Hasta hace poco, los franceses se hubiesen sentido indignados ante cualquier comentario negativo sobre Napoleón, su emperador favorito. Pero a su pesar, las nuevas investigaciones nos muestran que el gran héroe francés, cometió atrocidades a gran escala que ensombrecen a otros líderes históricos. Esta nueva imagen de Napoleón ha causado una gran angustia en Francia. Sin embargo, los políticos del máximo nivel han dado su apoyo a las ceremonias oficiales sobre la mayor victoria de Napoleón, la batalla de Austerlitz, cuando la Grande Armée derrotó a los ejércitos combinados de Austria y Rusia en sólo 6 horas, acabando con 19.000 soldados enemigos.
El francés Claude Ribbe, un historiador y filósofo respetado escribió el libro “Le Crime de Napoleon” en 2005, un libro durísimo pero recomendable. El libro investiga la familia e historia de Napoleón. Le acusa de haber sido un racista y un antisemita, que persiguió a los judíos y reintrodujo la esclavitud justo pocos años después de ser abolida por el gobierno francés. Uno de sus descubrimientos más sorprendentes fue el intento de masacrar a la población entera de Haiti por encima de los 12 años, con métodos que incluían el gaseamiento en las bodegas de los barcos, en dicha colonia francesa a finales del siglo XVIII. Napoleón, entonces Primer Cónsul, fue el hombre que por primera vez en la historia “se preguntó racionalmente a sí mismo el cómo eliminar, en el menor tiempo posible y con el mínimo coste posible y personal, el máximo de gente descrita como científicamente inferior”.
No olvidemos que en aquel momento, sobre 1800, Haiti era la colonia más rica del mundo. De hecho era una fábrica esclavista que exportaba el 66% del café en el mundo y casi el 50% del azúcar. Los esclavos eran golpeados para trabajar y forzados a llevar unos bozales de estaño, para evitar que se comiesen las cañas de azúcar. Si los esclavos eran reticentes al trabajo se les quemaba a fuego lento o se les llenaba de pólvora y se les hacia estallar a pedazos.
Cuando los esclavos empezaron a luchar por su libertad bajo la égida de un carismático genio militar africano llamado Toussant L’Overture, Napoleon envió 10.000 soldados de choque, bajo el mando de su cuñado el general Leclerc, para aplastar a Toussant y restaurar la esclavitud. En 1802, se llevó a cabo un gran programa de limpieza étnica. Napoleón prohibió los matrimonios racialmente mixtos y ordenó que todas las mujeres blancas que hubiesen tenido algún tipo de relación con un negro o un mulato, fuesen embarcadas hacia Francia.
Luego ordenó el asesinato de tantos negros en Haiti como fuese posible, para ser reemplazados por nuevos y más dóciles esclavos negros traídos de África. Las tropas francesas tenían las órdenes de matar a todos los negros por encima de los 12 años. Sin embargo, también mataron por debajo de esa edad, apuñalados hasta la muerte, colocados en sacos de arena y arrojados al mar. Los haitianos lucharon hasta la muerte por la independencia, que finalmente se declaró en 1804.
Los prisioneros de ambos bandos fueron regularmente torturados y asesinados y sus cabezas se ponían sobre los muros o clavadas en estacas junto a los caminos. También los no combatientes, fueron raptados y masacrados. Según crónicas del momento, los franceses usaron perros para despedazar a los prisioneros ante la multitud en un anfiteatro. Se alega que bajo las órdenes de Napoleón, se extraía azufre de los volcanes haitianos y luego quemado para producir el venenoso dióxido de azufre, y que se usaba para gasear a los negros haitianos en la bodega de los barcos, más de 100.000 de ellos, según las crónicas.
El uso de estas primitivas cámaras de gas fue confirmado por personas de aquel momento. Antoine Metral, que en 1825 publicó su historia de la expedición francesa a Haiti, escribió sobre las pilas de muertos por todas partes. “Variábamos los métodos de ejecución” dice Metral “A veces arrancábamos las cabezas, a veces les poníamos una bola y una cadena para que se ahogasen en el mar, a veces los gaseábamos en los barcos con azufre. Cuando se usaba la oscuridad de la noche para ocultar estos ultrajes, los que caminaban junto a la desembocadura del río, podían oír el sonido monótono de los cuerpos arrojados al mar”.
Otro contemporáneo que también estuvo en esa expedición punitiva, escribió que “Inventamos otro tipo de barco donde las víctimas de ambos sexos se apilaban una sobre otra y eran asfixiadas por el azufre”. Estos eran barcos-prisión con cámaras de gas, llamadas “estufas”, asfixiaban a los negros, causándoles un sufrimiento horrible. Incluso entonces, hubo oficiales navales franceses que estaban horrorizados por estas salvajadas quejándose de que esos hombres habían desafiado un consejo de guerra por haber olvidado las leyes de la humanidad. Pero desde el punto de vista del Emperador, el gaseamiento era una forma de reducir costes… Los barcos siguieron transportando prisioneros a mar abierto para ahogarles, pero los cuerpos llegaban hasta las playas o permanecían enganchados al casco del barco.
Toussant, que se denominaba a sí mismo el Napoleón Negro, fue raptado tras aceptar una invitación para parlamentar con un general francés y embarcado de regreso a Francia encadenado, donde murió de neumonía tras ser encarcelado en una fría bóveda de piedra.
De nuevo y sin reconocer la abolición de la esclavitud Napoleón, en el año 1802, promovió a su camarada Antoine Richepanse al rango de general y le envió a Isla Guadalupe, al Sur del Caribe con una fuerza de 3.000 hombres para aplastar la revuelta de los esclavos en la isla. Durante la operación, Richepanse asesinó a hombres, mujeres y niños que se encontraba en su marcha hacia la capital. Luego preparó un plan de exterminación, aparentemente aprobado por el Primer Cónsul. Se formó una comisión militar de seguimiento para disfrazar de una cierta legalidad todo aquello. Unos 250 rebeldes fueron fusilados en la Plaza de la Victoria de Guadalupe y otros 500 fueron llevados a la playa y asesinados allí mismo.
Richepanse y Lacrosse, el antiguo gobernador colonial de nuevo en el poder, pensaron en apilar los cuerpos en grandes pilas para intimidar a los isleños, pero no lo hicieron ante el temor de provocar una pandemia. En vez de ello, y utilizando una técnica que luego utilizarían en la Guerra de Argelia (1954-1962), enviaron escuadrones asesinos a cada rincón de la isla, para seguir a los granjeros que estaba ausentes de sus casas. Esos granjeros eran tratados como rebeldes. Se prometió un botín por cada negro capturado y los rebeldes eran ajusticiados de forma sumaria en el lugar. La ferocidad de la represión encendió otro levantamiento, que Lacrosse aplastó con los métodos más brutales.
“Ser colgados no es suficiente por los delitos que han cometido” decía Lacrosse “Es necesario cortarles en vivo y dejarles expirar en la rueda (los prisioneros eran atados a la rueda de un carro antes de que fuesen desmembrados de brazos y piernas con garrotes). ”Las cárceles ya están llenas, es necesario vaciarlas lo antes posible”. Hay que decir que en eso fue exitoso colgando, matando a garrotazos, quemando a los rebeldes y rompiendo sus extremidades en la rueda. Se puede decir que Lacrosse desarrolló el más diabólico instrumento de ejecución lenta jamás creado.
Tras cuatro meses en Guadalupe, los franceses perdieron la paciencia con los isleños y la ferocidad de la represión alcanzó nuevas cotas de horror. Los negros con el pelo corto eran asesinados sin más, ya que los franceses consideraban que lucir el pelo corto era un signo de la rebelión. Se dieron órdenes para que “el tipo de ejecución deberá dar un ejemplo terrible”. Se animó a los soldados a “abrir a los insurgentes, estrangularlos y quemarlos”. Los oficiales franceses hablaban con orgullo de haber creado unas “islas de tortura”. En una carta a Napoleón, su cuñado Leclerc escribió “Es necesario destruir a todos los negros de la montaña… y no dejar niños de más de 12 años”. Como anécdota, la calle parisina Rue Richepanse (por el general Antoine Richepanse culpable de las atrocidades en el Caribe), cambió recientemente su nombre por Rue Solitude…
El libro de Ribbe es demoledor. Afirma que para Napoleón su ejército era carne de cañón cuando era necesario. Su retirada de Moscú en 1812, acabó con la vida de 450.000 de sus soldados, muchos de ellos congelados mientras se abrazaban entre sí para aprovechar el mínimo calor corporal, en uno de los peores inviernos rusos. Pero nada muestra más claramente el desprecio del Emperador por sus hombres que el boletín anunciando la destrucción de su ejército. Napoleón culpó a sus caballos y acabó declarando que su salud nunca había sido mejor. Para él Haiti y Guadalupe quedaban demasiado lejos para atraer la atención del público.
Pero no sólo el terror napoleónico se fraguó en el Caribe o en Rusia, también en Oriente Medio y concretamente en Siria. Pero hay que decir que ahí fue algo diferente y concretamente en el asedio a la ciudad amurallada y portuaria de Jaffa. Fue durante la guerra entre Francia y el Imperio Otomano (la actual Turquía a grosso modo). Napoleón dirigió ese asedio ya que necesitaba ese puerto como algo vital para dar cobijo a su flota. La ciudad cayó al cuarto día y las tropas francesas entraron violentamente en la urbe, asesinando indiscriminadamente a cristianos, musulmanes y judíos. Para escapar de la matanza, parte de la guarnición se encerró en un gran torreón. Napoleón envió a sus oficiales a negociar la rendición que aceptaron los encerrados. Los llevaron al campamento francés.
No había muchas raciones y Napoleón decidió que había sido demasiado magnánimo con los prisioneros. Mantuvo a los 4.000 turcos cautivos con las manos atadas a la espalda y luego la masacre empezó. Entre 2.500 y 4.000 prisioneros fueron asesinados allí mismo a tiros o bayonetazos. Poco después de esta matanza, se propago una plaga que diezmó las tropas de ambos lados. Con mucho coraje, hay que admitirlo, Napoleón llevó a su estado mayor a visitar los hospitales llenos de hombres infectados. Propuso a los médicos que los enfermos franceses más graves que no podían ser evacuados, se les administrará una dosis letal de opio láudano. Los doctores se impusieron a esa decisión y le indicaron que se retirara del hospital.
Desde Jaffa, Napoleón marchó sobre Acre, una ciudad situada en una península y prácticamente inexpugnable y que otorgaba a los ingleses el control del mar. Napoleón lanzó siete asaltos y todos fracasaron. De regreso a El Cairo, Napoleón dejó a 2.200 hombres muertos y 2.300 más seriamente heridos. Para el Emperador esos heridos ya eran hombres muertos. Muchos de los que dejó atrás sabían que los turcos les cortarían la cabeza en cuanto su ejercito se retirase. Trataron de seguir a las tropas en retirada, gritando y suplicando no ser abandonados.
Evidentemente, quedaron rezagados con sus gargantas resecas bajo un calor sofocante, que redujeron sus gritos a sollozos. Los oficiales heridos fueron sacados de sus camillas y se les abandonó en las dunas. Los soldados quedaron abandonados en los campos de cultivo arrasados y pueblos destruidos bajo las órdenes de Napoleón. Más de 5.000 hombres murieron allí.
Claude Ribbe nos dice en su libro que “No había sentido moral, de lo bueno o de lo malo. Era una cuestión de acabar un trabajo difícil. Al final, los métodos para matar tenían que ser eficientes y baratos”. A la vista de todo eso el libro nos hace una pregunta inquietante “¿Napoleón debe ser aclamado como un gran líder o denunciado como dictador?”. Según una encuesta de “Le Figaro” de ese año 2005, descubrió que el 40% de los franceses veían a Napoleón “un dictador que utilizó todos los medios disponibles para satisfacer su sed de poder”.
Por ello, es casi obligado que por lo que llegó a hacer Napoleón en Haiti y Guadalupe, debería haber un tumba al esclavo desconocido bajo el Arco del Triunfo, junto a la del soldado desconocido.
Napoleón era un auténtico psicópata, el y sus generales, no hay más que ver las atrocidades que también cometieron en España, ejecuciones masivas, saqueos, violaciones, torturas,...
ResponderEliminarY Francia en el siglo 20, después de la segunda guerra mundial también cometió mas fechorías horribles torturando y cargandose a milliones en todas sus colonias que empezaron a pedir su independencia, pero a ellos no se les acusa de genocidas, eso solo está reservado a los alemanes...
Hola Anónimo! Bien cierto lo que dices.
ResponderEliminarSaludos y gracias por tu comentario.
Felipe Botaya
España tiene su leyenda negra pero Francia e Inglaterra tienen mucho que callar, fueron peores. Es muy interesante que vaya saliendo a la luz la verdadera historia. Gran artículo. Enhorabuena.
ResponderEliminar