lunes, 7 de noviembre de 2016

MEMORIAS DE UN DOCTOR (4)


Sin embargo, el Dr. Bloch se guardó unas postales de Hitler. Fue durante el período en el que Hitler estaba en Viena, pintando postales, carteles, cuadros, etc., con lo que ganaba lo suficiente para subsistir. Algunos dicen que fue el único período de la vida de Hitler en que hizo un uso exitoso de su talento. Pintaba esas obras y las dejaba secar frente al fuego, lo que les daba un cierto toque de calidad antigua.
 

Otros hospedados en la pensión les dieron difusión. Hoy en Alemania las pocas obras que quedan tienen un precio muy alto y se buscan al mismo nivel que las de pintores renombrados. Hitler envió una de esas postales. Mostraba a un monje capuchino mientras elevaba una copa de champagne burbujeante. Bajo el cuadro estaba la frase “Salud Año Nuevo-Un brindis al Año Nuevo”. En el reverso escribió la frase “La familia Hitler le envía sus mejores deseos por un Feliz Año Nuevo. Con eterno agradecimiento, Adolf Hitler”. El Dr. Bloch se pregunta el porqué guardó esta obra, pero no lo sabe. Posiblemente, dice, fue por la impresión que le dio ese chico infeliz. Incluso después y pasado el tiempo aún pensaba en él recordando el dolor que tuvo y no lo que le hizo al mundo.
 
El Dr. Bloch explica también la curiosa historia de esas postales y obras artísticas. Indicaban cómo lograron captar la imaginación de algunas personas. Un rico industrial vienés, aunque no recuerda su nombre ya que utilizaba a un intermediario, le ofreció una suma enorme por las obras que él tenía. Quiso comprar las dos postales por 20.000 marcos. Rechazó la oferta sobre la base de que éticamente no podía hacer esa venta. Hay todavía otra historia sobre esas dos postales. 70 días antes del colapso del gobierno austríaco de Schuschnigg y el Anchluss o unión con Alemania, un agente de la Gestapo se presentó en la casa del doctor. En ese momento estaba con un paciente fue su mujer quien recibió al agente.
 
“Me han informado de que ustedes tienen algunos recuerdos del Führer. Quisiera verlos”. La mujer del doctor no protestó. No quería ver su casa registrada como la de otros judíos. Encontró las dos postales y se las dio. El agente emitió un recibo que decía “Certificado de protección de dos postales (una de ellas pintada a mano por Adolf Hitler), confiscadas en la casa del Dr. Bloch”. El agente firmó el recibo con el nombre de Grömer y le dijo que debería ir a la mañana siguiente a la comisaría. La central de la Gestapo estaba en la Gesellenhausstrasse. El Dr. Bloch y fue recibido inmediatamente. Fue saludado afectuosamente por el Dr. Rasch, jefe de la central. Le preguntó por qué se habían llevado esas dos pequeñas propiedades suyas. El Dr. Rasch no estaba familiarizado con el caso de las postales ya que eran días de mucho ajetreo para la Gestapo. Le preguntó si tenía sospechas de algún tipo de actividad contra Alemania, pero el Dr. Bloch le respondió que no, que sólo era un profesional sin conexiones políticas.
 
De repente le preguntó si él no era ario. El Dr. Bloch le respondió que él era 100% judío. A partir de ese momento, la actitud amistosa cambió a una actitud distante por parte del Dr. Rasch. Le dijo que las postales seguirían bajo su protección. Luego se despidió sin darle la mano. No las vio nunca más.
 
Cuando se fue a Viena, Hitler desapareció de la vida del Dr. Bloch durante muchos años. No tenía amigos en Linz que justificasen su regreso y unos pocos con los que tuvo contacto por carta. Fue mucho más tarde cuando el Dr. Bloch supo de la extrema pobreza de esos días para Hitler y su traslado a Munich en Mayo de 1913. Tampoco tuvo noticias cuando Hitler se alistó y agradeció la guerra de 1914, sirviendo como cabo en el 16º de Infantería Bávara. No oyó nada de que había sido herido y gaseado. Hasta que inició su carrera política en 1920, que de nuevo supo noticias de aquel chico callado y educado que creció entre ellos. Ocasionalmente, los periódicos locales publicaban noticias sobre el grupo de seguidores políticos de Hitler en Munich. Historias sobre su odio a los judíos, de la Paz de Versalles, etc. Pero no se le daban particular importancia a estos asuntos. No hasta que 20 personas murieron en el Putsch de la cervecería del 8/9 de Noviembre de 1923, y le dieron notoriedad a Hitler. El Dr. Bloch se preguntaba si el hombre tras todo aquello era el chico callado que él había conocido, el hijo de la gentil Klara Hitler.
 
Eventualmente, la mención del nombre de Hitler fue prohibida en la prensa escrita, pero la gente seguía hablando de él. En teoría el partido socialista nacional no podía existir ya que el gobierno lo había puesto fuera de la ley. En la práctica, las autoridades le habían dado su bendición. Ya que los uniformes estaban prohibidos, los socialistas nacionales locales adoptaron métodos de identificarse entre ellos y ante los demás. Llevaban calcetines blancos largos. En sus abrigos portaban un pequeño edelweiss y durante la Navidad encendían velas azules en sus casas. El Dr. Bloch indica que todo eso se sabía, pero nadie hizo nada. De vez en cuando las autoridades locales encontraban una bandera con la esvástica en la tumba de los padres de Hitler en Leonding, y la retiraban. Alemania quedaba muy lejos y fue entonces cuando el Dr. Bloch supo algo de primera mano de Hitler. Tras la reunión del partido en 1937, el Führer invitó a jefes locales austríacos a Berchtesgaden y quiso saber noticias sobre Linz ¿cómo estaba la ciudad? ¿le apoyaba la gente de allí? y preguntó también por el Dr. Bloch ¿está todavía vivo? ¿aún ejerce?.
 
Entonces dijo algo que irritó a los jefes locales y de Linz en particular “El Dr. Bloch es un ‘Edeljude’ (un judío noble). Si todos los judíos fuesen como él, no habría cuestión judía”. Fue algo extraño para el Dr. Bloch y de alguna forma halagüeño que Adolf Hitler pudiese ver algo bueno al menos en un miembro de su raza (sic).. El Dr. Bloch rememora que mirando atrás entonces, tenían el sentimiento de seguridad que tenían ellos por la virtud de vivir en el lado correcto de una línea fronteriza. El 11 de Marzo de 1938, la radio de Viena emitió un programa de música ligera. Eran las 19:45 cuando un anuncio rompió la emisión. El Canciller iba a hablar. Schuschnigg dijo que para prevenir un baño de sangre, había capitulado a los deseos de Hitler. Las fronteras serían abiertas y acabó su discurso con un “Gott schütze Osterreich” (Dios proteja a Austria). Hitler volvía a su ciudad de Linz. En los trepidantes días siguientes, siempre en palabras del Dr. Bloch, estaban “pegados” a la radio. Las tropas se desplegaban sobre la frontera en Passau, Kufstein, Mittenwalde y en otros puntos. El mismo Hitler estaba cruzando el río Inn en Braunau, su lugar de nacimiento. El Führer pararía en Linz. La ciudad estaba loca de alegría. La popularidad de la anexión era enorme. La gente la quería. Lanzaban flores a las tropas alemanas. Las campanas de las iglesias repicaban por toda Austria. Las tropas austriacas y de fronteras confraternizaban con las tropas alemanas. El Dr. Bloch reconoce todo esto en su artículo.
 
La plaza central de Linz, junto a su casa era un auténtico torbellino de gente y actividad. Toda la tarde sonaba el Horst Wessel Lied y el Deutschland úber Alles. Los aviones sobrevolaban la cuidad y unidades avanzadas del ejército alemán fueron recibidas con enorme júbilo. Finalmente la radio anunció que Hitler estaba en la ciudad. Se habían dado ya instrucciones a la población. Todas las ventanas de la ruta debían estar cerradas e iluminadas. El Dr. Bloch permaneció en la ventana abierta que daba a la Landstrasse. Hitler pasaría ante él. Pronto llegó la comitiva, un gran Mercedes gris y negro de seis ruedas, flanqueado por motocicletas. El frágil muchacho que él había tratado tan a menudo y al cual no había visto durante 30 años, estaba de pie en el coche. Fue un momento de gran tensión y emoción. Durante años se le había negado a Hitler el derecho a visitar su país de nacimiento. Ahora el país le pertenecía. El júbilo que él sentía se notaba en su rostro. Sonreía, saludaba brazo en alto a la multitud que llenaba las calles. Luego, por un momento, miró a la ventana del Dr. Bloch. 

Éste dudó si le había visto, pero seguro que tuvo un momento de reflexión, según el doctor. Era la casa del judío noble que le había diagnosticado el cáncer fatal a su madre, era la consulta del hombre que había tratado a sus hermanas, era el lugar que él había visitado como niño y joven para tratar sus pequeñas dolencias. Fue algo breve. Luego la comitiva siguió lentamente hasta la plaza central de Linz, entonces llamada Franz Josef Platz y luego rebautizada como Adolf Hitler Platz. Habló desde el balcón del ayuntamiento. Palabras históricas. Ahora Alemania y Austria eran una sola.

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