando el mayor plan etnocida de la historia mundial sobre las naciones europeas: lo llaman “integración”, pero quieren decir desintegración.

Algunos datos más sobre sus políticas:
- Infundar entre la población que el decrecimiento de la natalidad es “irreversible” (fomentando el hedonismo individualista, el abortismo, etc), para de esta manera hacer hueco a nuevos pobladores. Por ejemplo a finales del año 2000, los medios de comunicación emitieron la recomendación de la ONU de acoger a 650 millones de inmigrantes en la Unión Europea en un plazo de 50 años “para compensar la baja natalidad en los países de Occidente”. Pero lo cierto es que no es Europa la que necesita esto, lo precisan los ingenieros sociales que pretenden desintegrarla.

Si se hiciera caso a esos proyectos de avalancha extranjera, la población europea tendría incluso que renunciar a la reproducción para traspasar pacíficamente su países y su cultura a otras etnias.

- Como compensación, los gurús de las agencias de rating, prometen que de esa forma se asegurarían las pensiones de jubilación, pues los nuevos pobladores recién llegados se financiarían no solo a sí mismos, sino también a nuestros ancianos, y sostendrían las arcas de la seguridad social. Una mentira grotesca que no resiste el más mínimo análisis, pues en realidad, la inmigración masiva no dispone de los medios, capacidad, ni de la voluntad para asegurarle una pensión próspera a las dos últimas generaciones de europeos. Ni siquiera las suyas propias, como se puede comprobar en cualquier estudio veraz con números en la mano.

Como deja entrever la obra del político demográfico (proinmigracionista) Rainer Munz, la “despoblación de Occidente” ya estaba planeada desde hacía tiempo, explicando en una canal televisivo (año 2002) que cada europeo tendría que trabajar hasta los 78 años sino aumentaba la inmigración (!). Siendo constatable que existe un punto en que el aumento de trabajadores foráneos se queda estancado mientras que la cantidad de extranjeros en total aumenta considerablemente. En otras palabras, esto significa que existe un punto en el que los extranjeros no llegan para ocupar un puesto de trabajo, sino para no trabajar, y en vez de entrar en el mercado laboral, entran en el sistema social

Si estos teóricos pagapensionistas fueran honestos, deberían reconocer que si la inmigración siguiera a ese ritmo que postulan, pronto cada europeo tendría que trabajar hasta los cien años para poder financiarla. Sin embargo, un cambio en la política familiar y natalicia, solo costaría una quinta parte de lo que costaría la inmigración masiva.

- Los profetas de estas políticas, cuyo fin último lógicamente es hacer desaparecer las naciones europeas, pretenden endulzar el proceso con la mentira del enriquecimiento cultural: que nuestro arte, nuestras tradiciones o nuestras costumbres, se fecundarían, y en lugar de tener una sola y aburrida cultura ¡tendríamos varias! lanzando flores al aire. Pero basta asomarse por cualquier enjambre multicultural para comprobar que la monotonía disonante y la falta de creatividad y de calidad artística y cultural es la carta de presentación. En todo caso surge la anticultura

- Otra excusa demagógica es la “falta de mano de obra” para ocupar los puestos de trabajo que no queremos hacer. Y un España es un buen ejemplo de como esta práctica se ha llevado al paroxismo. La búsqueda de mano de obra inexperta y barata, a medio plazo siempre daña la economía y la estructura de un país.

La unica inmigracion positiva seria la incorporación de gente con formación y especialización en trabajos de alta cualificación, si existe afinidad etnocultural mejor, aún sin ser esto un requisito indispensable, la única condición indispensable es que contribuyeran a aumentar la calidad de vida en este pais, y no la población tercermundista que padecemos (un amplio porcentaje) y que solo sirven para competir con las capas obreras en trabajos no cualificados, lesionando los derechos de los españoles, haciendo aun mas dura la competencia por un trabajo semimileurista, y deteriorando la vida de los españoles con barrios llenos de delincuencia, conflictos vecinales, infravaloracion de viviendas…

Se tuvo una buena oportunidad de haber subido el nivel de vida en españa y haber asentado bases de prosperidad para la población, recuperando con ello algo la natalidad, sin embargo los amiguitos del régimen demoliberal nos han metido con calzador 8 millones de extranjeros (y sigue subiendo, no se para ni con la crisis) destrozando el pais sabe Dios si para siempre.

- La política actual no se orienta a una armonía supuestamente pedida, sino hacia unas previstas tensiones irremediables, en definitiva, a la crispación de la sociedad. Solamente cuando en un Estado se pelean entre sí hombres y mujeres, viejos y jóvenes, ateos y religiosos, etc, entonces una pequeña minoría oligárquica se puede mantener en el poder, siempre que sea hermética, y tenga el control financiero y mediático.

- Desde hace un tiempo, los actuales gobernantes fueron cambiando sigilosamente las leyes y el concepto de nacionalidad. Justificaron este paso considerando que el concepto de nacionalidad basada en el origen, la cultura y la lengua materna, estaba “anticuado” y que debía ser suplantado por una “nación de ciudadanos modernos”.

Por consiguiente, en lugar de establecer la nacionalidad de la población con los lazos de unión basados en el orden natural, debía constar en su lugar el de “patriotismo constitucional”. Del orden sagrado y natural a una “nación” artificialmente creada.
Esta falsa concepción de “nacionalidad”, creada para regalarla como si de caramelos se tratara, también supone una amenza para todos los pueblos del mundo. Si esta prevaleciera sobre la correcta, entonces nos ancontraríamos que en Turquía no hay kurdos, sino solo turcos, en los Estados Unidos no quedarían indios, solo americanos, en el Tíbet no habría tibetanos, solo chinos, y la lista se podría prolongar interminablemente.

- Suele decirse que el pueblo no tiene porqué servir a la constitución, sino que la constitución ha de servir al pueblo. Pero si un pueblo es perjudicado por una constitución, y encima pierde el derecho de poder cambiar aquellos puntos que lo perjudican, ésta dejar de ser un instrumento de servicio y se convierte en una atadura impuesta que amenaza la soberanía del pueblo, sino la propia democracia que supuestamente alaba.

- Nos encontramos, pues, con que todos estos supuestos que sustentan la filosofía de la UE son falsos, y fueron pensados para doblegar las naciones europeas, cuyo ocaso está financiado así por sí mismas, a costa de sus hijos y de su futuro, a costa de su economía y de su cultura. Aquí no hay cabida para los pensamientos humanitarios, ni siquiera la referencia a los extranjeros, que se convierten en instrumentos en el juego de la subordinación de Occidente.

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