Conozco gente que lee libros de auto-ayuda que acaban polvorientos en estanterías con otros libros similares y siguiendo con su vida aburrida habitual. Nada cambia. La auto-ayuda es para el escritor que se forra con estos candidatos que son “carne de psicólogo”. Son los llamados libros de “puente aéreo” y que durante años he visto a ejecutivos comprarlos en el aeropuerto de Barcelona o en el de Madrid. Creen que su vida va a cambiar con la lectura de turno. Los títulos son sugestivos y pican los incautos: “Inteligencia Emocional” de (((Daniel Goleman))), “¿Quien se ha llevado mi queso?” de Spencer Johnson, “Viaje al Optimismo” del zascandil de Eduardo Punset, “Transforme su Vida” de Luis Beltran, “Una Mochila para el Universo” de la zascandil II Elsa Punset, “El Monje que Vendió su Ferrari” de Robin Sharma o “El Caballero de la Armadura Oxidada” de Robert Fisher. Hay muchos más, pero esta es una pequeña selección del tema que abordo.
Esto que explico tiene que ver con la tolerancia y la manipulación que sufrimos y que ha convertido a nuestra sociedad en una sociedad de cobardes y llorones (hablo de hombres y de mujeres, no nos equivoquemos). Que uno necesite un libro de auto-ayuda es muy significativo de problemas muy serios. Nadie está libre de problemas y de momentos difíciles durante la vida, pero la forma de encararlos es lo que hace la diferencia. Un libro no va a hacer nada por ti, cuando este tipo de libros son promocionados por el sistema, con escritores del sistema que se aprovechan de la ingeniería social que nos ha convertido en lo que somos y nuestras necesidades creadas. Crear un problema ficticio con soluciones inservibles y pasar por caja. Un clásico.
Hablando de tolerancia, yo puedo ser intolerante, no lo niego ni me siento mal por ello. Sé serlo cuando hace falta y ante la gente que, desde mi punto de vista, no merece otra cosa. Lo diré de forma fácil. La tolerancia no es una virtud. Está todo en el título. De hecho, el exceso de tolerancia invita a la enfermedad. Fomenta una falta clara de virtud. La mera existencia de la palabra tolerancia, sugiere que hay un problema. Cuando te encuentras bien, no llamas al doctor. Cuando todo está fastidiado no rehuyes el problema. Cuando toleras algo, simplemente quiere decir que estás incrementando tus posibilidades de contraer un grano en el culo. Es un asunto de tiempo.
Tolerancia, como todo lo demás, empieza con templanza. De hecho, empieza así en el inicio de la vida de cualquier persona. El problema con la tolerancia se inicia también con el optimismo. Nos preocuparemos y buscaremos la mejor solución en lo que estemos involucrados, pero hoy existe la “preocupación en encontrar lo mejor en cada cosa”. Y cuando no puedes hacerlo sonríes y aguantas, si eres cristiano, o quizás te lo tomarás con humor al recordar el “sufrimiento redentor”.
Todo en nombre de la tolerancia. Tolerancia. Es algo enfermizo, realmente. Esta palabra insipida, usada hasta la nausea por ZP, es la cúspide de un iceberg enorme. El iceberg es un virus mental que ha hundido el Titanic de las facultades racionales de cualquier ser humano. En el barco de la tolerancia, la persona se sitúa a sí misma en el infierno absoluto de la vida. Lo propio deja de importar, todo en nombre de la tolerancia. Tolerancia es una virtud, se nos ha dicho, ya que permite mantener la paz. En realidad, no. Somos una sociedad de imbéciles y todos pretendemos que nos lleva a la paz. Mientras tanto, nosotros los individuos nos vamos volviendo más ariscos y la sociedad más vitriólica y redundante.
Para la mente que ve conspiraciones, la función es obvia. La tolerancia confunde la pasividad. La pasividad alimenta el consenso. Los pasivos nunca han iniciado revoluciones. Excepto que uno considere que una inacción absoluta es una virtud revolucionaria, en cuyo caso el mundo moderno, progresista y actual le dará su apoyo. Veamos algunas cosas que toleramos habitualmente. La depravación intelectual: la gente es estúpida, y los medios les animan para que estén orgullosos de ello. Podemos ver los programas en TV y queda muy claro. Decadencia moral: la gente es deshonesta, egoísta y vana, la sociedad lo ignora. Deficiencia estética: nadie dice que eso que exhiben es una mierda, nadie tiene los huevos de hablar alto y fuerte. Nadie dice que (((alguien))) ha dictaminado que eso es arte. Toleramos un abuso masivo en el lenguaje, una falta total de pensamiento crítico. La gente nos hemos convertido en vagos, aburridos, repetitivos y raros.
Para la mente que ve conspiraciones, la función es obvia. La tolerancia confunde la pasividad. La pasividad alimenta el consenso. Los pasivos nunca han iniciado revoluciones. Excepto que uno considere que una inacción absoluta es una virtud revolucionaria, en cuyo caso el mundo moderno, progresista y actual le dará su apoyo. Veamos algunas cosas que toleramos habitualmente. La depravación intelectual: la gente es estúpida, y los medios les animan para que estén orgullosos de ello. Podemos ver los programas en TV y queda muy claro. Decadencia moral: la gente es deshonesta, egoísta y vana, la sociedad lo ignora. Deficiencia estética: nadie dice que eso que exhiben es una mierda, nadie tiene los huevos de hablar alto y fuerte. Nadie dice que (((alguien))) ha dictaminado que eso es arte. Toleramos un abuso masivo en el lenguaje, una falta total de pensamiento crítico. La gente nos hemos convertido en vagos, aburridos, repetitivos y raros.
¿Y qué hacemos? Ignoramos las visiones intolerables de gente que, literalmente, se reducen a sí mismos a basura indigna. Ignoramos aquello que percibimos que no puede ser cambiado. Ignoramos aquello que consideramos repulsivo. Empieza como sociedad educada, pero no lo es. La verdad es que usamos la tolerancia para excusar la desaparición de las formas sociales y las costumbres. En la Europa central por ejemplo, y a través de gente que conozco, sé que hay unas guías maestras sociales. Las desviaciones son sólo toleradas como una excepción. En Alemania la naturaleza y el orden son sagrados. La basura no está tolerada, con repulsa y multas para esos que no lo respetan. Me han dicho que los alemanes hacen eso, no con aire de condescendencia, pero con el entendimiento que el cuidar a la comunidad es... un trabajo comunal. Veremos como les va con los supuestos refugiados que se pasan todo eso por el Arco del Triunfo.
También toleramos otras cosas. Un ejemplo notable: nuestra total liquidación como cultura. Cada día un gran número de supuestos refugiados, que contribuirán en nada a nuestra infraestructura europea, son embarcados hacia aquí pagando nosotros. Toleramos su existencia. Pero la tolerancia no es suficiente. Nos dicen que además debemos “celebrarlo”. Sí, vamos a celebrarlo bajando en picado los impuestos de la propiedad en aquellos lugares donde se amontona esa gente y celebrar cuando uno de ellos quema una vivienda porque ha tratado de secar sus ropas en un horno de cocina a 400ºC.
Hay más ejemplos. Un día cualquiera de nuestra vida, la tolerancia tiene consecuencias reales para el mundo. Digamos que conoces a alguien que tiene discapacidad mental. Desde luego uno no sabe hasta donde o en qué. Sólo se me ha dicho que es así. Pero eso es suficiente. Ahora uno tolerará cualquier tipo de comportamiento horrendo. Incluso si sé que esa persona está viviendo del estado o cogiendo productos de la despensa comunal, a pesar del hecho de que tiene dinero. Uno tolera ese comportamiento indeseable, cree uno, porque estás guardando tus sentimientos. Uno no los malgasta en eso y lo tolera. Pero si uno se ahorra sus sentimientos, entonces ¿qué son?. No. Aquí está el resultado de la tolerancia: el comportamiento horrible se va haciendo peor. Incluso el receptor de esa tolerancia ve que nada cambia, aumentando su mal comportamiento o bien ordeñará la tolerancia hasta donde quiera. En el caso de los inadaptados o sinvergüenzas, cuando les des la mano te tomarán el brazo.
Y uno se da cuenta de que la lista de comportamientos que tiene que tolerar, se incrementa exponencialmente. Y es cuando hay que preguntarse donde están los límites. ¿Cuanto voy a tolerar? Un montón. Es como un tobogán resbaladizo. Todo está pensado, diseñado y mascado para que toleremos sin límite. ¿Cuando acaba? No se acaba. La lista simplemente crece. La tolerancia es un virus que está motivando la auto-destrucción de la sociedad. Muy bien ¿y qué debemos hacer? Creo que hemos analizado el problema, por lo tanto tiene que haber una solución ¿verdad? Claro. Utilicemos el poder del “NO”. Romper el silencio es el inicio. Digamos no a empresas que ayudan a fomentar la presencia de está gente ajena a nosotros. Cuando uno vea conductas horribles, no las ignoremos, desafiémoslas.
Para el español medio, es un gran salto. Hagamos los comentarios en público. Rechacemos lo multiculti, ríanse de las noticias en TV y en la prensa. ¿Por qué hemos de estar sentados e ignorar lo obvio? ¡Seguro que encontraremos personas que comparten esas ideas con sentido común también! Somos más de lo que imaginamos. Aprendamos de nuestros enemigos... Nuestros enemigos no toleran nada fuera de su visión, objetivos y desviaciones. Digamos la verdad. Si somos muchos el estigma caerá. Podemos erosionar y mucho la ideología del enemigo sin violencia.
“La tolerancia es la virtud del hombre sin convicciones” (G.K. Chesterton)
solo una cosa: ¡Olé! por tu artículo.
ResponderEliminarlo suscribo al 100%
El otro día, un compañero que en su tiempo estuvo en primera línea en el País Vasco, hablando del asunto de que en el momento en el que te opones a la inmigración, a la mezcla racial, al buenismo... antes o después te llamarán "nazi", dijo algo que me sorprendió y es verdad:
ResponderEliminar"Pues vas y les contestas: ¡¿y qué?!".
Y efectivamente, si no tienes complejos de que tienes que ser "bueno" por (((narices))), ¿qué más da?.
Y en función de dónde y de a cuántos tengas delante, pues si hay que salir a hostias, se sale y Dios dirá... ¿o es que somos un cruce de membrillo y gelatina?.
Decía el tío Iósif "...somos bolcheviques, no colegialas con el periodo...".
Es evidente que el Rey Rojo se pasó de largo en todo, pero en esencia, no le faltaba razón...
Un saludo.