viernes, 2 de febrero de 2018

LEONIDAS


Hace poco colgué un articulo sobre la vida en Esparta que parece que gustó mucho y que nos acercaba a esa sociedad militarizada que aún hoy, es motivo de admiración para muchos. Es evidente que aquella sociedad hoy nos puede parecer excesiva y sin sentido en la vulvocracia que nos ha tocado vivir sin valores como disciplina, honor, valor, gallardía, orden, paciencia, etc. De esa sociedad espartana sobresale con especial brillo el rey militar Leonidas, marido de la reina Gorgo y que ha pasado a la historia como defensor del paso de la Termópilas en la II Guerra Médica ante Jerjes y sus tropas invasoras llegadas desde Persia.

Todos sabemos que hay héroes y luego super-héroes, al igual que encontraremos guerreros y luego super-guerreros. Esta élite de la élite tiene su lugar en la historia en el “Pabellón de los Inmortales”, haciendo de puente entre el hombre-mortal y el super-hombre, entre el super-hombre y los Dioses. Algunos pretenden cambiar el curso de la historia por sí mismos con una determinación metódica e imparable, mientras que otros tienen un pronto de coraje, un resplandor de gloria, que exalta el momento que se hallan que el tiempo histórico en el que los hombres se demuestran a sí mismos que son algo más que simples mortales. Las imágenes del mito precipitan la historia a nueva dimensión jamás vista y que va más allá del tiempo. Y esos son los momentos en los cuales los mitos y las leyendas se construyen, de lo que están hechas. Y ese es el momento en que el rey Leonidas aparece en el mito legendario.
 
Leonidas siempre estará en nuestras mentes como un modelo extremo de heroísmo y ejemplo para todos los que aspiran a la grandeza. El mítico lugar fue en las Termópilas en el año 480aC. y Leonidas era el guerrero, el rey estratega y jefe militar sin miedo. Desde mi punto de vista, Leonidas puede ser comparado sin duda alguna con los héroes Homéricos de los viejo tiempos helénicos. El poeta británico W.H. Auden describe a Leonidas con las siguientes palabras “El héroe Homérico tenía las virtudes militares del coraje, resolución, magnanimidad en la victoria y dignidad en la derrota hasta un grado excepcional. Su heroísmo se manifiesta en situaciones excepcionales que pueden ser juzgadas por los demás que son obligados a admitir. Logró lo que no podía ser logrado. Su motivación era ganar la admiración y la gloria de sus iguales incluso si estaban en el lado enemigo. El código en el que vive es un código de honor que no es algo universal, como las leyes, sino individual”.
 
Los espartanos eran y son conocidos hasta hoy por su altísimo nivel de combate. Sólo los más fuertes sobrevivían en el disciplinado ejército espartano. Entrenado únicamente para la batalla, un joven soldado sólo conocía un hogar: el cuartel; una familia: su unidad de combate. El entrenamiento físico era la labor más importante y cada día se dedicaba al ejercicio y el entrenamiento militar. A partir de los siete años los jóvenes espartanos dejaban de vivir con sus padres y pasaban a estar a cargo del gobierno. El entrenamiento era duro, pero efectivo y los jóvenes aprendían una absoluta devoción por su país y sus tradiciones. Además del entrenamiento de combate aprendían a nadar, a correr, a saltar, la lucha y sobre todo la danza. En Grecia el movimiento rítmico era considerado como un buen entrenamiento y no sólo para el cuerpo, sino para el carácter. Las canciones de guerra eran cantadas por los muchachos y era como una especie de entrenamiento musical. Se esperaba de cada espartano fuese capaz de cantar. Se ponía mucho énfasis en cultivar la memoria y todos aprendían de corazón las canciones y baladas del poeta y patriota Tirtaos.
 
A la edad de veinte años cada cadete se convertía en un guerrero completo. En su treinta  aniversario un espartano era investido con el resto de sus derechos y deberes sociales. Desde ese momento, participaba en la asamblea del pueblo, y podía votar medidas propuestas por los dos reyes o los éforos. También se le permitía casarse y podía tener su propio hogar, a pesar de que aún se veía con sus antiguos camaradas en fiestas y banquetes. Las chicas también pasaban un riguroso entrenamiento físico con lo que podían llegar a ser las madres de niños robustos y sanos. Los espartanos practicaban un programa intransigente de eugenesia. Los niños recién nacidos sólo podían ser admitidos si estaban formados de forma sana y perfecta, para no ser una carga para el estado, y asegurar una continuidad genética excelente. Los enfermos o deformes eran dejados a la intemperie hasta que morían de acuerdo con las leyes naturales.
 
Se dice que las mujeres espartanas eran las más bellas de toda la Hélade, mientras que al mismo tiempo se sabía que tenían un espíritu de dureza como los hombres. Era común para las madres el decirles a sus hijos guerreros antes de ir a la batalla “Regresa con tu escudo o sobre él”. Los hombres eran alentados de forma rigurosa para la procreación. Al igual que la cobardía se reconocía como lo más horrible, también la castidad era reconocida así. En Esparta el celibato era un crimen y se sabe que grupos de mujeres en las calles golpeaban a los célibes en cuanto podían. Sin embargo, además de sus responsabilidades de procreación, los espartanos fueron reconocidos como los más libres de toda Grecia. Los ciudadanos se denominaban a sí mismos como “iguales”.
 
Las Guerras Médicas fueron como oponer a dos gigantes arios: el Imperio Griego y el Imperio Persa, que estaban separados por el Mar Egeo. En el 500aC, el Imperio Persa dirigido por el rey Dario, comenzó a avanzar hacia el oeste y los puestos y ciudades más adelantados de la civilización griega fueron conquistados. Los griegos jónicos se rebelaron en el 499aC y Atenas y Eritrea enviaron ayuda, pero en el 490aC Dario tuvo éxito en aplastar el levantamiento. Hubo más batallas pero en el 481aC, Jerjes, el hijo de Dario y sucesor de su padre, estuvo muy ocupado preparando un ejército inmenso para invadir Grecia. En su avance hacia Grecia y mientras se desarrollaba la batalla de Salamina entre la flota griega y la persa, los griegos llevaron a cabo una excelente defensa del Paso de las Termópilas. Era un desfiladero angosto de pocos metros de ancho (hoy desaparecido), junto al mar y flanqueado por montañas. Jerjes y su enorme ejército tenía que pasar por allí precisamente. Leonidas comandaba al conjunto de tropas griegas allí apostadas que totalizaban unos 7.000 hombres y que incluía a su famosa guardia personal de 300 espartanos. Todos ellos tenían descendencia ya que si uno caía su nombre seguiría vivo. Cuando se les dijo a los espartanos que el ejército persa era tan enorme y que las flechas oscurecerían el cielo, un espartano contestó “Mejor, así podremos luchar a la sombra”.
 
Desde una colina cercana y sentado en un trono de oro, Jerjes podría ver a sus hombres pasando el angosto desfiladero. Al principio, uno de sus oteadores dijo que había visto a unos guerreros griegos lavándose y peinándose en la víspera de la batalla. Jerjes rió ante la información. Pero un griego a las órdenes del rey persa y que había escuchado las palabras del oteador, se dio cuenta enseguida de que esas tropas eran espartanas que, ritualmente, se preparaban para morir. “¡Oh, rey!” exclamo “Ahora estás frente a frente con los hombres más valientes de la Hélade”.
 
Confiados en sus habilidades para el combate, los espartanos tenían poco miedo al enfrentamiento con cualquiera, independientemente de lo grande que pudiera ser el enemigo que se acercaba. Jerjes tenía claro que el increíble poder y número de su ejército forzaría a los griegos y a los espartanos en concreto a rendirse. Durante cuatro días pensó eso, en el quinto llegó a la conclusión de que esos hombres debían ser locos obstinados y ordenó a sus hombres a capturarles y traerlos vivos ante él. El ataque fue un desastre con tremendas pérdidas para el ejército persa. Jerjes se vio obligado a mandar a  sus mejores hombres, su guardia llamada “Los Inmortales”. De nuevo los espartanos vencieron. Según explica Herodoto, el padre de la historia, “Era remarcable ver como los espartanos conducían la batalla y, también, la superioridad de sus tácticas. Había momentos en que se retiraban y cuando la ruidosa chusma les perseguía, se giraban e iniciaban una enorme matanza. Se dice que tres veces el rey Jerjes saltó de su trono horrorizado por su ejército”.
 
Al día siguiente las cosas no mejoraron y se podían ver las bajas persas hasta donde alcanzaba la vista. Cuando cayó la noche de ese segundo día, Jerjes estaba perdiendo y se preguntaba cómo podía romper la posición de hierro de los espartanos. Un griego traidor informó al rey que había un camino por las montañas por el cual los persas podían flanquear a los espartanos. Leonidas supo de la traición a tiempo. A la mañana siguiente, los persas tuvieron la oportunidad de iniciar un gran ataque en el flanco griego. Leonidas sabiendo la amenaza que se cernía sobre sus compañeros, permitió a las tropas aliadas que se marchasen y se quedó con su fuerza de 300 hombres lanzándose sobre el enemigo con un coraje y determinación digna de los Dioses. Ante una cantidad ingente de persas, los espartanos se retiraron formando un cuerpo compacto junto a una colina. Herodoto nos explica el final de esta última posición “Lucharon con sus espadas, si las tenían y si no con sus manos y dientes”. Leonidas cayó luchando bravamente y se formó un forcejeo por el cuerpo del rey espartano. Por cuatro veces los avances persas fueron rechazados y muchos de sus jefes, incluyendo a dos hermanos de Jerjes cayeron, hasta que finalmente los espartanos fueron sobrepasados y muertos con una lluvia de flechas.
 
Jerjes, que jamás puso sus pies sobre el campo de batalla hasta que la lucha acabó, se había convertido en el testigo de los combatientes más formidables del mundo. A la vista de la carnicería que se mostraba ante él, le preguntó al griego Demaratos “Dime ahora, ¿cuantos hombres lacedemonios quedan y si son iguales a estos guerreros caídos?”. Demarato le respondio “Señor hay muchas ciudades y hombres en Lacedemonia. Pero le diré lo que realmente quiere saber: sólo Esparta sola tiene 8.000 hombres. Todos ellos son iguales a los hombres que han luchado aquí”. Jerjes le cortó la cabeza al cadáver de Leonidas y lo crucificó. Pero estas actuaciones no tenían sentido para los espartanos que quedaron y sólo acrecentaron sus ganas de venganza.
 
De hecho,  a los pocos meses los camaradas de Leonidas lucharon contra los ejércitos de Jerjes en la Batalla de Platea y expulsaron a las hordas persas fuera de suelo heleno para siempre. La historia se repitió a sí misma en las Termópilas durante la II Guerra Mundial. En esa ocasión y en la zona donde estuvo el paso, los británicos mantuvieron la posición hasta que fueron flanqueados y superados por las tropas alemanas.

6 comentarios:

  1. Excelente artículo señor Botaya.Enhorabuena.

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  2. Gracias Monchi, un abrazo y seguimos en la brecha!
    Felipe Botaya

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  3. LEONIDAS DE ESPARTA. Inextinguible en la Eternidad...

    Y es así que Esparta hizo a Leónidas y Leónidas y sus 300 hicieron que Esparta entrase en la Eternidad pues de no no haber estado ellos no habría más que olvido, ruinas y un nombre perdido...

    No fue ni el primero ni el último en llegar al Lar de los Dioses que aceptan el Sacrificio de por Valor morir, no como una res y sí como el fiel reflejo de los que el alma nos infundieron...

    Un saludo.

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  4. No debemos olvidar, segun Herodoto, que junto a los 300, lucharon otros pueblos que fueron tan heroes como los espartanos de Leonidas
    Sdos.

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  5. Hola Don Rafael, gracias por su aportación.
    Desde luego Leonidas y sus hombres no estuvieron solos y lo cito en el artículo. Sin embargo el paso fue defendido por los espartanos únicamente hasta donde sabemos por Herodoto. Como usted sabe, era angosto y no permitía desplegar más tropas. Los soldados que usted cita estaban apostados en las alturas que rodeaban al paso mismo y se retiraron cuando fue ordenado por Leonidas que se quedó con su guardia.
    Cuando Efialtes traicionó a los griegos, esas tropas en las alturas tampoco hicieron nada destacable ante los persas que iban situándose allí.
    Saludos, Felipe Botaya

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