El personal del hospital en Buchenwald estaba formado al 100% por alemanes comunistas. La mayoría de medicamentos y comida iban a los pacientes del Partido Comunista. La oficina de trabajo, suministro de comida y alojamiento estaban también bajo el control comunista. Los comunistas controlaban la distribución de los paquetes de comida de la Cruz Roja. Cuando el ejército USA entró en el campo, encontraron a 300 comunistas alemanes que aún estaban allí “vestidos como prósperos hombres de negocio”. Una directiva secreta del Partido Comunista daba instrucciones a los internos comunistas de Buchenwald. Estas directivas se recibían del propio partido que mantenía una red clandestina en toda Alemania.
Un correo viajó fuera de Buchenwald para recibir las órdenes del partido. Se descubrió en Septiembre de 1944 que los comunistas de Buchenwald tuvieron un peso importante en el atentado contra Hitler. Thälmann fue “ejecutado” varias semanas antes, e incluso se especula que pudo ser uno de los cabecillas. Los comunistas alemanes fueron despreciados incluso por los prisioneros de guerra soviéticos y otros comunistas. Uno puede imaginarse los que hubiese sido Alemania en manos de Thälmann y su gente tras derrocar a Hitler. Stalin no pensó mucho en Thälmann. Mientras 5 miembros del Politburó del partido fueron ejecutados por los nazis, en el “refugio” soviético liquidaron a 7 y 41 de los 68 líderes del partido comunista alemán. Añade McDonough que “el 70% de los comunistas alemanes exiliados fueron liquidados por las brutales purgas políticas de Stalin”. Y nos dice también la “ironía” de Stalin que mató a más líderes comunistas que Hitler. Stalin los veía como internacionalistas y trotskistas.
En Alemania, de todas maneras, con los comunistas y los acusados de actividades contra el gobierno, las investigaciones de la Gestapo llegaban rápida y efectivamente a la verdad y sobre todo porque los informantes estaban motivados por venganzas personales dentro del partido comunista alemán. En el libro de McDonough se pueden encontrar muchas citas entre las cuales las de los que fueron acusados de simpatía por el comunismo, que eran rápidamente exonerados o se les aplicaba una “custodia preventiva” muy corta. Nos pone, entre otros, el ejemplo de Peter Penk, un buscaproblemas, ladrón, vándalo, contrabandista y conductor borracho que había hecho comentarios pro-comunistas y anti-Hitler cuando estaba borracho y que fue tratado “con una indulgencia remarcable por la Gestapo durante mucho tiempo”. Penk fue llevado al ejército.
También el autor se refiere al trato blando dado a un grupo comunista que trataba de interrumpir los trabajos de defensa en 1938, molestando a otros trabajadores, y que sólo produjo leves sentencias de cárcel. Otro caso de delincuencia juvenil en una fábrica, que apuntaba a activismo comunista, le hizo perder una gran cantidad de tiempo a la Gestapo y que como resultado se soltó a los prisioneros en pocos días y eliminación de los cargos. La Gestapo había averiguado que los padres de los chicos eran de clase trabajadora y decentes que vivían del subsidio de desempleo. Incluso durante la guerra hubo algunos que continuaron repetidamente haciendo comentarios pro-comunistas y desafiando al estado en público. Fueron tratados con benevolencia ya que no eran una amenaza seria contra “la comunidad nacional”.
En el tema de las relaciones sexuales e ilícitas, la Gestapo dedicó mucho tiempo investigando acusaciones sexuales entre alemanes y trabajadores extranjeros durante la guerra. Y eso, debe decirse, fue en parte para prevenir los abusos de esos trabajadores por la situación vulnerable de los alemanes. McDonough dice que “mientras la humillación pública podía poner a la persona en una situación complicada, era más común el avisar de forma privada”. También nos explica el caso de un judío que fue paseado por las calles de Würzburg por tener relaciones sexuales con una mujer alemana, tras las quejas de los vecinos. El hombre tenía que llevar un cartel que decía “He vivido fuera del matrimonio con una mujer alemana”. Estuvo bajo “custodia preventiva” durante dos semanas.
Estas situaciones no tienen nada que ver en comparación con el final de la guerra, con cientos de miles de mujeres a las que afeitaron su cabeza, se les arrancaba la ropa incluso llevando a sus bebés, a las que hicieron desfilar por las calles, asaltadas y a veces asesinadas por “colaboradoras”. El entonces famoso autor y periodista Sisley Huddleston, que vivió en la Francia de Vichy durante la guerra, observó que el periodo de la “liberación” entre 1944 y 1946, fue el más sangriento en la historia de Francia, incluso mayor que el de la era Jacobina. Huddleston estima que una cifra mínima de 100.000 hombres, mujeres e incluso niños, fueron asesinados durante la “liberación” por sus compatriotas franceses. Las cifras del ejército USA dicen que el número de asesinados fue de 80.000 “durante los primeros meses de la “liberación”. Adrián Tixer, ministro del Interior sube la cifra a 105.000 durante Agosto de 1944 hasta Marzo de 1945. Comunistas de diversas nacionalidades en Francia, cortaban con cuchillas de afeitar y quemaban con cigarrillos a sus víctimas, las golpeaban con látigos y les quemaban los pies con agua hirviendo. “hubo muchos casos de violaciones”. Los que murieron por torturas fueron arrojados por la ventana y se les llamó suicidios. Un horror.
Otro papel de la Gestapo fueron las investigaciones por sabotajes y subversión entre los trabajadores extranjeros. Los alemanes comunistas eran muy activos entre ellos. McDonough dice que “todos los casos de la Gestapo que he revisado y que tenían que ver con comunistas fueron investigados en profundidad y de forma exhaustiva. Numerosos testigos fueron interrogados. Cada caso era tratado de forma profesional y eficiente. La seriedad de cada caso estaba basado en el carácter del individuo y los más graves fueron situados bajo “custodia preventiva”. La imagen que aparece, incluso durante la guerra, es que la gente no era molestada y tampoco era enviada a campos de trabajo por pretextos estúpidos. Si alguien estaba en custodia, él o ella, podían esperar el ser liberados en pocos días tras una investigación eficiente que los consideraba inocentes o el asunto investigado totalmente trivial.
McDonough estima que el 26% de los casos de la Gestapo empezaron con la denuncia de alguien y un 15% como resultado de la vigilancia de la propia Gestapo. Los más denunciados era gente de clase trabajadora, 20% fueron mujeres y de ellas muchos eran acusaciones sobre asuntos domésticos que eran el resultado de un conflicto personal con un vecino, pariente o marido. La Gestapo buscaba el motivo y el denunciante podía ser perseguido si acusaba en falso. McDonough dice que las sentencias por insultos anti-nazis eran de un mes a seis meses de carcel. Y “contrariamente a lo que parece, no había una inundación de denuncias”.
La Gestapo manejaba las acusaciones contra gente que cumplía con la ley “con profesionalidad y diligencia y generalmente con una sorprendente compasión”. “Y no era raro que la gente pudiese quejarse formalmente si a la Gestapo “se le iba la mano”. Y esa quejas podían ser tratadas ante una corte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario