Siempre he defendido la teoría y creo que la realidad, de que las dos grandes guerras mundiales sobre suelo europeo principalmente, fueron la misma guerra civil europea pero con una tregua que fue desde 1918 hasta 1939. En Noviembre se cumplirá un siglo del final de la primera de esas guerras civiles, y aún hoy es difícil entender por qué los generales enviaron a tantos soldados a tal carnicería. Murieron 10 millones de hombres de todos los bandos, millones quedaron heridos. También 7 millones de civiles cayeron así como 20 millones de caballos...
Tenemos la imagen repetida hasta la saciedad de esos soldados a punto de trepar por la trinchera y enfrentarse a pecho descubierto contra el enemigo, en una maraña de alambradas, huecos de explosiones llenos de agua, humo, barro, gritos y muertos. Además de las temibles ametralladoras, también estaba la artillería, lanzallamas y finalmente gases mortales. Un auténtico paraíso... Y me pregunto ¿Cómo pudieron los generales de ese momento ser tan estúpidos para enviar oleadas y oleadas de sus soldados hasta una muerte casi segura? La guerra de trincheras en el Oeste pronto se convirtió en una guerra de asedio, en la cual las victorias decisivas se convertían en algo casi imposible.
Sólo en el Este se llevó a cabo una guerra “mejor” de la mano de los brillantes generales alemanes Max Hoffman y von Hindenburg, donde aplicaron un combate de movimientos en el cual destrozaron a dos ejércitos rusos que atacaban a la Prusia Oriental. Sus batallas triunfantes en Tannenberg y los Lagos de Masuria, estaban basadas parcialmente en las tácticas de Anibal en Cannas en el 216 aC. Pero, como decía anteriormente, en el frente occidental los generales ambos bandos siguieron enviando a sus hombres a unas cargas suicidas a la bayoneta calada, entre densos campos de alambradas frente a las ametralladoras que los segaban gratuitamente ¿Cómo pudieron ser tan estúpidos?
Una explicación podría ser que la mayoría de los generales británicos, franceses, belgas, rusos y muchos de los italianos también, habían aprendido su profesión luchando en guerras coloniales en África y Asia contra nativos armados solamente con escudos y lanzas. Tenían, y no es ninguna sorpresa, un entrenamiento muy bajo para la guerra moderna del momento y contra soldados europeos bien preparados. Si el ejército USA, entrenado para guerras coloniales contra ejércitos ligeramente armados, hubiesen tenido que luchar contra China o Rusia se hubiesen encontrado con el mismo problema. Además, la mayoría de los generales apenas entendían el poder concentrado y masivo del fuego de las armas ligeras y la artillería.
No había excusa para algo así: los británicos siempre han sido reconocidos por su disciplina de hierro y la habilidad para lanzar fuego masivo contra el enemigo. Una habilidad que ganó en la batalla de Waterloo. Luchando contra afganos, tribus bereberes y los zulús, sólo consiguieron embotar esta habilidad. E incluso todavía tiene menos excusa para todos esos generales, el haber ignorado fatalmente la vital importancia de las lecciones del primer conflicto sangriento moderno: la guerra ruso-japonesa de 1904 a 1905. Esta guerra se combatió en la península china de Liaotung y Manchuria y fue la primera guerra moderna, el aviso, de las carnicerías que vendrían durante el siglo XX.
Irónicamente, la I Guerra Mundial fue cubierta por corresponsales de guerra muy experimentados y asesores militares de muchas naciones, sin embargo el mensaje real de esa guerra y su carnicería fue completamente ignorado por los jerifaltes de los ejércitos occidentales. La guerra ruso-japonesa que he citado, ya vio el uso intensivo de ametralladoras, alambradas, granadas de mano, gases y fuego concentrado de artillería de campo y naval contra concentraciones de tropas. Pero casi nadie tomó nota. La marina USA no recordó que esa guerra de 1904 empezó con un ataque sorpresa japonés contra la importante base rusa de Port Arthur... La gran lección es que un ataque lleno de coraje y decisión no es suficiente frente a una posición bien defendida. Además, sí se aprendió que los servicios médicos debían ser reforzados, y que la logística era un componente clave en la guerra moderna
Los generales en el frente occidental tuvieron el mismo problema que los japoneses en Manchuria: nunca tenían hombres suficientes para rodear al enemigo y cortar su retirada. Un enemigo capaz simplemente se retiraría para evitar ser rodeado. Y no fue hasta la aplicación en combate de los rápidos panzers alemanes para que este problema fuese resuelto. Los fuertes, que ahora son considerados como reliquias militares inútiles, asumieron un papel fundamental primero en la defensa de Lieja y Namur. También en la apocalíptica batalla de Verdún, donde murieron millones de soldados en una pequeña zona, los fuertes de Douaumont y Vaux se convirtieron en el epicentro de la batalla. Hubo momentos en que más de 2.000 proyectiles pesados cayeron cada hora sobre el fuerte de Vaux.
Tras la I Guerra Mundial, Francia decidió construir una potente línea de fuertes, la Línea Maginot, para ayudar a defender partes de su frontera contra un supuesto ataque alemán. A pesar de que Alemania construyó la Línea Sigfrido (lo que demuestra que no tenía interés en atacar el oeste europeo, sino protegerse de él...), Alemania optó por una guerra de movimiento o “blitzkrieg”, para evitar quedarse quietos como en la guerra de trincheras de sus padres. Ni que decir tiene que la Línea Maginot fue un mamotreto inservible.
Querido Dr Botaya como siempre sus enriquecedores relatos. Gracias
ResponderEliminarCuriosidades aún visitables:
ResponderEliminarhttp://www.amusingplanet.com/2014/05/lochnagar-mine-crater.html
http://www.amusingplanet.com/2015/08/scars-of-world-war-i-battlefield-of.html
Un saludo.
Excelente artículo señor Botaya. Aporta mucho a los que nos apasionan éstos temas. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias a los tres y especialmente a Dorian Grey por sus interesantísimos enlaces que incluye.
ResponderEliminarUna abrazo a todos y gracias de nuevo, Felipe Botaya
Quizás el objetivo era precisamente liquidar a unos cuantos millones que sobraban...
ResponderEliminarMuchas gracias Sr. Diez por su aportación que yo no pongo en duda.
ResponderEliminarSaludos, Felipe Botaya