jueves, 1 de enero de 2015

HECHOS MOLESTOS DE LA II GUERRA MUNDIAL (Editado originalmente el 15/11/2013)


Sabéis que me gusta conocer y leer libros que muchas veces están fuera de los circuitos comerciales y donde se trata la historia desde un punto de vista no convencional con la historia oficial o comúnmente aceptada. Son libros de los que los medios de comunicación apenas hablan ya que son molestos y pueden hacer pensar a las personas y eso no es bueno para el sistema, el Moloch, que nos gobierna tras los bastidores de lo que vemos.
 
Uno de estos libros y del que yo quisiera hablar en este artículo, se titula “Human Smoke: The Beginnings of World War II, the End of Civilization”, de Nicholson Baker, editorial Simon & Schuster, 2008. Trata sobre el inicio de la guerra y de Churchill y Roosevelt en particular. Creo que el título es lo suficientemente explícito para que sea muy interesante y efectivamente así es. En Marzo del 2008 hubo una reseña del libro en la revista “Commentary” hecha por David Pryce-Jones que lo calificó como “libro mendaz”. Por esa reseña, uno puede pensar que el autor Nicholson Baker, es un admirador de Hitler y un defensor del III Reich. Pero es al contrario. Y si es así, ¿cual es el delito de Baker? Muy simple. El autor, en vez de hacer un libro de narrativa histórica convencional y sin salirse del guión establecido, presenta en cada página un hecho por separado, a menudo obtenido de la prensa o medios de comunicación de aquel momento. El resultado es demoledor.
 
Muchos de los hechos que muestra, presentan a Churchill o Roosevelt bajo una luz muy desfavorable y eso ha sido demasiado para críticos como Pryce-Jones o el mismo John Lukacs, escritor y profesor de origen judío, especializado en la II Guerra Mundial. Para este último, Churchill es todo un estadista, al que algunas verdades incómodas no deben permitir el cambiar la veneración que se le debe por parte de los lectores. De forma razonable, uno puede pensar que la causa aliada en la II Guerra Mundial era totalmente justa y que se luchó de acuerdo a la moralidad y la ética. Los ataques directos a los no combatientes estaban estrictamente prohibidos.
 
Las políticas seguidas por Churchill no podían ir más allá de eso, pero como Primer Lord del Almirantazgo en la I Guerra Mundial, supervisó el bloqueo de alimentos a Alemania. A través de matar de hambre al pueblo alemán, Churchill esperaba minar la máquina de guerra alemana desde dentro. Más tarde escribió “El bloqueo británico, trató a toda Alemania como una fortaleza sitiada, y buscaba declaradamente matar de hambre a toda la población, hombres, mujeres, niños, ancianos, heridos, hasta su rendición”. El armisticio de Noviembre de 1918 no acabó con el bloqueo. Churchill siguió con él hasta que los alemanes firmaron el Tratado de Versalles en 1919. El 3 de Marzo de 1919 dijo “Llevamos a cabo el bloqueo con rigor... Es repugnante para la nación británica usar el arma del hambre, que recae sobre todo en las mujeres y los niños, aunque tras el cese de las hostilidades era necesario asegurar los términos justos por los cuales nosotros habíamos luchado”
 
Esta visión inhumana no era ni siquiera una excusa de la necesidad militar. Si los alemanes se hubiesen negado a firmar, hubiesen estado a merced de ingleses y franceses para que lo hicieran. 

Baker no comenta en su libro algo que creo fundamental, pero la nueva generación de alemanes que  creció en estas condiciones infames tuvo una afinidad con el nazismo fuera de toda duda. Hay un artículo del historiador de la UCLA, Peter Loewenberg (que huyó de Alemania siendo un niño con su familia), titulado "Psychohistorical Origins of the Nazi Youth Cohort" en la American Historical Review, de Diciembre de 1971, en que afirma que la política de Churchill ayudó a subir al régimen de Hitler, al que luego ayudó a destruir. Churchill hubiese dicho que las reglas de la guerra están para ser destruidas y por ello sostenía que si Alemania no hubiese capitulado en 1918, una campaña masiva contra la población alemana hubiese llevado al fin de la guerra “Lo que pasó no era nada con lo que hubiese pasado si los alemanes hubiesen seguido luchando en 1919”, según dijo Churchill. Gases venenosos de una “maldad increíble” hubiesen acabado con toda resistencia “miles de aviones hubiesen destrozado sus ciudades”
 
Recordando este episodio lamentable que no llegó a tal extremo, no es ninguna sorpresa que cuando se inició la II Guerra Mundial y Churchill volvió al gabinete de nuevo como Primer Lord del Almirantazgo, volvió a poner en marcha un bloqueo alimenticio a Alemania. Herbert Hoover, presidente de los USA de 1929 a 1933, protestó: ¿era realmente una táctica aceptable de la guerra, matar de hambre a mujeres y niños? Churchill siguió inamovible y siguió con el bloqueo.
 
En un aspecto y aunque sea algo que no se dice mucho públicamente, Churchill tuvo una merecida fama y reputación de ferocidad. Fue un ardiente defensor de los bombardeos sobre los civiles (nada extraño en él) y cuando fue Primer Ministro instituyó enseguida una política de bombardeos sobre objetivos civiles. 

En su libro, Baker dice claramente que el Ministro del Aire James Spaight, reconoció que Inglaterra y no Alemania, quien empezó esa política siniestra, que fue memorablemente condenada durante la guerra por el valiente obispo George Bell y eso le costó, seguramente, su posibilidad de suceder al arzobispo de Canterbury, William Temple. Spaight dijo que “Empezamos a bombardear objetivos tierra adentro en Alemania, mucho antes de los alemanes bombardeasen objetivos tierra adentro en Inglaterra” Churchill no sólo fue el único que abogó por los bombardeos masivos, también Gerald Brenan el hispanista de izquierdas británico hizo algunos comentarios sangrientos sobre esa política “Cada mujer y niño alemán muerto en los bombardeos, es una contribución a la futura seguridad y felicidad de Europa”
 
Roosevelt rivalizó con Churchill en no respetar las reglas de una guerra civilizada y mucho antes de que los japoneses atacarán Pearl Harbor, quería que los chinos bombardeasen las ciudades más importantes de Japón. Y puesto que las casas formaban grupos muy unidos y de madera, estas podían arder enseguida. Los raids aéreos americanos sobre Japón demostraron que Roosevelt sabía de qué hablaba. Baker indica que Roosevelt buscaba la confrontación militar con Japón y la flota en Pearl Harbor estaba allí para provocar y el Comandante en Jefe de la Flota del Pacífico, el Almirante James O. Richardson, protestó por ello en varias ocasiones. Roosevelt se limitó a relevarlo de su puesto...
 
Pero estas malas conductas de los dos dignatarios no acababan en sus violaciones de las leyes de la guerra. Tal como llegó Hitler al poder democráticamente en 1933, quedó claro que los judíos eran sus enemigos ya que lo eran de Alemania. Hitler deseaba que se marchasen y los que lo quisieron fueron ayudados a ello. Los que se quedaron vieron como su situación era cada vez más precaria. Roosevelt (de origen judío, parece ser...) no hizo nada por ayudarles. No relajó las duras medidas de inmigración a los USA para los judíos que venían del Reich. Tampoco hizo nada para que fuesen a otro lugar seguro. Y Churchill, a pesar de haber expresado sus simpatías por el sionismo y los judíos tampoco hizo mucho.
 
Los defensores de Churchill, como Lukacs, dicen que no tenía elección. Hitler quería controlar Europa, y o declaraba la guerra en 1939 o aceptaba la paz de Hitler en 1940, con lo que Inglaterra estaría enseguida en una posición débil y debería aceptar la supremacía de Alemania. Tengo claro que lo que dice Luckacs y lo entiendo pero no lo comparto. 

Hitler no quiso ninguna guerra mundial y Francia e Inglaterra le declararon la guerra por un compromiso previo de defensa de Polonia que era absolutamente inviable geográficamente. Sin embargo era una declaración de guerra curiosa ya que no le declararon la guerra a la Unión Soviética, que también entró en Polonia. Hitler ofreció en muchas ocasiones la paz a Inglaterra, ya que no era su enemigo y siempre demostró su admiración por el pueblo inglés a los que consideraba también germanos. Un ejemplo fue Dunkerke donde dejó escapar al cuerpo expedicionario inglés, más de 300.000 hombres, de Francia, a pesar de las quejas de sus generales.

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