miércoles, 31 de enero de 2018

PELÍCULAS MANIPULADORAS


Me gusta ver películas clásicas ya sean en blanco y negro o color que vayan de los años 50 hasta los 80. Por supuesto, que tengo mis favoritas en películas mucho más antiguas como Nosferatu de Murnau o Metrópolis de Fritz Lang. Estas son obras maestras insuperables que no me canso de ver y de descubrir nuevos detalles de su filmación, localizaciones en el caso de Nosferatu, etc. Con este bagaje también me gusta ver películas de cine negro, policíaco y de gangsters. Este sábado pasado volví a ver “Bonnie y Clyde” (1967) de Arthur Penn y con las estrellas de ese momento Faye Dunaway y Warren Beatty. Y sobre ella quería hablaros...


Cuando la vi en los 60’s en España yo tenía unos 15/16 años y fue una película muy adelantada en la forma de su filmación, encuadres y climax final con el ametrallamiento de la pareja en su automóvil. Era una forma diferente de mostrar a unos atracadores que además estaba basada en una historia real. Realmente marcó una nueva época con respecto a películas de gangsters anteriores a esta. La boina que lucía Bonnie estuvo de moda entre las chicas de entonces y el apuesto Warren Beatty era el ídolo de jovencitas, lo lógico de una película muy taquillera. La verdad es que hacía años que no la veía de nuevo y reconozco que la he visto de otra manera. Ví otras cosas con claridad meridiana, que no fui capaz de ver en el cine en mi juventud, ni otras veces más tarde. Hablo de una película donde los héroes son esa pareja de atracadores y sus cómplices, unos supuestos “Robin Hood” de los años 30´s.
 
Si me alejo de los efectos escénicos de la película, muy adelantados para su época y me sumerjo en el mensaje y lo que tienen de real los personajes, la sensación es de una podredumbre moral absoluta. Se supone que son gente normal que lucha contra las maquinaciones de los bancos, a los que roban como justificación de sus abusos. No seré yo quien defienda a los bancos, pero de eso a lo que explica la película hay un trecho. Esos robos, según la película despertaban la admiración de la gente corriente que eran víctimas del capitalismo. Evidentemente el “malo” de la película es el “sádico” Ranger de Texas, Frank Hamer, que no les permitirá seguir adelante con sus robos y asesinatos y que les perseguirá sin descanso durante toda la película, hasta acabar con ellos. Todo eso después de que entre la pareja haya un encuentro sexual largamente esperado, ya que parece que el amigo Clyde tenía ciertas dificultades. Es el toque romántico de Hollywood que faltaba para ponerse en la piel de esos dos “héroes” y sus secuaces. Se les presenta como “bandidos sociales”, el cliché marxista que popularizó la película y que venía del historiador marxista Eric Hobsbawm.
 
Este cuento popular marxista que subyace en la película y como he dicho parte de la tesis de 1959 de los “bandidos sociales”, que es “agit-prop” comunista en la que se presenta a los ladrones y atracadores como realmente expresiones del pueblo en su legítima defensa contra una economía injusta y una estructura política que había que derribar. Esta noción marxista ayudó a glorificar y justificar la violencia contra la autoridad que estalló en los años 60’s en los USA y Francia y la aparición de grupos de izquierda como los Black Panthers, los estudiantes franceses luchadores sociales y otras bandas, que se supone que querían eliminar los supuestos privilegios del gobierno y en el caso USA contra los estudiantes blancos en las universidades y dar cobertura a los crímenes de las bandas. Pura Escuela de Frankfurt.
 
El corolario del concepto de “bandido social” era que esos responsables del orden social, particularmente la policía, eran en realidad los sicarios del régimen opresor y por lo tanto objetivos legítimos de la violencia supuestamente popular. En el caso de la película el Ranger de Texas, Frank Hamer era el sádico fascista que se deleitaba inflingiendo daño al “pueblo”, la infraestructura marxista que justificaba cualquier ataque al orden. Esta demonización de la autoridad legítima es obvia en “Bonnie y Clyde”, donde toda la policía es mostrada como una fuerza de choque anónima al servicio de la opresión capitalista, catetos racistas disparando con deleite, como en la escena de la captura del hermano de Clyde, llamado Buck. Frank Hamer es particularmente horrible, obviamente es un reprimido sexual y lleno de venganza tras el secuestro/juego de la banda en su persona (algo que nunca sucedió). Su naturaleza sádica es obvia en la película sobre todo en la escena a cámara lenta donde Hamer se recrea en el cuasi fusilamiento de la pareja con un exceso de fuerza, ametrallando repetidamente los cuerpos de los atracadores.
 
Como he dicho, la película es efectista y te pone al lado de “Bonnie y Clyde” y lo buenos que eran... Sin embargo ¿esa es la historia real de esos dos atracadores y su banda? Y aquí llega la mentira monstruosa que conforma el núcleo de la película. Los personajes reales Clyde Barrow y Bonnie Parker no eran bellos “Robin Hoods”, sino asesinos psicópatas. Clyde tenía orejas saltonas y una barbilla estrecha, Bonnie la boca horrible y ojos de rata. Sus apetencias sexuales, que seguramente incluían a sus jóvenes acompañantes, eran sórdidas no románticas. Y su violencia era gratuita y sin provocación previa como cuando mataron a dos policías de autopista en la Semana Santa de 1934. Sus 12 víctimas fueron sobre todo policías.
 
La pareja no asaltó tantos bancos como parece en la película, pero sí muchas tiendas de barrio de gente humilde. Y con respecto a distribuir el dinero entre el “pueblo”, las escenas de la película se basan en anécdotas de John Dillinger. No hay ninguna prueba de que esos sinvergüenzas diesen algo a las víctimas de la Depresión, algunos de los cuales sí sufrieron robos de la pareja y sus sicarios.
 
Y también repito la forma que tiene la película de mostrar a Frank Hamer, que como un sabueso persiguió a los dos “héroes” y puso fin a su carrera de crímenes. Los métodos de Hamer están lejos de los que la vulvocracia que nos gobierna, entiende que debe hacer un policía. Pensemos que aquel era un mundo duro, sin lujos y que el error era fatal. De hecho, la razón por la cual él y su compañero mataron a los pistoleros de la forma en que lo hicieron, fue por el largo rosario de resistirse a ser detenidos y disparar a la policía a la primera de cambio. Como ejemplo de quien era Hammer, en una ocasión defendió él solo a un negro que estaba bajo su custodia y que iba a ser linchado por un grupo de gente. Seguramente era un hombre duro y distante, cuya bravura hace posible que plutócratas mimados como Warren Beatty y Arthur Penn puedan burlarse de la policía que hace guardia mientras ellos duermen tranquilamente.
 
La distorsión de la verdad histórica ha llegado a dominar la cultura popular de todo occidente y ha hecho que la narrativa comunista y de izquierdas sea totalmente inmune a las repetidas demostraciones de su falsedad y sangriento fracaso. En este punto no podemos olvidar la manipuladora película “Reds” que protagonizó también Warren Beatty sobre el norteamericano John Reed, quizás el tonto útil, más tonto que estuvo al servicio de Lenin. La película usa la misma técnica mentir sobre la historia real, con glamour cinematográfico, actores muy guapos todos y pantalla en cinemascope. Es la moda contra la verdad. Y eso es lo que pasa con “Bonnie y Clyde” que envuelve el reverso orwelliano de la verdad histórica, con imágenes que destilan moda y estilo que es lo que Tom Wolfe llamaba el “chic radical”.
 
La verdad no importa, mientras uno siga la moda y el glamour. La política no es sobre la coherencia y lo posible, trata sobre mostrar estilo, sensibilidad y corrección política, una herramienta de los privilegiados para mostrar lo mejores que son sobre los demás. Y peor todavía, esta actitud ha legitimado una desconexión entre la palabra y la escritura, entre lo que uno dice y como uno vive. Privilegio y poder pueden ahora ser disfrutados e indultados siempre y cuando uno diga las adecuadas piedades progresistas: el consumo desenfrenado es correcto si uno no está de acuerdo con la desigualdad de los salarios o bien si el privilegiado contamina pero critica el cambio climático.
 
Como cierre, “Bonnie y Clyde” fue un punto álgido en el inicio de la transformación de la cultura occidental que pasó de representar la mentalidad de los adultos a otra que nos ha llevado a la infantilización de la población, una que celebraba la inteligencia y la moralidad a otra que refleja la idiocia moral. Desafortunadamente, el rechazo de los jóvenes por la realidad a través de la moda y los sentimientos buenistas, es algo muy peligroso en un mundo lleno de enemigos implacables que ven nuestra inmadurez cultural como un signo de agotamiento moral y que merecemos nuestra extinción.

2 comentarios:

  1. Excelente artículo Dr Botaya, particularmente por esa novedosa perspectiva. Como colofón anecdótico, el auto (el coche) de la pareja de famosos bandidos fue comprado por Pablo Escobar y exhibido en la entrada de su antigua propiedad (zoológico de recreo) Hacienda Nápoles en Doradal, Magdalena medio, Colombia. No he podido seguirle la pista, ya que parece haber desaparecido tras su incautación por las autoridades (que como es habitual tienen mucho de autoridad y poco de honestidad).

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  2. Clyde era homosexual,solían llevar un joven para que se lo hiciera con Bonnie,para que no se escapase ,para dormir lo encadenaban.
    Lo leí en un ensayo sobre el crimen en USA,lo siento ,no puedo poner la fuente,pero la verdad es que m chocó mucho y por eso me acuerdo.

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