De Enero a Mayo de 1945, acabó el III Reich, aunque no la II Guerra Mundial que continuó hasta Agosto de ese mismo año en el Pacífico. Creo que es un momento muy interesante para analizarlo y el movimiento de algunos de los jerarcas del régimen de Hitler. Quiero comentar acerca de Himmler en esos meses y sus intentos de negociar una paz con los aliados, en unos momentos dificilísimos para Alemania.
A principios de ese año fatídico para Europa, Heinrich Himmler sabía perfectamente que el III Reich había perdido la guerra militarmente. Sin embargo, no se rindió y tenia la esperanza de “ser capaz de salvar algo para Alemania”, tal como dijo en una conversación con su círculo más íntimo. Estaba convencido que los aliados occidentales no aceptarían una hegemonía soviética en Europa y, antes o después, buscarían un entendimiento con Alemania para detener el avance del Ejército Rojo y empujar a los soviéticos fuera de los territorios que habían conquistado.
Es evidente y conociendo a los aliados, que esa esperanza era totalmente utópica, pero que había sido alentada por los agentes aliados que desde hacía tiempo suministraban desinformación sobre los planes aliados. Canaris y su Abwehr fueron traidores y culpables de estas informaciones falsas. Sin informar a Hitler sobre ello, Himmler comisionó a un terapeuta finés, Felix Kersten, que viajaba con frecuencia a Suecia, para iniciar contactos allí con un representante del Congreso Mundial Judío. Himmler calculó que como pago por la libertad de prisioneros judíos de los campos de concentración, dicho Congreso induciría a los anglo-americanos a realizar ciertas concesiones a Alemania que representarían el primer paso al esperado alto el fuego en el frente occidental.
Llevando a cabo algo así, Himmler asumió un riesgo muy considerable. Si Hitler, que hacia un tiempo que no confiaba en él, hubiese sabido que el Reichsführer estaba negociando con judíos a sus espaldas, sería arrestado en su siguiente visita a Berlín y fusilado por alta traición. En Febrero de 1945, Kersten se encontró en Estocolmo con un alto delegado del Congreso Mundial Judío, Hillel Storch, al que le entregó una lista de propuestas de Himmler. El punto más importante era la puesta en libertad de algunos de los judíos aún prisioneros, que serían llevados luego a Suecia o Suiza.
Tras la entrega de la lista por parte de Kersten, Hillel Storch sugirió que Himmler recibiese a un representante del Congreso para negociar. Himmler aceptó la propuesta y aseguró que el negociador judío tendría un viaje seguro. Por razones desconocidas, Hillel Storch no viajó a Alemania, pero comisionó un judío “nacido alemán” Norbert Masur, para hacer la negociación. Él y su familia habían emigrado a Suecia en 1938, donde trabajó de forma exitosa en negocios y pronto jugó un papel importante en la comunidad local judía.
Acompañado por Kersten, Masur voló en el atardecer del 19 de Abril de 1945, con documentación falsa que el médico personal de Himmler, Dr. Brandt había firmado, desde Estocolmo a Berlín. Un coche de la Gestapo llevó a los dos hombres desde el aeropuerto de Templehof a la casa de campo de Kersten en Hartzwalde, a unos 70 kilómetros al Norte de Berlín. En la mañana del 20 de Abril, uno de los oficiales del círculo de Himmler, el General de Brigada SS Walter Schellenberg, recibió a Masur y le habló sobre el estado de la guerra.
Himmler estaba en Berlín celebrando el 56 cumpleaños del Führer. Luego todos excepto Masur y Kersten, fueron a Berlín a recoger a Himmler.
Debido a que las calles bombardeadas no permitieron un viaje rápido, Himmler acompañado de Schellenberg y el Dr. Brandt, llegaron a Hartzwalde sobre las 2.30 de la madrugada. Su entrevista con el judío Masur duró unas dos horas y media. Luego el Reichsführer se marchó ya que por la mañana del 21 de Abril tenía una entrevista con el conde Folke Bernadotte, presidente de la Cruz Roja Sueca.
A su regreso a Suecia, Masur escribió un folleto titulado “En Jude talar mes Himmler” (Un judío habla con Himmler), que fue publicado en 1945 por la editorial Albert Bonniers Förlag, en Estocolmo. Por razones históricas de primera magnitud, quiero incluir la traducción de ese folleto del idioma sueco justo cuando llega Himmler a Hartzwalde para reunirse con Masur:
“A las 2.30 escuchamos un coche entrando en el jardín. Kersten salió y a los pocos minutos Heinrich Himmler entró seguido de Schellenberg, el Dr. Brand y Kersten. Himmler saludó con un“Buenas noches” y no un “Heil Hitler” y me explicó que era un placer para él que yo estuviese allí. Nos sentamos en la mesa y se sirvió café para cinco. Himmler iba elegantemente vestido, su uniforme a medida estaba adornado con insignias y medallas. Se veía bien arreglado, daba una sensación vívida a pesar de la hora intempestiva y estaba externamente calmado. Se veía mejor que en las fotos. Quizás su aspecto sin descanso y su mirada algo penetrante era un signo de sadismo y dureza. Si no hubiese conocido su pasado, no hubiese creído que ese hombre era el responsable la mayor matanza de la historia”.
“Himmler empezó a hablar inmediatamente. En nuestra generación, dijo, entre otras cosas, nunca hemos tenido paz. Yo tenía catorce años cuando estalló la I Guerra Mundial. Y tan pronto como terminó, la guerra civil empezó en Alemania y los judíos jugaron una papel principal en el levantamiento espartaquista. Los judíos entre nosotros eran un elemento extraño que siempre causó problemas. Habían sido expulsados de Alemania en varias ocasiones, pero siempre volvían. Tras llegar al poder, quisimos resolver esta situación de una vez por todas y planee una solución humana a través de emigración. Negocié con organizaciones americanas para alcanzar una rápida emigración, pero ni siquiera las naciones consideradas como amistosas con los judíos, no les permitían entrar”.
“Yo objeté que quizás sería mas conveniente para el pueblo alemán el no tener minorías entre ellos, pero en cualquier caso no corresponde ganar laboriosamente conceptos legales para que la gente que vive en el país en donde sus padres y abuelos ya habían vivido, fuesen repentinamente expulsados de su patria. Sin embargo, los judíos se sometieron a su predicamento y trataron de emigrar, pero en unos pocos años los Socialistas Nacionales, querían acabar con una situación que había crecido generación a generación y eso era imposible”.
“Himmler continuó: La guerra nos trajo el contacto con las masas de judíos proletarizados del Este y eso nos trajo la aparición y crecimiento de nuevos problemas. No podíamos tener a un enemigo como ese a nuestras espaldas. Las masas judías estaban infectadas con epidemias muy graves, especialmente tifus. Yo mismo perdí a miles de mis mejores hombres de las SS por esas enfermedades. Y los judíos ayudaron a los partisanos”.
“Cuando le pregunté cómo los partisanos podían haber recibido ayuda de los judíos que estaban encerrados en grandes guetos, Himmler contestó: Los judíos pasaban información a los partisanos. También dispararon a nuestras tropas en el gueto de Varsovia’. Esa era la versión de Himmler de la lucha heroica de los judíos en el gueto de Varsovia. ¡Qué terrible distorsión de la verdad! Traté cautamente de disuadir a Himmler de la desafortunada idea de defender la política alemana contra los judíos, porque ese intento de defensa le forzaba a él a decir una mentira tras otra. Pero eso fue imposible. Parecía una necesidad para él realizar esa explicación defensiva frente a un judío”.
“Continuó. Para poder contener las epidemias, nos vimos obligados a construir crematorios donde podíamos quemar los cuerpos de la gran cantidad de gente que cayó víctima de esas enfermedades. ¡Y ahora nos quieren poner la soga!. Fue su más desagradable intento de retorcer la verdad. Yo estaba en shock por cómo explicó las notorias instalaciones crematorias para los cuerpos, que sólo pude quedarme en silencio”.
“La guerra en el Este fue increíblemente dura, dijo Himmler, no queríamos una guerra con Rusia. Pero de repente descubrimos que Rusia tenia 20.000 tanques y nos vimos forzados a actuar. Era un asunto de ganar o perder. La guerra en el frente del Este puso a nuestros soldados ante su mayor prueba. Una naturaleza inhóspita, frío amargo, extensiones sin fin, una población hostil y partisanos a nuestra espalda en todos lados. El soldado alemán sólo podía actuar con severidad. Si un solo disparo salía de un pueblo, uno estaba forzado a quemar todo el pueblo. Los rusos no son oponentes normales, no podemos entender su mentalidad. Rechazan rendirse incluso en las situaciones más desesperadas. Los judíos sufrieron por la severidad de esta lucha”.
“La conversación giró hacia otro tópico: los campos de concentración”.
“Esos campos tuvieron su mala reputación por su nombre desafortunado. Esas fueron las palabras introductoras de Himmler. Deberían haber sido denominados como campos de re-educación. No sólo judíos y prisioneros políticos estuvieron internos en ellos, también criminales a los que no soltamos hasta que habían cumplido su condena. Como resultado, en 1941, un año de guerra, Alemania tuvo la tasa más baja de criminalidad en décadas. Los prisioneros tenían que trabajar duro, pero también todo el pueblo alemán. El tratamiento en los campos de viñas fue severo, pero justo”.
“Le interrumpí. ¿Pero no se puede negar que ocurrieron severas fechorías en los campos? Él contestó que debo admitir que algo de eso sucedió, pero castigué a esos que fueron culpables".
“A pesar de que yo quería seguir la conversación, con la vista puesta en la liberación de judíos y otros prisioneros, no pude y no quise contener mis sentimientos cuando él habló del “trato justo” en los cambios de concentración. Fue una satisfacción para mí el ser capaz de decirle al menos varias cosas sobre los crímenes que habían sido cometidos en esos campos sobre el sufrido pueblo judío. En ese momento, me sentí el más fuerte de los dos. Y pienso que Himmler sentió la debilidad de su posición”.
Es la lamentable que un investigador de su CATEGORÍA se crea en el Holocuento... Pero bueno se reconocer que su trabajo sobre la tecnología alemana es notable, una cosa no quita la otra.
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