El 1 de Septiembre de 1939, el brigadier George C. Marshall juró como el 15º Jefe del Estado Mayor, posición que ocupó hasta Noviembre de 1945. Cuando la ceremonia acabó, el general Marshall le confió a su ayudante de campo. “Hay suficiente madera muerta en el Cuerpo de Oficiales del Ejército, como para encender varios incendios forestales”.
Marshall tenía más razón de la que se podía imaginar. Si el ejército de los USA y su aviación hubiesen luchado codo con codo con el ejército francés en Mayo de 1940, los americanos hubiesen sufrido la misma suerte que los mismos franceses e ingleses: una derrota total en manos de la Wehrmacht. Este hecho era dolorosamente obvio poco más de un año después de que la II Guerra Mundial empezase.
En Febrero de 1943, 11.000 soldados alemanes aplastaron a 30.000 soldados USA del II Cuerpo del Ejército en el Paso de Kasserina, en Túnez. El Mayor General Lloyd Fredendall, el comandante USA, un fanfarrón, fue relevado y enviado de nuevo a Estados Unidos. No fue la primera vez que un imitador de general de verdad había fracasado en acción contra los alemanes, pero la experiencia endureció la intolerancia de Marshall ante los fracasos de los oficiales en combate.
Eisenhower pensó que Marshall había escogido a Fredendall, un oficial sin experiencia de combate a pesar de que sirvió en la I Guerra Mundial, pero éste había sido seleccionado por el teniente general Lesley McNair, debido a la energía que demostró en los entrenamientos. Eisenhower condecoró a Fredendall por el exitoso desembarco del II Cuerpo en el Norte de África. Desgraciadamente, una vez que había sido seleccionado por motivos equivocados, los desastres en combate con un oponente capaz revelaron las deficiencias de Fredendall como comandante en situación real de lucha.
Sin embargo, la práctica de tolerar y aceptar a oficiales mediocres con amigos y patrocinadores en el nivel de las cuatro estrellas persiste hoy en día. Actualmente, el trabajo de encontrar líderes militares experimentados y con carácter, competencia e inteligencia es mucho más difícil que en la época de Marshall. Bajo los gobiernos de Bush y Obama, la adulación de los medios USA a los generales de cuatro estrellas transformó a generales como Petraeus, McChrystal, Mattis, Allen o Austin, en celebridades instantáneas.
En vez de enfrentarse a temas difíciles, la política actual de los militares USA se enfoca más en políticas diseñadas para complacer a los medios, a los políticos o crear puestos de trabajo en sus estados o distritos, políticas que neutralizan la habilidad de los militares para castigar los bajos rendimientos o ligar la promoción a los méritos. Los resultados finales justifican la política divisiva de hacer avanzar a los individuos, frecuentemente mujeres o minorías, que están menos cualificadas y que de otra manera no serían “seleccionables”, reduciendo el número de individuos cualificados de una selección para puestos de responsabilidad. ¿Es esta situación una situación sin esperanza? La historia nos responde con un enfático “NO”. Veamos...
Volviendo a la II Guerra Mundial, donde ya se adivinaban estas cosas, tras la derrota del II Cuerpo de Ejército USA, el general Sir Harold Alexander, enlace británico de Eisenhower, habló sobre Fredendall a sus aliados americanos “Estoy seguro que tienen mejores hombres que ese” Eisenhower estuvo de acuerdo. El mayor general George Patton, un hombre que sin el inicio de la guerra hubiese sido retirado como un oscuro coronel de caballería, sustituyó a Fredendall.
Hablo del caso americano como paradigmático del descenso cualitativo del personal militar con mando. Pero es extensible a cualquier ejército del mundo con honrosas excepciones. La política lo impregna todo y hace que gente profesional, capaz y valerosa no tenga capacidad de mando o tome inoperantes decisiones sobre el terreno que solamente ayuden al político de turno o a nuestra política exterior decidida en oscuros conciliábulos. Lo estamos viendo en España y su conflicto inacabable con Marruecos, por ejemplo.
En todo el mundo y salvo extrañísimas excepciones, de coronel para arriba son todos políticos mamabragas y lameculos vestidos de uniforme cuyos únicos planes son medrar en lo personal y lo económico, principalmente a costa del uniforme que representan. En realidad el único uniforme del que son dignos es el que suelen llevar las putas callejeras, pero posiblemente incluso esas prendas muestran una dignidad que semejante escoria traidora no merece tener.
ResponderEliminarUn saludo.
Excelente comentario. Es la pura verdad. Los llamados militares, en todo el podrido y decadente mundo occidental, no son mas que lameculos de los políticos y los medios.
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