Se nos dice frecuentemente a través de los medios borreguiles y los políticos traidores a sus ciudadanos (a los que deberían servir y defender), que el multiculturalismo, es decir, un estado formado por una gran diversidad de personas de diferentes razas, orígenes y hábitos culturales es una gran fuerza, una gran oportunidad. No, me quedo corto, de hecho nos dicen que es ¡nuestra gran fuerza y que nos enriquece! El demostrar preocupación o efectuar críticas a ello y no importa lo suaves que sean, nos lo hacen ver como algo sacrílego e imperdonable. No se puede criticar la ingeniería social en marcha.
De todas formas la visión opuesta a esa alegría forzada en algo basado en un desastre que comienza a mostrar su verdadero rostro, es exactamente la que tiene razón. A través de la historia hay muchos ejemplos de sociedades basadas en la diversidad y la multiculturalidad que han caído en la discordia y en la lucha. Me gustaría hablar aquí de un lugar que ha sido presentado por los políticos chalaneros como la quintaesencia del liberalismo y la tolerancia: la llamada “Commonwealth de Polonia y Lituania”.
Polonia y Lituania se formaron tras el Tratado de Lublin de 1569, cuando el reinado de Polonia y el Gran Ducado de Lituania fueron unificados y formaron un sólo país. Antes de eso, en la Unión de Krewo de 1385, los dos fueron unidos en una unión personal bajo el reinado del monarca lituano. Antes de 1569 lo que hoy es Bielorusia y gran parte de Ucrania también eran parte del Gran Ducado, que era el país más grande de Europa en ese momento. Debido al tratado de 1569, se entregó Ucrania a Polonia, preparando el terreno para un futuro conflicto etnico.
La nobleza polaca o “Szlachta” tenía un gran nivel de autonomía que aún fue a más cuando acabo la vieja dinastía lituana. Cuando esto sucedió, la monarquía fue elegida y fue cada vez más subordinada a la nobleza. Debemos saber que la “Szlachta”, no era totalmente polaca, racialmente hablando. Incluía lituanos, ucranianos y otras casas nobles no polacas que se habían hecho tan polacas que podían ser consideradas como tales. Los ejemplos del poder de la nobleza incluían su capacidad para volver a activar al servidumbre (también llamada neo-servidumbre) y una ley de 1518 que decía que el rey no podía aceptar en su corte real quejas de súbditos, dando a la nobleza libertad de acción. Los nobles además se otorgaron a si mismos el poder de introducir el trabajo sin retribución, quedarle las tierras de los campesinos y a los mismos campesinos que las trabajaban. Pero no todo iba bien con la nobleza durante los años que llevaron a los tumultuosos siglos XVII y XVIII.
Los extranjeros avezados veían, que a pesar de lo mucho que se decía de la libertad de la “Szlchata”, que le había dado a Polonia la reputación de ser uno de los estados más libres del mundo, ésta estaba en completa privación de derechos y esclavitud de todas las demás clases sociales que, junto a la libertad sin limites de los nobles, los burgueses no podían participar en la vida política, eran obstaculizados en su desarrollo económico y encerrados dentro de la ciudad. El parlamentarismo había florecido en Polonia pero junto a él, el poder ejecutivo no tenía poder para actuar..., y todas las decisiones eran tomadas por la poderosa clase dirigente de los nobles. Sin embargo, esa clase noble estaba degenerando. Los nobles polacos había perdido su viejo espíritu de caballerosidad y lucha. Estaban corrompidos por la riqueza habiendo perdido su antigua energía que ahora solo luchaba por sus privilegios contra los ataques reales o imaginarios del poder real.
No sólo estaban corrompidos por el vicio y el poder, sino que los nobles habían cesado de verse a sí mismos como en relación con la gente a la que dirigían. La nobleza había desarrollado desde el siglo XVI en adelante, una ideología llamada el “Sarmantianismo” que, erróneamente, decía que la “Szlachta” eran los descendientes de los Sármatianos, una gente de la estepa que se originó en lo que hoy es el sur de Rusia. Es importante reseñar que la “Szlachta” se veía a sí misma como étnicamente distinta de los campesinos polacos. También veían el Catolicismo Romano como la única forma de verdadero cristianismo. Una ideología como esa sólo podía crear una afilada división social especialmente con sus súbditos ucranianos. Esto tendría un impacto terrible y enorme en la “Commonwealth” que comentaba al inicio, en la segunda mitad del siglo XVII.
Para los estándares de la época, Polonia-Lituania eran increíblemente tolerantes y liberales en los asuntos religiosos. Sin embargo, en la práctica no se permitía a los ortodoxos cristianos los mismos derechos que a otros grupos cristianos o incluso los judíos, que no son un grupo puramente religioso pero sí etnico. Por ejemplo, los jesuitas trataron de llevar adelante una Acta de Unión en 1596, que consideraba a la Iglesia Ortodoxa (que era básicamente ucraniana), parte de la Iglesia Católica Unionista. Pero los sacerdotes ortodoxos se negaron a pertenecer a esa unión religiosa. Sólo fue en 1632 en que la ortodoxia fue legalmente reconocida, pero para entonces la población ucraniana ya estaba diseminada entre los unionistas y los ortodoxos y muchos de ellos habían huido a Rusia.
Hemos de conocer que el papel del pueblo elegido en la sociedad fue un factor muy importante en la violencia masiva de los siglos XVII y XVIII. Los judíos llegaron en masa a Polonia a petición del Rey Boleslaw alrededor de 1090. Se les concedió la libertad para formar su propio auto-gobierno, así como privilegios con referencia a festividades religiosas, restricciones, etc. Polonia fue durante siglos el hogar de la comunidad judía más grande en Europa e incluso se le llamó el “paraíso judío” (paradisus ludaeorm). Evidentemente, había mucha competencia económica entre ellos y los cristianos, pero la competencia también existía entre los cristianos nativos y los cristianos extranjeros, a los que también se les permitió asentarse en Polonia-Lituania. El país era mayoritariamente homogéneo en el campo, pero en las ciudades convivían muchas nacionalidades distintas, desde los escoceses en el oeste hasta los armenios en el este.
Los habitantes de las ciudades, divididos entre ellos y políticamente impotentes, eran los que tenían el ánimo más anti-judío. Sin embargo, al ser una gran variedad de grupos de diversas nacionalidades que perseguían trabajos similares a los de los judíos, este ánimo anti-judío quedaba algo difuso. El multiculturalismo, entonces y ahora, diluían cualquier atisbo de anti-judaísmo. De todas formas, los conflictos aumentaban como resultado de la competencia económica e incluso intentos por parte de algunas ciudades para restringir el número y acceso de los judíos. Pero la mayoría de Polonia-Lituania era increíblemente tolerante y le daba la bienvenida a los judíos y eso permaneció así incluso después de que los nobles usurpasen todos los resortes del poder de la monarquía. De hecho, incrementaron el poder judío y sus privilegios en la Ucrania polaca.
Los propietarios de tierras y grandes terratenientes querían explotar los recursos en Ucrania, pero tenía poco interés en administrar sus tierras o desarrollar sus habilidades comerciales. Preferían “cultivar sus hábitos lujosos e intereses culturales”. Se volvieron hacia los judíos que tenían el dinero y la experiencia. Los judíos actuaron como intermediarios y agentes en los vastas tierras de la nobleza y alquilaron y arrendaron molinos para trigo, mercados, hostales y transbordadores, entre otros servicios, “trabajos pesados y exigentes, exhibiendo una gran creatividad en inventar nuevos métodos para exprimir con nuevos pagos e impuestos a la población” (Dmytro Doroschenko). No sólo los judíos fueron vistos con desprecio por sus profesiones, sino el cómo actuaban en esas profesiones; enseguida explotaron a las masas para su propio beneficio y para la distante “Szlachta”.
Sin embargo, hubo un grupo que se puso del lado de las masas ucranianas. Ese grupo fue el de los cosacos. Los cosacos eran un pueblo que tenían una forma de vida semi-nómada y eran dirigidos por un “Sich” o comuna de ancianos elegidos. Era un pueblo duro que respondía a los ataques de los tártaros y de los turcos, atacando ellos también incluso con asaltos navales hasta Anatolia. Los nobles polacos detestaban a los cosacos que sólo respondían ante el rey y por ello deseaban frenar su poder y convertirlos en siervos. En ese período, los ucranianos fueron gobernados por un (((grupo))) que les era ajeno y que atacó a su religión, sus defensores cosacos fueron condenados y por supuesto tuvieron que lidiar con ese grupo etno-religioso despótico que los explotaba sin piedad con el apoyo total de la nobleza. Era sólo una cuestión de tiempo que estallará la violencia.
Gran post como siempre. Por cierto, el Sistema y su pensamiento único están engrasando su maquinaria de propaganda, estrenan la película Dunkerque para que no olvidemos que los alemanes eran los "malos malísimos" y los otros unos pobres angelitos de dios...
ResponderEliminarhttps://www.warnerbros.es/dunkerque
D. Felipe, dado todo lo que nos queda por leer y buscar de su blog, que es mucho y muy bueno, debiera Vd. dotar al mismo de un sistema de búsqueda para ir a los temas que en ése momento estamos estudiando. Quizá sea con palabras clave, por ejemp. "Dresde", "Multiculturalismo", etc.
ResponderEliminarMuchas gracias y saludos a Vd. y a todos los lectores.
D. Felipe, como siempre, aporta información valiosa y difícil de obtener.
ResponderEliminarHablando de tiempos pasados, quisiera tener al recuerdo la V Cruzada, proclamada por Calixto III en el año de gracia de 1217 y cuyo 800aniversario deberíamos conmemorar en este infausto 2017. Pero es pedir peras al olmo, aquellos valores que hicieron grande a Europa están hoy, en el mejor de los casos, olvidados, si no combatidos a muerte
Un abrazo
La bula de cruzada fue proclamada por Calixto III en 1455. En cualquier caso, fue un hombre excepcional y un clarividente que tenía muy claro el peligro que representaba la media luna. Parece mentira que con toda la "información" que tenemos, no veamos en la actualidad lo evidente.
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