En dos partes, una el 15 de Marzo y otra el 22 del mismo mes, la revista Colliers en los USA, publicó dos sendos artículos bajo el título “Hitler, Mi Paciente”, del Dr. Eduard Bloch, tal como dicho doctor se lo dictó a J.D. Ratcliff. Pensemos que en esos tiempos de pre-televisión, la revista Colliers era una de las más influyentes y más leídas de los USA. Estos artículos fueron considerados por historiadores serios como una fuente primaria de primera magnitud sobre la juventud de Hitler y fueron citados en la aclamada biografía de John Toyland “Adolf Hitler” (1976). También se cita como fuente en el estudio de Robert Payne “The Life and Death of Adolf Hitler” (1973) y en la enciclopedia de Louis Snyder “Encyclopedia of the Third Reich” (1976).
Al mismo tiempo que describe el impacto de las medidas anti-judías de Hitler en su propia vida y carrera profesional, el Dr. Bloch también habla del joven Hitler con honestidad y sensibilidad, algo que sería totalmente inimaginable actualmente en cualquier revista de mucha tirada o medio de comunicación, tanto en los USA como en Europa. Por ello, en este artículo me gustaría escribir sobre esos dos artículos y lo que el Dr. Bloch decía en los mismos. Evidentemente es una síntesis.
Empieza el artículo hablando de su partida en barco desde Lisboa hasta Nueva York, huyendo de Alemania. Sin embargo el barco de bandera española llamado "Marqués de Comillas", recibió la orden de detenerse en alta mar tres días después de zarpar. Militares británicos de control subieron a bordo para examinar a los pasajeros. Se les ordenó a todos alinearse en el salón principal. Cuatro oficiales británicos con chalecos salvavidas entraron en el salón. Sin preámbulos se pusieron a interrogar uno a uno a los pasajeros en un ambiente de tensión, ya que éstos pensaban que escapaban sin problemas. Finalmente le tocó el turno al Dr. Bloch. El militar cogió su pasaporte, lo miró y luego le miró a él “¿Usted fue el médico de Hitler, no?”. Así era y además añadió que era judío.
“Conocí a Adolf Hitler como niño y como joven. Le traté en muchas ocasiones y era íntimamente familiar en los modestos alrededores donde creció hasta que fue un hombre. Atendí en su enfermedad final a la persona más cercana y querida por él que nadie más, su madre”. Muchos biógrafos, tanto a favor como en contra, han evitado la juventud de Hitler. Los que estaban en contra lo hicieron por necesidad ya que apenas tenían datos relevantes o demoníacos sobre él. La biografía oficial del partido pasó de largo por deseo personal de Hitler. ¿Por qué esta extraña conducta sobre su niñez y juventud?. Yo no lo sé, pero puedo imaginarme que no hay capítulos escandalosos que Hitler quisiese ocultar, excepto que uno vaya más de 150 años atrás hasta el nacimiento de su padre, Alois Hitler. Algunos biógrafos dicen que Alois Hitler era un niño ilegítimo. Sinceramente, no lo sé y eso tampoco cambia las cosas. Sabemos que Hitler sí creció en un ambiente de padre, madre y hermanos.
¿Y qué hay de esos primeros años en Linz, Austria, donde Hitler pasó sus años de formación en la escuela? ¿Qué tipo de niño era? ¿Qué tipo de vida llevó? Y de estos asunto quiero hablar con el apoyo de los artículos del Dr. Bloch cuando ya contaba 69 años de edad. El doctor, para que tengamos una idea de él, nació en Frauenburg, un pequeño pueblo de sur de Bohemia, que a lo largo de su vida estuvo bajo tres banderas: Austríaca, Checa y Alemana. Estudió medicina en Praga, luego se alistó en el ejército austríaco como doctor militar. En 1889 se le envió al Linz, capital de la Austria Alta, y la tercera ciudad del país. Cuando completó su servicio militar en 1901, decidió quedarse en Linz y dedicarse a la medicina. Como ciudad, Linz había sido siempre tranquila y reservada a diferencia de Viena que era alegre y ruidosa.
En el período que cita el Dr. Bloch, cuando Hitler tenía 13/14 años, Linz era una ciudad de unos 80.000 habitantes. Su consulta y hogar estaban en la misma casa, una casa barroca en la Landstrasse, la calle principal de la ciudad. La familia Hitler se traslado a Linz en 1903, y según creía el Dr. Bloch, fue debido a las excelentes escuelas que allí había. El padre de Hitler, Alois, era inspector de aduanas en Braunau entre Baviera y Austria. Esta ciudad estaba a unos 80 kilómetros de Linz. A sus 56 años Alois Hitler se jubiló. Muy orgulloso de su propio éxito, estaba ansioso para que su hijo fuese también un funcionario al servicio del gobierno. El joven Adolf se opuso violentamente a esa idea. Quería ser artista. Padre e hijo se enfrentaron por esta cuestión delante de la madre, Klara Pölz, que trataba de mantener la paz en el hogar.
Mientras vivió, el padre perseveró en marcar el destino de su hijo según sus propios deseos. Su hijo tendría la educación que a él le negaron, una educación que le asegurase un buen trabajo gubernamental. Por ello llevó a su familia a Linz y debido al hecho de que había servido al gobierno, tenía un buen descuento y ayudas para su hijo en la “Realschule”. Con todo eso en mente, compró una pequeña granja en Leonding, un suburbio de Linz. La familia era grande, sin embargo Adolf y su historia posterior los ensombreció a todos y se les olvidó, para mejor. Tenía un medio hermano, Alois, al que nunca conoció el Dr. Bloch según dice. Se fue de casa muy joven, consiguió un trabajo de camarero en Londres y luego abrió su propio restaurante en Berlín. Nunca fue amigo ni se llevó con su joven hermano Adolf.
Luego estaba Angela que se casó más tarde con Herr Raubal, un oficial en la oficina de impuestos de Linz. Tras la muerte de su marido y la subida al poder de su hermano, se fue a Berchtesgaden para convertirse en la ama de llaves de la casa de Hitler. Su hermana Paula durante un tiempo gestionó una restaurante para estudiantes judíos en la Universidad de Viena. Y su hermana Angela, la más joven de las chicas, se casó con un profesor en Dresden donde vivió incluso después de la guerra.
Al poco de instalarse en la nueva casa, Alois el padre murió repentinamente de un ataque de apoplejía. En ese momento la madre, Klara, contaba con algo más de cuarenta años. Era una mujer simple, modesta y amable. Era alta, pelo marrón que ella mantenía perfectamente trenzado y una cara ovalada con unos bellos y expresivos ojos de color gris claro. Estaba desesperadamente preocupada de sus responsabilidades tras la muerte de su marido, más mayor que ella y que siempre había dirigido la familia. Ahora ese trabajo le tocaba a ella.
Era más que aparente que su hijo Adolf era demasiado joven y también muy frágil para ser un granjero. La mejor decisión de ella fue vender la pequeña granja y alquilar un pequeño apartamento. Lo hizo al poco de la muerte de su marido. Con lo que obtuvo de la venta y la pequeña pensión que le otorgaba por derecho el gobierno, trató de llevar adelante y mantener unida a su familia. En una pequeña ciudad en Austria la pobreza no le fuerza a uno a las indignidades de una gran ciudad. No habían barrios marginales y tampoco sobre-población. Reconozco que desconozco la renta que entraba en el hogar de Hitler en aquel momento, pero una pensión gubernamental de la época puede calcularse alrededor de unos 30€ al mes. Esta pequeña cantidad les permitía vivir tranquila y decentemente. Ni más ni menos que una familia que pasaba desapercibida en un pueblo.
El Dr. Bloch que era judío, como he comentado más arriba, trató a Hitler como un joven y también a su madre y a otros miembros de la familia. El apartamento donde él los visitaba, cuando no iban a su consulta, disponía de tres pequeñas habitaciones en un edificio de dos pisos, en el número 9 de la Bluetenstrasse, que daba al río Danubio. Sus ventanas ofrecían una excelente vista de las montañas. La sensación que tenía el Dr. Bloch del apartamento era que tenía muebles simples, y sobre todo la sensación de limpieza. Brillaba. No había una mota de polvo en las sillas o mesas, ni una mancha de barro en el suelo bien fregado, ni en los marcos de las ventanas. Los Hitler tenían pocos amigos. Uno destacaba sobre los demás, la viuda de un cartero que vivía en el mismo edificio. El presupuesto limitado no les permitía grandes cosas, ni viajes, ni lujos.
Tenían la Opera Provincial de Linz, que no era ni buena ni mala, era sencilla y correcta. Los que quisiesen escuchar las piezas mejor y con mejores montajes iban a Viena. Los asientos en la galería del teatro llamado “Schauspielhaus”, se vendían un equivalente de 12 a 17 céntimos de euro. Ocupando uno de esos asientos y escuchando un coro sencillo cantando Lohengrin, fue tan memorable para Hitler que lo citó en su libro “Mein Kampf”.
Wien ( Escuela de Vieja )
ResponderEliminarKarl Popper hizo también sus tratamientos a futuro.
En el fondo afirmo que todo no es más que "pseudociencía" (por cuestiones axiomáticas)
Godel trató de superarlo y lo "consiguió" "olgadamente"
Cantor, por otro lado, hizo lo que pudo con todo ello.
Pues yo si creo que debería ser importante, al menos para determinadas personas, el hecho de que el médico de Hitler fuera judío y también la posibilidad de que su padre fuera hijo ilegítimo, no tanto por eso como por de quién se supone que lo era, cosa que debería dar mucho que pensar e incluso un giro total a el entendimiento de la historia.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Piedra, gracias por tu comentario. Sí es importante que el médico de Hitler de entoncse fuese judío.
ResponderEliminarSin embargo lo del padre no es relevante para mi y no creo las leyendas urbanas que corren por ahí sobre sus orígenes. Hay datos suficientes para quien busca de verdad, para certiifcar que eran austríacos de pura cepa.
Un abrazo, Felipe Botaya